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Rosalía: “Llevo preparándome toda la vida para esto”

En ‘Lux’ la cantante y compositora transita hacia la espiritualidad a través de la vida de distintas mujeres que habitan el ideario de religiones como el catolicismo o el islam. En una extensa entrevista con ‘El País Semanal’ habla de su momento vital, pero también del conflicto de Palestina o de la serie ‘Euphoria’

Pasan unos minutos de las diez de la mañana del sábado 18 de octubre de 2025. Rosalía Vila Tobella (Sant Esteve Sesrovires, 33 años) se sienta en un sofá de una de las salas de este estudio fotográfico al norte de Madrid. Está cansada, lleva días durmiendo poco (y lo que le falta). Pero tiene unas ganas enormes de hablar de su cuarto disco, Lux, del que en este momento ya está medio mundo teorizando sin haber escuchado una nota de él —saldrá (salió) el 7 de noviembre—. ...

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Pasan unos minutos de las diez de la mañana del sábado 18 de octubre de 2025. Rosalía Vila Tobella (Sant Esteve Sesrovires, 33 años) se sienta en un sofá de una de las salas de este estudio fotográfico al norte de Madrid. Está cansada, lleva días durmiendo poco (y lo que le falta). Pero tiene unas ganas enormes de hablar de su cuarto disco, Lux, del que en este momento ya está medio mundo teorizando sin haber escuchado una nota de él —saldrá (salió) el 7 de noviembre—. Un nivel de análisis abrumador, que en ocasiones dice más del que lo formula que de quien es su objeto. Rosalía no es solo grande, es importante. Con todo lo que eso conlleva en la era del evento y la hipérbole.

Se sienta, habla bajito y pausado. Cuando se emociona o quiere enfatizar algo, se remueve sobre el sofá, o incluso pega un pequeño brinco que hace que suframos por el móvil que está grabando junto a su regazo. En los últimos dos años hemos sabido de ella mucho más por lo que ha querido que sepamos de ella la prensa del corazón (o la económica) que por lo que la cantante ha propuesto. Esto va a cambiar. Ya está cambiando.

Antes de sentarnos con Rosalía, hemos podido escuchar el álbum en dos ocasiones en las dependencias de su sello en Madrid. Son 18 temas (15 en la versión digital y 3 más en las físicas) en los que las orquestaciones toman un papel central —Concha Piquer entrando en el Liceu vestida de McQueen—, no hay loops, no hay apenas electrónica (cuando aparece, lo hace de forma o muy sutil o muy agresiva). Pero está Dios. Él mismo y la idea de él mismo que ha erigido cual templo Rosalía a partir de infinidad de lecturas religiosas, sobre todo, de figuras femeninas clave en el devenir de los distintos credos que habitan este mundo.

La fe y el Todopoderoso han estado siempre presentes en su obra, pero jamás con esta centralidad musical, ética y estética. En un afán por no limitar el discurso a una fe y también enfatizando que la catalana es una artista global como solo se puede ser en la era de internet, el álbum contiene versos en hasta 13 idiomas. Hay arias, hay copla, hay rumba, hay canto lírico, hay guiños a la música sacra contemporánea e incluso al Yeezus de Kanye West, disco en el que hace más de 10 años participó Noah Goldstein, uno de los dos brazos ejecutores —el otro es Dylan Wiggins— que han ayudado a Rosalía a completar esta obra catedralicia. Se ha grabado en Barcelona, Sevilla, Montserrat, París, Los Ángeles, Nueva York y Miami. Colaboran Sílvia Pérez Cruz, Estrella Morente, Björk (con quien ya se unió en el sencillo ‘Oral’ en 2023), Yves Tumor, Yahritza, Carminho, Guy Manuel de Homem Christo (miembro de Daft Punk), la Orquesta Sinfónica de Londres, el coro de la Escolania de Montserrat y el Orfeó Català.

Si El mal querer traía el flamenco al mundo del r’n’b, el trap y el hip hop del siglo XXI y terminaba inspirando a toda una generación de artistas, y Motomami llevaba hasta sus confines creativos —casi rozando el más gozoso absurdo— los sonidos latinos y urbanos, Lux es una apuesta orquestal extremadamente personal que empieza y acaba en su autora, algo muy raro de ver en el mainstream musical. Es casi un bien cultural.

