Tan simple como nutritivo
El hombre de la barba podría ser cualquier hombre. Lo habría sido para usted y para mí antes de que unas elecciones lo convirtieran en el alcalde de la ciudad más importante de EE UU. De hecho, espera su turno para comer cualquier cosa en un local cualquiera del Bro...
El hombre de la barba podría ser cualquier hombre. Lo habría sido para usted y para mí antes de que unas elecciones lo convirtieran en el alcalde de la ciudad más importante de EE UU. De hecho, espera su turno para comer cualquier cosa en un local cualquiera del Bronx neoyorquino. Por cualquier cosa, en estas circunstancias, nos referimos a un sándwich de huevo y queso. Observados desde la perspectiva actual, ni el hombre es cualquier hombre ni el sándwich es cualquier sándwich. Da la impresión de que la foto, obtenida a finales de octubre, hubiera ganado en decibelios.
—Sé que me estás viendo, sube el volumen.
Este hombre cualquiera es el hombre que va a congelar el precio de la vivienda en esa ciudad imposible, el hombre que va a subir los impuestos a los ricos, el que va a proporcionar guarderías y transporte público gratis a sus habitantes. Un guiso programático de pocos ingredientes, pero de muchas calorías. Ha ganado las elecciones por eso: por las calorías de su promesa electoral.
El sándwich, por su parte, ha devenido de repente en un bocado exquisito, además de energético. La imagen, vista hoy, parece haber capturado esa grieta cuyos bordes separan el deseo de la realidad. No hay retórica ahí, no hay grandilocuencia, solo envases de comida para llevar y una luz fría que da lugar a un juego de luces y sombras sobre el rostro del hombre que permanece a la espera del sándwich y del poder. El sándwich está ya digerido y el poder conquistado. Quienes aguardan ahora son los votantes a los que prometió un menú tan simple como reparador. A ver si cumple.