La amalgama violenta tras las manifestaciones por la condena de Pablo Hasél
Grupos de jóvenes de perfil diverso incendian las calles con protestas que responden a llamamientos a defender la libertad de expresión difundidos por las redes sociales
Las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél han provocado en Cataluña y Madrid escenas de violencia callejera, con quema de contenedores, destrozos y ataques a las líneas policiales. Incluso una comisaría de los Mossos en Vic (Barcelona) quedó arrasada. En ambos casos, los participantes son mayoritariamente jóvenes, incluso menores de edad. Grupos de alborotadores experimentados y bregados en la lucha callejera en Cataluña, que vivió hace dos años los mayores altercados de los que hay memoria reciente en Barcelona como respuesta a la sentencia del procés. La policía catalana calcula que de los 1.700 concentrados en Barcelona, 250 eran violentos. En Madrid eran 40 entre 1.200, según fuentes policiales. En ambos casos fueron manifestaciones no comunicadas, que respondían a llamamientos genéricos realizados en las redes sociales “por la libertad del rapero” y la libertad de expresión.
En total, tras dos días de protestas, en Cataluña han sido detenidas 51 personas, mientras que en Madrid fueron 19 solamente este jueves (seis de ellas menores). También otras ciudades y poblaciones (Tarragona, Vic, Granada, Burgos, Guadalajara, Toledo...) se sumaron a las manifestaciones por Hasél. Los arrestados en Madrid quedaron libres tras prestar declaración ante el juez.
También es mayor el número de heridos en Cataluña, con 55 personas atendidas por sanitarios (31 eran mossos), entre ellas una joven de 19 años que ha perdido un ojo y que reconoció en una entrevista que se encontraba lanzando objetos contra la policía porque “estaba enfadada”. En Madrid los heridos superaron también el medio centenar, entre ellos 32 policías.
“Es una amalgama de personas violentas y agresivas que, con el pretexto de una manifestación lícita, causan disturbios”, explicó este jueves el comisario portavoz de los Mossos, Joan Carles Molinero, en rueda de prensa. Se refirió a un perfil “muy variado, de personas de diversas características y edades”. Solo en Barcelona, los detenidos tienen entre 16 y 25 años, la mayoría sin antecedentes penales, salvo algunos delincuentes comunes, que se suman al final de los disturbios para saquear comercios.
En Madrid, en cambio, la policía tiene bien identificados a los más violentos: “Se trata de miembros de grupos de ultraizquierda”, señalan. “El miércoles fueron convocados por el Movimiento Antirrepresivo de Madrid (MAR), que aglutina a grupos de extrema izquierda y de ultraizquierda, y acudieron anarquistas (los más violentos y sin estar adscritos a nada ni nadie), miembros de Izquierda Castellana (partido castellanista y antifranquista), de Distrito 14 (barrio de Moratalaz) o de Distrito 104 (Latina)”, detallan fuentes policiales. Son colectivos que habían permanecido “más dormidos” por la pandemia.
“Hay un intento de algunos sectores de revivir el espíritu de la postsentencia [del procés]”, aseguran fuentes de los Mossos, con la plaza de Urquinaona como lugar emblemático. De hecho, en las marchas los servicios de información han detectado personas vinculadas al independentismo revolucionario, con amplia experiencia de incidentes callejeros en los últimos años, como el intento de asalto al Parlament o el hostigamiento a la jefatura de policía de Vía Laietana. Las mismas fuentes señalan que se suma el cansancio por la pandemia, negacionistas, sectores anarquistas y jóvenes buscando adrenalina.
No obstante, las manifestaciones de apoyo al rapero son diferentes de las de los últimos años. Sin banderas ni esteladas, sin pancartas y con mucha ropa oscura. “Estamos aquí por la libertad de expresión y de Hasél”, repiten cuando se les pregunta a los participantes. No hay más discurso ni organización. Y en Madrid también corean: “Aquí están los antifascistas”.
Tras los graves enfrentamientos, las convocatorias de manifestaciones en Cataluña han pasado de pedir la libertad del rapero Hasél a protestar por la represión policial.
Cuando se acerca la hora del toque de queda, la mayoría se van o actúan por libre. El martes en Barcelona, un joven reventaba los cristales de un camión de Mercadona, mientras sus compañeros reían: “Qué loco estás”. No se reclama la independencia ni se entonan los cánticos heredados del procés, más allá del clásico “prensa española, manipuladora”.
Pese a su juventud, algunos están curtidos en la lucha callejera y se organizan con agilidad para hacer una barricada y prender fuego a un contenedor, mientras hacen frente, esperan o buscan a los policías. Otros, inexpertos, gritan y disfrutan lanzando objetos sin ponerse a cubierto y sin preocuparse de quienes les observan. Tampoco existe la figura habitual del activista que llama a la calma en las propias filas. Son protestas sin directrices, que suman adeptos al final de la noche. Las calles siguen calientes.
“Yo esquivé el proyectil, mi amiga no”
“Estaba acabando y todo el mundo estaba muy enfadado”, relataba una joven, amiga de la chica que perdió el ojo derecho el pasado miércoles en los altercados de Barcelona en una entrevista en SER Cataluña. “El ambiente era de ganas de pelea, y yo y mis compañeros queríamos demostrar que estábamos enfadados”, contó. “Volcamos un contenedor de vidrio y empezamos a coger botellas y a tirárselas a los antidisturbios”, explicó. “Yo también lo hice”, reconoció, para añadir: “Tenía pinta de que iban a cargar”. “No había nadie delante de los antidisturbios, estábamos a una distancia muy grande”, describía. “En aquel momento, tengo toda la culpa, porque aun tenía unas botellas, me acerqué a la policía y continué tirándolas, aunque no llegaba a ellos”. Y finaliza: “Uno me apuntó. Yo esquivé la bala, mi amiga no”.
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