En una era en la que los productos son cada vez más homogéneos, que alguien alcance la centralidad con este tipo de discurso puede resultar sorprendente, pero solo lo es si se ignora que hay una enorme facción del público que ha crecido con un consumo musical omnívoro y desprejuiciado; para bien y para mal, desprovistos de cualquier bagaje histórico, lo que provoca una rotura en el continuo cultural, pero favorece que algo como Lux —luz en latín— tenga el potencial de ser universal.

Tal vez este público no se sabe la discografía de David Bowie de memoria y le parece igual de bien o de regular Maná que The Clash. Pero no se asusta ante una mezcla de aria con rumba o si le enseñas un estribillo y luego se lo escondes para nunca volver a sacarlo. Incluso recibe con los brazos y los DM abiertos —y unas ganas tremendas de ser protagonista del evento del momento— que se presente como sencillo de adelanto de un disco llamado luz un oscuro tema en inglés, castellano y alemán que suena a cruce entre Emma Shapplin, Kate Bush y Diamanda Galás. Tras arrancar como un trueno de marcialidad casi wagneriana —pero, sobre todo, con aires de Vivaldi o del Bach más sacro—, el corte se va desintegrando en dos actos frente a tus ojos y alrededor de tus oídos. Lo primero que hemos conocido del disco celestial de Rosalía ha sido un infierno con nombre de club berlinés de tecno (Berghain) en el que, al revés de lo que se le supone a la morada de Belcebú, es complicado entrar, pero, una vez dentro, uno ya no quiere salir nunca más. Tal vez el infierno es simplemente los cimientos del cielo. Tal vez, como canta Björk, solo saldremos de esta con una intervención divina.

(—La fem en català?

—Com vulguis, per mi sí)

¿Cómo nace un disco así?

He buscado la respuesta para esto, para cuando me lo pregunten. Pero no la tengo. A veces las cosas pasan sin que uno lo sepa. Creo que, en este tipo de proceso, uno no es consciente y sin darse cuenta ya lo está empezando. Siempre he tenido una conexión con la espiritualidad y siempre he sentido curiosidad por los lenguajes, y así, poco a poco, he ido rodeándome de lecturas concretas, escuchando más discos clásicos, aunque cuando estudiaba música ya estaba rodeada de músicos clásicos. La palabra lux siempre ha estado rondando mi cabeza. De golpe, vi por qué pensaba tanto en ella. Y todo eso estaba ahí mientras sucedía la gira de Motomami. Fue un: ahora me dejaré sentir así, componer desde este sitio, ahora es el momento.

¿Era el momento de ir hacia dentro?

Sentía que llevaba muchos años enfocada en hacer cosas hacia fuera y tenía ilusión por ir más adentro, sí. Ostras, que hace tiempo que no dejo espacio para leer tanto como me gustaría y como antes hacía; ostras, hace tiempo que tengo esta necesidad. A veces hago los proyectos alrededor de aquello que quiero vivir y experimentar. Te puedo decir que ha sido un año solo de letras: leer y escribir letras. Otro año solo arreglos, producción, grabación. Ese año de letras y leer ha sido un periodo de aislamiento, de estar en casa y no hacer otra cosa. Básicamente, simplificar mis días al máximo. Ir al gimnasio por la mañana, hacerme el desayuno y literalmente tumbarme y escribir. Yo no puedo escribir sentada, solo tumbada. Tumbada, apoyada la cabeza, el ordenador en el regazo… Así el día entero.

¿Un proceso así imprime carácter?

Te diría que mi personalidad es mucho más social de como yo vivo mi vida. Disfruto mucho estando con mis amigos. Pero mi camino me lleva hacia otro lado, mi misión me lleva a lo contrario. Entonces, me encuentro durante un año lejos del sitio donde nací, de mi familia, de mis amigos, aislada. La mayor parte de este disco lo he hecho en Los Ángeles. Es como si no pudiera salir de otro modo. Personalmente, yo preferiría poder hacer letras yendo al estudio, hangeando con mis amigos en el estudio. Porque así es un proceso más placentero, pero de ese modo no sería capaz de producir esto. Con los años he entendido cómo es mi proceso.

