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Zarzuela optó por la cautela con respaldo de La Moncloa

Sánchez y Calvo han estado encima del discurso hasta el último momento para ayudar a proteger la Monarquía

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, en el Congreso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, en el Congreso.J.J.Guillén (EFE)
Carlos E. Cué

Las expectativas eran muy altas, pero La Zarzuela llevaba semanas avisando al Ejecutivo de que ellos son partidarios de un lenguaje más cauto, siempre con formas elípticas y sin mencionar directamente el escándalo del rey emérito, origen del mayor desgaste de imagen de la Monarquía desde el caso Urdangarín. Finalmente, los consejeros del rey Felipe, con el jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, a la cabeza, optaron por una vía intermedia para referirse al asunto clave del discurso de Nochebuena: ni lo evitan por completo, ni lo citan abiertamente.

Se usa una fórmula que se puede entender —al decir “por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares” parece evidente que Felipe VI se refiere a su propia familia, esto es, a su padre— pero sin el lenguaje directo que muchos en el mundo político esperaban.

En vídeo, las palabras del Rey Felipe sobre los lazos familiares.Vídeo: CASA REAL / QUALITY

En el Gobierno también trasladaron la idea de que ellos estaban reclamando a La Zarzuela un lenguaje muy directo, alejado de la habitual contención. Pero la Casa Real se mantuvo fiel a su línea y el Gobierno finalmente aceptó la redacción del discurso, que siempre supervisa.

En el Ejecutivo hay división de opiniones sobre el contenido final de este texto. Mientras algunos miembros creen que es suficientemente claro y la respuesta esperada del jefe del Estado a un asunto que afecta directamente a la institución, otros creen que se podía haber sido mucho más cristalino para lanzar el mismo mensaje de ejemplaridad, pero con palabras más directas que impliquen separar con claridad la figura de Felipe VI de la de Juan Carlos I.

Este debate sobre la profundidad del mensaje se produce dentro del sector socialista, porque en el lado de Unidas Podemos, que ha quedado al margen de la negociación entre La Moncloa y La Zarzuela, se exigía un mensaje muy claro de reconocimiento del escándalo y petición de excusas, algo muy alejado del resultado final.

Pero en cualquier caso, al margen de las opiniones internas del Ejecutivo, la decisión de La Zarzuela de optar por una alusión indirecta al escándalo cuenta con la sanción oficial del Gobierno, que después de debatir mucho asumió el texto que venía del equipo de Felipe VI con algunas observaciones menores.

Este asunto especialmente delicado lo han llevado con gran secretismo un grupo muy reducido de personas en La Moncloa. La interlocución directa la ha mantenido la vicepresidenta Carmen Calvo con Jaime Alfonsín, que son los que han hablado abiertamente de las ideas que debía contener el discurso. El presidente, Pedro Sánchez, ha seguido de cerca esas conversaciones y ha supervisado el texto. Iván Redondo, el jefe de Gabinete, también ha estado encima, así como Félix Bolaños, secretario general de Presidencia. Entre los cuatro conforman el corazón del poder en La Moncloa.

El escándalo del rey emérito era el único asunto susceptible de causar diferencias entre el Gobierno y la jefatura del Estado, porque el corazón del discurso, centrado en la pandemia y sus dramáticas consecuencias, no generaba ningún disenso. Este año, además, el rey Felipe y su equipo han decidido dejar fuera por completo el problema catalán, algo que sin duda habría podido generar algún ruido entre el Ejecutivo y la Casa Real, puesto que se trata de una cuestión políticamente muy sensible. Salvado el posible escollo de Cataluña, solo quedaba el tema del emérito. El Gobierno aceptó finalmente lo que venía de La Zarzuela, aunque a varios de sus miembros les habría gustado una mayor claridad.

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