El feliz rescate en Nochebuena de una familia que se refugió en una cueva tras perderse en la montaña
Un equipo de emergencias auxilia a cinco personas, entre ellas una niña de siete años, extraviadas en Cantabria
Lo que comenzó como un bonito paseo para hacer hambre antes de la cena de Nochebuena casi termina en tragedia. Una familia que transitaba por una ruta de montaña en Cantabria tuvo que ser rescatada por los equipos de emergencias tras perderse y refugiarse en una cueva. El dispositivo que localizó la guarida improvisada, cuando la hipotermia ya era una realidad más que una amenaza, se encontró con una niña de siete años en el grupo. Había que sacarla de allí. Multitud de mantas térmicas, unas galletas y la diligencia de los bomberos consiguieron que todo quedara en un susto y que esta familia de madrileños no recuerde lo ocurrido como una pesadilla antes de Navidad.
Uno de los bomberos que participaron en el rescate, Óscar Briz, explica que la primera llamada de aviso llegó hacia las siete de la tarde, cuando la familia informó de que se habían desorientado y necesitaban ayuda. Briz relata que su patrulla, formada por cuatro compañeros, llegó a Ajanedo, en la comarca conocida como Valles Pasiegos o de Villacarriedo, casi a las diez de la noche. Medio mundo cenaba con sus seres queridos mientras un dispositivo integrado por los profesionales del Gobierno cántabro, guardias civiles, personal de Cruz Roja y agentes forestales procedieron a buscar, entre la oscuridad y la lluvia, la geolocalización que los desaparecidos les habían enviado. Un equipo de 12 personas para peinar un paraje abrupto, de senderos “de roca pura” y mal señalizados en un espacio conocido como la ruta de La Canal de la Haya, que tiene forma de anillo pero puede dar pie a despistes, sobre todo entre inexpertos en la materia.
Briz destaca que es un entorno donde abundan las simas y que cualquier paso en falso puede ser fatal. El rastreo avanzaba sin noticias hasta que casi a las tres de la madrugada localizaron a la familia, que encontró su particular portal de Belén en un pequeño refugio en una cueva. Allí trataban de protegerse del frío sin apenas contar con ropa adecuada y mientras caían los copos de nieve. Dos adultos, dos jóvenes de unos 17 años y una niña de siete, detalla el bombero, esperaban recibir socorro junto a su perro, una estufa natural clave para intentar conservar la temperatura.
“Eran condiciones un poco lamentables, estaban helados y les tuvimos que dar mantas térmicas y comida porque no tenían alimentos”, destaca el bombero, cuyos hombros fueron el medio de transporte para acarrear a la pequeña, aterida, con cara de susto y “en estado hipotérmico”. La niña, que llegó a quedarse dormida en la inesperada guarida, mostró entereza, aplaude Briz, pues una vez recobró las fuerzas y el ánimo gracias a unas galletas “se portó como una campeona” y pudo cubrir parte del camino agarrada de la mano de su salvador.
El bombero advierte de que la intervención se hizo con la máxima prisa posible, dentro de las garantías de seguridad, y que sus colegas y él tuvieron que dejar atrás a los agentes de la Guardia Civil. El recorrido, en la oscuridad y a horas intempestivas, albergó conversaciones de todo tipo. El caso era entretener a la menor, que protagonizaba la avanzadilla mientras sus padres y sus parientes iban un poco detrás de ellos. La bajada, de más de dos horas, se hizo más amena una vez que la pequeña le iba narrando a su rescatador qué tal le iba en el colegio, qué le había pedido a Papá Noel y, de vez en cuando, le pedía unas galletas.
Unos vídeos que grabó el bombero muestran la complejidad del terreno que tenían que sortear y registran la voz de la chica, que confiesa la gravedad de la situación con la inocencia de los niños y una sonrisa en la boca: “Menos mal que habéis traído galletas, yo me moría de hambre ya”. “¿Y te has quedado dormida?”, le pregunta el adulto. “Sí”, responde ella como si tal cosa.
La intervención se saldó sin incidentes, a las 5.15, y el grupo llegó a Ajanedo sin más percances. Una vez allí, se cambiaron de ropa y empezaron a atisbar la normalidad después de su difícil Nochebuena. Óscar Briz asegura que en 12 años de trabajo nunca había tenido que realizar una labor así en fechas señaladas como estas y entre condiciones climatológicas particularmente extremas. Lo único parecido con el resto de las Nochebuenas del mundo fueron las galletas.
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