¿Cómo se hace un disco en el que hay versos en hasta 13 idiomas?

No los hablo y no es lo natural. No tengo un hebreo perfecto, claro. Para empezar, es cuestión de vomitar y luego pulir. Sacar hacia fuera, escribir, hacer sketches: qué quiero decir, pulirlo. Luego usaba Google Translate, o lo mandaba a un traductor y le decía: “Escucha y dime las maneras que tengo de decir estas cuatro frases”. Entonces, me daba opciones, tres, cuatro, y yo decía que ninguna, a nivel de métrica, fonética o musicalidad, funcionaba. Y lo rehacía: vale, no podré decirlo así, pues lo diré de este otro modo. Otra forma era que yo les mandaba 20 opciones de palabras y preguntaba cómo podía decir eso en su idioma. Vale, tienes estas. Vale, esta funciona, pero no rima. Vale, cambio esta frase. Vale, vamos a colocarlo aquí. Era un puzle, un puzle eterno, ¿sabes? Y a veces intentaba también leer en otros idiomas, poesía escrita por estas santas que habitan el disco. Ver su forma de escribir, intentar empaparme de todo esto. Había palabras que a veces venían. Y pensaba: viene esta palabra y por algo será. Vale, tal vez tiene un sentido, debo hacer algo porque debe decir algo.

¿Enfrentar un proceso así tiene el riesgo de que nunca acabe, de que nunca se sienta completo?

Cuando escribo una canción hay espacios que quedan en blanco. Vuelcas y no hay una totalidad de cómo será el resultado final. Hay que encontrar qué falta, rellenar huecos y, si lo dejas ahí un poco, tal vez llega eso que ayudará a llenarlo. Creo que siempre hay un resquicio. Yo sé que mi obra será imperfecta porque es humana y lo acepto desde el principio.

Es un disco espiritual, ¿y politeísta? O, al menos, ronda la idea de que en este punto de la historia la religión debería entenderse más como algo que se compone uno mismo a partir de las fes existentes. ¿O es esto tal vez sobreanalizar?

Me gusta mucho la idea. Debo estudiar esto. De hecho, me encantaría empezar a ir de oyente a Teología en una universidad, eso me fliparía. Si tuviera tiempo suficiente… No sé, tal vez en unos años. Me atrae la idea de posreligión, de que puede haber una forma más inclusiva y abierta de entender la fe y la espiritualidad. Para mí, hay ideas en distintas religiones en las que yo resueno. Resueno en el budismo, en el islam, en el cristianismo, en el hinduismo. Creo que todas tienen cosas en las que yo me siento. Resueno. Lo de poner la cabeza en el suelo es algo que me resulta muy poderoso, también lo de ser más compasivo, más capaz de perdonar. Diego Garrocho dice que las relaciones humanas que valen la pena están atravesadas por la experiencia del perdón. Y dice que la familia es un espacio de perdón, la amistad es un espacio de perdón, las relaciones románticas son un espacio de perdón. El deseo es la base del sufrimiento. Creo que cada religión te da cosas diferentes y me interesan todas por igual.

¿Podemos meter todo esto en 18 canciones?

A mi relación con Dios no me atrevería a ponerle palabras, pero si puedo atreverme a eso es haciendo un disco, componiendo canciones. Es un ejercicio que siempre tendrá imperfecciones. El amor que yo siento y mi conexión con lo espiritual…, la mejor manera que tengo de expresarla es haciendo canciones. Las religiones son al final contextos de los que las historias de estas santas forman parte. El disco es un disco sobre el amor, que llega inspirado por las vidas de estas santas, por la mística femenina. Son santas de todo el mundo y sus contextos son de culturas distintas, provienen de religiones diferentes, y todo esto me ha permitido aprender, que es lo que al final me hacía más ilusión; ampliar mis horizontes y mi idea de la espiritualidad. Creo que este también es un disco sobre el otro, sobre cómo entender al otro.

¿Hay generosidad en Lux?

