La sorpresa que no sorprende en Euskadi
EH Bildu se ha beneficiado como nadie de la fidelidad de su voto ante una abstención histórica
Es una realidad que hay asuntos que no se perciben del mismo modo desde la periferia que desde el centro o, siendo más precisos, desde los medios vascos y los nacionales. Uno de ellos es EH Bildu, la sorpresa de las elecciones vascas al saltar de 18 a 22 escaños y lograr 26.000 votos más que hace cuatro años, cuando los demás partidos, a excepción de Vox, han retrocedido en sufragios. Una sorpresa menor en Euskadi que en el resto de España.
Si alguien creyó el discurso de Pablo Casado en la campaña electoral de que EH Bildu se identifica con ETA, lo sucedido el domingo sería pavoroso porque casi uno de cada tres vascos habría votado a la banda terrorista. Afortunadamente, ni esa es la percepción existente en Euskadi ni la realidad. EH Bildu se ha beneficiado como nadie de la fidelidad de su voto ante una abstención histórica, del 48%, en el campo favorable de unas elecciones autonómicas. También, a diferencia del PNV, se ha beneficiado del voto joven al ganarle a Elkarrekin Podemos la disputa que mantenían desde 2015. Muchos jóvenes vascos tienen una percepción de EH Bildu muy diferente a la que ofrecen el PP de Casado y sus medios afines. El Observatorio Vasco de la Juventud señalaba en 2019 que Bildu y Podemos son los partidos mejor valorados por los jóvenes, que perciben en la formación abertzale una identidad ecologista, feminista y social, totalmente ajena a ETA. Lo reseñaba el domingo un reportaje del periodista de EL PAÍS Juan Navarro.
EH Bildu es un partido con importante presencia femenina y en la última legislatura, con los retos económicos agravados por la pandemia, ha primado el discurso social sobre el identitario. También en las Cortes. Desde Euskadi se percibía el contraste entre su colaboracionismo con el Gobierno en pleno estado de alarma frente al discurso de tierra quemada de Casado y Vox. La figura polémica de Arnaldo Otegi también tiene percepciones distintas. Desde fuera de Euskadi solo queda en la memoria su historial impresentable de participación y colaboración con ETA. Pero en Euskadi tiene una memoria añadida: su trabajo de convencimiento en la izquierda abertzale, entre 2006 y 2011, para apostar por las vías políticas y contra el terrorismo.
EH Bildu es un partido legalizado, que rechaza en sus estatutos la violencia de ETA y participa en los Parlamentos. Algunos de sus dirigentes tienen una deuda pendiente con las víctimas del terrorismo, asumida por una mayoría de vascos: la autocrítica por su pasada complicidad con ETA. Por ello, Bildu paga un precio, el rechazo de los partidos a su participación en el Gobierno autónomo mientras no cumpla ese requisito. De modo que ni el PNV ni el PSE se plantean gobernar con Bildu. También carece de un proyecto territorial, con una apuesta soberanista sometida a avatares que le descoloca.
En todo caso, esta es una cuestión a dirimir en el debate político. No en los tribunales como pretenden algunos.
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