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La exposición de fotografía retro comisariada por un joven de 19 años

A pesar de estar en el momento en el que las imágenes, por su exceso y disponibilidad, solo parecen hablar de un presente que no parece tener fin, Max Saula ha logrado traer de vuelta un pasado visual heredado que sigue vivo

Max Saula (Barcelona, 19 años) nació cuando Google ya existía, Apple estaba a punto de lanzar su primer iphone y poco faltaba para el advenimiento de Instagram. Pertenece al sector de población de los nativos digitales, y por eso se esperaría de él que encarnara la brecha entre aquel viejo mundo y este nuevo en el que nos debatimos, marcado por la sobreabundancia de imágenes. Sin embargo, ...

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Max Saula (Barcelona, 19 años) nació cuando Google ya existía, Apple estaba a punto de lanzar su primer iphone y poco faltaba para el advenimiento de Instagram. Pertenece al sector de población de los nativos digitales, y por eso se esperaría de él que encarnara la brecha entre aquel viejo mundo y este nuevo en el que nos debatimos, marcado por la sobreabundancia de imágenes. Sin embargo, lo que Max hace con Heredar sueños, la exposición que ha comisariado en la galería Alta de Andorra, es cuestionar esta idea y proponer una utopía según la cual otra relación con la fotografía sigue siendo posible.

Es importante aclarar algo: Max es hijo de Pancho Saula, propietario de la galería y coleccionista de fotos, que lo ha educado en el respeto a la imagen del pasado. Así que no es casual que en su selección para la muestra primen las instantáneas del siglo XX. Comparecen la reflexión sobre la luz y el movimiento que prolonga las inquietudes de las primeras vanguardias artísticas (Gjon Mili), el guiño al pictorialismo clásico (Dorothy Norman), la energía del color urbano captado desde la ambición poética (Joel Meyerowitz), el instante como escultura hecha de tiempo y movimiento (Harold Edger­ton) o el detalle de la vida urbana convertido en fogonazo de contagiosa vitalidad (Weegee). Reconforta comprobar que nada de esto ha perdido su vigencia, y que todavía podemos tejer vínculos afectivos con las imágenes. El mundo de ayer, parece decirnos el joven Max Saula, sigue vivo en el de hoy.

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