Ojalá. A ver cómo puedo entender al otro y cómo puedo incluso hablarle desde su lengua. Y no caben en un álbum todas las lenguas del mundo y ojalá cupiesen todas de una forma natural. Pero un disco tiene el espacio que tiene y debes jugar con la musicalidad de forma orgánica y honesta. Mi ilusión era meter aquí el mundo entero. Si cupiera… Cuando canto “quepo en el mundo y el mundo cabe en mí”, es que me siento así. Eso está inspirado en Rabia al Adawiyya, que era una sufí, una rama del islam muy mística que me interesa mucho. Me gusta la idea de entender a Dios por Dios mismo y no desde el miedo o la recompensa. Acercarse a Dios por Dios mismo. Siento que mis penas son las mismas que alguien siente en Japón, aunque tal vez lo explica de otro modo. Aquí tenemos la cuarteta octosílaba que se utiliza en el flamenco, y allí tienen los haikus. O sea, sí tengo la curiosidad de entender las distintas formas que hay de explicar lo que sentimos, que es probablemente lo mismo.

¿La curiosidad sigue siendo el principal motor de su carrera?

Si, sí…, 100%. Totalmente de acuerdo.

¿Qué papel juega la oscuridad en un disco tan de luz como este?

Pienso que para explicar la luz probablemente deba haber oscuridad. Hay que dejar espacio para explicar la oscuridad. Pau Luque, que me flipa, dice: “El artista que camina al lado del diablo poniendo la mano sobre su hombro puede expandir nuestro entendimiento de la vileza”. Como Nick Cave, que da voz al villano, yo intento entender y empatizar con el villano. Creo que soy capaz de empatizar con el otro, con la luz y la oscuridad. Desde ahí puedo hacer un disco más completo y puedo llegar a explicar mejor la luz. Hay cuatro movimientos en el álbum. El primero es la partida; marchar, salir de la pureza. El segundo tiene que ver con la gravedad y con ser amigo del mundo, de lo mundano. El tercero es la gracia, ser amigo de Dios. Y el cuarto es la despedida y la vuelta a casa.

Termina fabulando sobre su propio funeral. No sé si es usted muy joven aún para empezar a fantasear con eso…

Es que es una fantasía: ¿cómo será? Tenía esa pregunta y veía que en las santas muchas veces se da el trayecto de una vida poco convencional y celebrada tras la muerte y el sacrificio. Me resulta muy interesante que a veces te celebren solo tras la vida. Además, la muerte estaba muy presente cuando leía estas hagiografías. Me resultó muy inspirador pensar en cómo sería mi propio entierro. ¿Qué querría yo si pudiera escogerlo? Pues preferiría que se lo pasaran bien, que disfrutaran. Aquí hay algo más personal, pero a lo largo del disco busco el sweet spot, ese equilibrio o la línea desdibujada entre lo personal y lo universal. Y luego está el ejercicio de escribir en primera persona desde el punto de vista de Dios. Como sé que es absurdo, lo hago desde el sentido del humor.

¿Es importante que en ciertos momentos Lux se destense un poco?

Sí, porque si no un álbum con este tipo de temáticas podría resultar demasiado denso. En todo momento está la ilusión de que no sea tan denso. Intentarlo, por lo menos.

También parece haber una clara vocación por evitar abusar de los beats y los loops. Apenas hay electrónica, ni tampoco demasiados elementos de percusión.

Hay una intención absoluta de evitar cualquier tipo de loop. No hay samples, solo Patti Smith al final de ‘Yugular’. Luego hay un sample interno creado por nosotros en el estudio. Hay una intención muy clara de hacerlo todo desde lo humano, muy humano hecho por humanos, tocado por humanos. Si hay un elemento más electrónico es solo para apoyar, como textura. La IA es inexistente en este disco. En un momento pensé: mira, vamos a aprovechar que existe la IA, vamos a decirle que escriba un verso, a ver qué tal lo hace. El resultado fue absolutamente decepcionante. Muy interesante la IA, pero de momento este disco está hecho por humanos.

Puede sonar a idiotez, ¿pero es este el álbum más lleno de música que ha grabado?

Es el disco en el que más intención hay de que rebose composición. Hay un esfuerzo compositivo mayor que en cualquiera que haya hecho antes.

Las estructuras, además, son casi siempre poco lineales. Hay canciones que se escapan.

En mí hay una ilusión por hacer estructuras pop, pero mis inquietudes como músico me llevan a despedazar, rehilar, componer, recomponer. Había un punto que buscaba estas estructuras pop, pero todo lo que quería decir y el reto con los idiomas me obligaba a crear estructuras nada convencionales.

¿Cómo ha crecido el papel del piano en su forma de componer?

Creo que es el instrumento con el que más compongo. La voz es mi instrumento y los discos están armados alrededor de mi voz, pero el piano es lo que me permite escribir temas como ‘Mio Cristo’. Me tiré un año hasta que llegué al estudio y les dije: “Chicos, ya tenemos mi aria”. El piano ayuda porque voy buscando siempre dónde la armónica podría convivir con la melodía. Al piano me lo tomo muy en serio.

¿Hay algún instrumento con el que se relaje?

El bajo. Lo toco por gusto, me dejo gozar, es muy agradecido. No debo apretar mucho para que suene, puedo dejar los dedos deslizarse. No me considero bajista, pero lo gozo.

¿Ha vuelto a disfrutar de cantar? ¿Lo echaba de menos?

Quería hacer un disco así, estirando mi voz hacia los extremos. Llevo preparándome toda la vida para esto. Mientras hacía el disco me acordaba de cuando iba con la profesora de canto ya con 18 años y me enseñaba canto lírico. Desde hace seis años estoy con Eric y me enseña a cantar ‘O mio babbino caro’… Y mira, ahora tal vez llegó la forma de componer en que uso mi voz de este modo. Si no lo haces, tu voz no será usada así. Debo hacer este viaje como compositora para poder expresarme como cantante.

¿Cómo se lleva todo esto al directo?

Tengo tres libretas con bocetos e ideas. Es la pregunta del millón. Un reto muy grande.

Pero…

Ya, ya…, habrá que ver si se puede.

¿Cómo que si se puede?

Cómo se puede… Mira, Motomami era minimalista y esto es maximalista, es como brutalista incluso. Cómo haces que esto funcione en directo, cómo lo haces viable.

Un desafío creativo y… ¿económico?

Uf, es que ya es un reto que flipas hacer un disco así porque tiene unas dimensiones… No sé ni cómo lo hemos logrado, hemos hecho malabares para sacar adelante una cosa así. Grabar con la Sinfónica de Londres, dos años de estudio en Los Ángeles… Realmente nos metemos en estos líos por el amor a la música, que si no, ¿de qué?

Si alguien pudiera actuar cuando acaben la Sagrada Familia…

¿La acaban en serio? ¿De verdad?

El año que viene dicen que finalizará la Torre de Jesús y hay un acto previsto para el 10 de junio.

¿El año que viene? ¿En serio? Ostras… Mmmm.

¿Requiere el directo de Lux de unos espacios propios, tal vez fuera del circuito habitual de conciertos y festivales?

Creo que un proyecto así podría llevarse a espacios donde mucha gente pueda disfrutarlo. Eso me da satisfacción. Tal vez llevarlo a un sitio donde se hacen conciertos, pero no así… Es un proyecto que te invita a interpretarlo en un entorno que no es el habitual. ¿Por qué las catedrales tienen tanta verticalidad?

Ahora empezamos a entendernos…

Te hacen pensar distinto, y este es un proyecto que busca esa verticalidad. Eso sí, es complejo. ¿Cómo aseguras que puedas ejecutar la visión?

¿En la era Lux la arquitectura es tan importante como los videoclips o los estilismos?

Sí, porque todo se piensa como un todo: los videoclips, la indumentaria…, pues ahora también la arquitectura. Como músico, si quieres hacer un proyecto de esta envergadura debes buscar la traducción a todos los elementos, y esto se halla en el proceso, no después. El disco enciende la mecha de cosas de otras disciplinas.

¿Por esto necesita usted ciclos más largos entre álbum y álbum?

Es que no puedo elegir, son los tiempos que piden los proyectos. Cuando estoy explicando no estoy haciendo. Y me gusta hacer.

¿Qué tal se lleva con las fechas de entrega?

Lo intento, pero las destrozo y las vuelvo a colocar con todo el respeto y el amor. Pero las destrozo. Me las creo de verdad, aunque no llego casi nunca.

¿Esperaba todo este revuelo en las semanas previas al lanzamiento?

Cuéntame, cuéntame, que he estado muy metida en cosas y no he prestado toda la atención. Tenía la ilusión de que si lanzamos una partitura estará la curiosidad de poder ver cómo suena, que al menos alguien la pillará y la tocará. Hay mucha gente que estudia música y de toda esta gente, pensamos, alguien querrá…, y eso me hace mucha ilusión. Mucha. Creo que es bonito que vaya desvelándose el disco poco a poco. Que no sea, venga, te lo lanzo aquí. Ir dando pistas, ¿por qué no? Es algo bonito.

Justo una semana antes de la entrevista —la redacción de este texto ha implicado romper en varias ocasiones el continuo espacio-tiempo— se publicaba una imagen de la cantante en una terraza de París leyendo la partitura de ‘Vissi d’arte, vissi d’amore’, aria perteneciente a Tosca, de Puccini. Un día después, subía a su Substack —la plataforma para creadores de contenido que está reviviendo el fenómeno blog— una imagen de la soprano Maria Callas fumando. El post empezaba con esta frase: “Yo digo que cantar es el ejercicio más bello que existe contra la gravedad”. El lunes 13, otro post en Substack mostraba una imagen de la partitura de un tema llamado ‘Berghain’, que supuestamente iba a pertenecer a su cuarto disco, del que aún no había fecha de lanzamiento. Al poco, las redes se inundaban de gente interpretando al piano, al violín o incluso al acordeón aquella partitura. Dos días más tarde, la catalana subía a su Instagram unas imágenes tomadas en Varsovia durante lo que se suponía había sido la grabación del videoclip de ‘Berghain’. En una de ellas aparecía con una camiseta en la que se leía “God complex” (complejo de Dios) y sujetando un filete empanado. Al día siguiente tenía una maravillosa conversación en el podcast Radio Noia de Primavera Sound junto a Mar Vallverdú en la cama del piso de esta en Barcelona. Y poco después, aparecieron carteles que anunciaban el disco en Callao (Madrid) y en Times Square (Nueva York). Podría ser la portada de Lux. Pero no lo era. Aún.

A la mañana siguiente de nuestro encuentro, se informa que el lunes 20 Rosalía va a realizar un directo de 90 minutos en TikTok. El evento, que llega a congregar hasta cuatro millones de seguidores, termina desvelando la portada de Lux en las pantallas de la madrileña plaza de Callao y arranca un nuevo frenesí de interpretaciones sobre esta nueva obra de la catalana. Para el recuerdo queda la imagen de la cantante conduciendo un Nissan GTR por Madrid, con un crucifijo en el retrovisor, música clásica a todo meter y fumando un cigarrillo. La estampa es solo comparable a aquella fotografía de 1986 en la que aparece Julio Iglesias —el otro gran músico global que ha dado España— en un avión privado, con una tortilla de patatas, un cubo de KFC y una botella de Château Lafite Rothschild que hoy valdría unos 10.000 euros. Durante toda esa semana Rosalía es sometida a un ejercicio de escrutinio que abarca desde las nuevas estrategias de marketing hasta el resurgir de la fe católica entre los más jóvenes o la reformulación feminista a través del empoderamiento de la fe.

El lunes 27 a las cinco de la tarde, ‘Berghain’, tema en el que colaboran Björk e Yves Tumor, ya está disponible en streaming. El puzle empieza a encajar, pero las teorías alrededor de Lux llegan a cotas nunca vistas tras aparecer el vídeo del tema, dirigido por Nicolás Méndez —ya firmó, entre otros, el icónico clip de ‘Malamente’ en 2018— y con cierto aroma a Lars von Trier. Y así, entre discursos que atribuyen a Rosalía la muerte del ateísmo y sesudos análisis de la escena de la casa de empeños del videoclip (una cuenta en X con apenas 500 seguidores alcanzaba el martes 28 por la mañana los 13.000 likes en su delirante hilo analizando el vídeo), pasarán los días hasta que finalmente se haga la luz.

¿Qué relación mantiene usted hoy con las redes sociales?

Te voy a ser sincera, es una relación ambivalente. Si no me dedicara a lo que me dedico, no creo que, hoy por hoy, tuviera redes.

¿Se le complica saber cuándo estar y cuándo no?

Hallo más comodidad cuando el proyecto está hecho y ya se comunica y comparte. Cuando haces un proyecto así te alejas de todo eso, no hay otra forma. Hay mucho ruido afuera. Y no sé hasta qué punto me siento cómoda añadiendo más ruido. Sé que vivimos una época en la que todo es el storytelling, el relato… Y lo entiendo, pero, lo repito, me gustaría más estar haciendo que explicando.

¿Y tomando partido?

A veces, en según qué contextos, es como si a los artistas se les exigiera que se posicionen, y claro, tiene sentido, pero a veces, si estás haciendo un disco… Mira, yo respeto mucho el activismo, el real. Pero si un artista está haciendo un disco no puede estar también haciendo un activismo con sentido y, entonces, soltar un story en redes no sé hasta qué punto es frivolizar. A veces parece que, vale, ya se ha hecho un story, check a nivel de conciencia, me siento cómoda y ya. Pero hay temas que son tan delicados que no me gustaría elegir las palabras de forma equivocada. No me siento cómoda con el pseudoactivismo de Instagram.

Pero lo que dice usted resuena, es así.

Ya, pero hay tanto ruido… ¿Añadiré algo? ¿Ayudaré a la acción, que es lo importante? O solo terminaré ayudando a que haya más barullo y más caos. Creo que no tengo la respuesta, por mucho que me lo pregunte. Eso sí, intento aprender cómo hacerlo siempre mejor, porque sé que tengo una responsabilidad. Me duele que el silencio se interprete como una toma de partido. ¿Por qué debe ser todo tan performativo? Un tema tan delicado como lo que está pasando en Palestina… Yo condeno el genocidio, es obvio. Como persona tomo una serie de decisiones en mi vida que públicamente igual no se conocen y no quiero reducirlas a algo performativo, porque mis redes son eso, el artista y la performance. Me sabe mal que al no ponerle palabras de forma performativa a una cuestión tan delicada y compleja como esta se pueda entender que has escogido bando.

¿Le dolió la polémica con el diseñador Miguel Adrover y el tema de Gaza que tuvo lugar este verano?

Pues realmente debo decirte que sí. Pero aprendo y cada día trato de hacerlo mejor. Me siento mucho más cómoda cuando tengo una conversación de tú a tú con una persona y hablar largo y tendido de algo que hacer un story. Me siento más cómoda, por ejemplo, sacando adelante una fundación. Entiendo que los otros tengan otras maneras de hacerlo, pero igual a la larga… Uff, no sé, es que es un tema…, el tema de las redes.

Acabemos con algo más divertido: Euphoria, en cuya tercera temporada usted actúa.

¡Muy bien! Un gran reto. Es que me flipa Sam Levinson, me flipa cómo lo hace. Es increíble ver cómo trabajan. Debía hacer mis frases y a la vez improvisar mucho, hablo también en castellano, en catalán. Es mi serie favorita. Me gustan mucho Succession y Severance, pero mi favorita creo que es Euphoria.

¿Han quedado cosas fuera del disco?

Se han quedado piezas fuera que creo que pueden ser algo en el futuro. Tengo ilusiones por ahí.

Créditos de producción

Estilismo Juan Cebrián
Producción Cristina Serrano
Maquillaje Isabella Ching
Peluquería Serpiente
Manicura Martina Martínez (Nailztomeetyou)
Diseño de set (y asistente de set) Adrià Escribano (y  Diego Lillo)
Asistentes de fotografía Andrés Paduano, Adrián Ramos y Noelia Soto
Asistentes de estilismo Paula Alcalde y Carmen Cruz
Constructor Wodom Studio
Asistente de producción Marina Marco

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