De ruta por Las Merindades, un paseo fascinante regado por el Ebro
De los casi mil kilómetros que recorre el río Ebro, cerca de 125 discurren por Burgos. En esta provincia sube, baja y cambia de dirección generando un paisaje único, con desfiladeros, hoces y cascadas. Las Merindades es uno de sus tesoros mejor guardados. A continuación, una ruta para descubrir castillos antiguos, pueblos con encanto y la gastronomía local más auténtica

El norte de la provincia de Burgos ofrece una comarca llena de lugares fascinantes para los que se dejan seducir por la historia, la naturaleza y el agua. La ruta se vale del cauce del río Ebro como guía y como espina dorsal, que vertebra la región de este a oeste y lleva al aventurero de a pie por monumentos megalíticos, antiguos monasterios ⎯majestuosos pese a estar en ruinas⎯, castillos medievales y desfiladeros en los que poner a prueba el vértigo. Empezamos.
Nada más entrar en la provincia, el río deja su huella en el Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón, uno de los cinco espacios protegidos con los que cuenta Burgos en la península Ibérica, y de gran valor ecológico. Destacan sus brezales y sus bosques ribereños. El río y su afluente en la zona, el Rudrón, tallan un espectacular sistema de serpenteantes cañones de hasta 250 metros de profundidad. Es hogar de especies en peligro de extinción como el cangrejo de río, la trucha y los lobos ibéricos.
Dentro del parque, uno puede conectar con los antiguos habitantes de la región, que construyeron monumentos megalíticos como El Moreco ⎯situado en la localidad de Huidobro⎯, un dolmen de 27 metros de diámetro datado en el año 3.200 a. C. y que en 1954 se convirtió en el primer vestigio burgalés de este tipo identificado. Antes de su oficialidad, estas piedras ya eran conocidas por los habitantes de la zona, quienes habían forjado en torno a ellas un buen número de leyendas, como la que dice que aquellas mujeres que desearan quedarse embarazadas debían dar dos vueltas al contorno del Moreco.

Donde vivía el ermitaño
No lejos de Huidobro, aún dentro del parque, puede cruzarse el Ebro por un bello puente medieval que durante siglos resultó fundamental para conectar el norte con el centro de la península. Se alza en Villanueva-Rampalay (Valle de Zamanzas) y fue construido en el siglo XIII, aunque su estética gótica, con cinco ojos, es resultado de las reformas a lo largo de los siglos.
Tras dejar Villanueva-Rampalay, el Ebro toma rumbo norte, gira hacia el este por Tudanca para descender a continuación por el valle de Manzanedo. Aquí se ubica el eremitorio de San Pedro de Argés, excavado en la roca por encima del río. Datado entre los siglos VIII y X, además de como templo y vivienda para el eremita ⎯los ermitaños que buscaban una vida apartada de la sociedad⎯, sirvió también de cementerio, como demuestran las tumbas que se han descubierto en el entorno.
Aguas abajo, en el mismo valle, es posible acercarse al Monasterio de Rioseco, que tras siglos de abandono hoy tiene una nueva vida. Este cenobio, fundado en 1236, estuvo a punto de desaparecer devorado por la exuberante vegetación de la zona, abandonado tras la desamortización del siglo XIX. Durante años sufrió varios saqueos: desaparecieron columnas, sillares, esculturas y otros muchos elementos únicos que daban forma al edificio. Afortunadamente, a partir de 2008 la asociación cultural Salvemos Rioseco comenzó la restauración del monasterio que ahora es uno de los recursos turísticos más populares de la zona.
Comer en Las Merindades
A lo largo y ancho de esta comarca es posible degustar especialidades burgalesas como las carnes, los quesos o la miel. Merece la pena pedir en cualquier restaurante de Las Meridandes ternera, su producto estrella. La matanza, como en el resto de la provincia, es protagonista con manjares como la morcilla, el chorizo y los torreznos, presentes en las cartas de restaurantes y casas de comida tradicionales.
La región es conocida por su amplia variedad de quesos de vaca, de cabra y de oveja, especialmente de las churras, raza autóctona de Castilla y León. Muchas de las explotaciones se rigen por métodos ecológicos y naturales. La miel es otro de los productos que destacan en esta comarca, especialmente la de brezo, con un color más intenso.
Farallones y un castillo antiquísimo
El Ebro sigue su curso hasta llegar a Valdenoceda. Nada más cruzar el puente sobre el río, justo antes de llegar al pueblo, arranca la ruta del desfiladero de los Hocinos. Al principio, se camina por un bosque de ribera poblado de encinas, enebros, hayas y robles. Más adelante, hay momentos en los que el sendero desaparece y se avanza unas pasarelas ancladas a la pared, con el río bajo los pies. Y por encima, los farallones, esas grandes rocas altas y tajadas que sobresalen en las sierras de Tudanca y de Tesla entre las que el río se ha labrado este paso a lo largo de los años.
Tras dejar Valdenoceda, el río se abre paso por el valle de Valdivielso, por donde atraviesa el desfiladero de la Horadada, enclavado dentro del parque natural de los Montes Obarenes-San Zadornil. Durante siglos, este paso fue de vital importancia para el control de la zona. Por eso se construyó allí el castillo de Tejeda, a finales del siglo V o comienzos del VI, que fue utilizado hasta el siglo XIII. Es uno de los más antiguos de los que se conservan restos. Durante cientos de años, la naturaleza ha ido recubriendo el edificio de vegetación, hasta ocultarlo completamente. En 1981 se descubrió y, desde entonces, se va recuperando conforme a criterios patrimoniales. Las impresionantes vistas que se obtienen desde revelan la razón por la que aquellos pobladores decidieron esa ubicación para construir la fortaleza.

Avanzando por el Ebro, se alcanzan las ruinas del monasterio de San Juan de la Hoz, en Cillaperlata. Después llega Frías, a la que se accede por un célebre puente de estilo gótico fortificado, uno de los mejores ejemplos de este tipo de construcción. Aunque su edificación es de origen romano, fue reconstruido varias veces durante la Edad Media. Por él pasa la calzada que comunicaba entonces la meseta con la costa cantábrica y que ejercía de vía comercial. El puente se levantó como consecuencia de la repoblación realizada por Alfonso VIII.

Desde el mismo puente se puede admirar el castillo de Frías, sobre uno de los extremos del peñón que domina el Valle de Tobalina. La puerta de ingreso, de arco ojival y defendida por almenas y troneras ⎯las estrechas aberturas utilizadas para disparar⎯ es pequeña para su mejor defensa y cuenta con puente levadizo. Del interior se conserva el patio de armas desde el que se accedía a las ya desaparecidas dependencias del castillo. Al retomar el camino y salir de Frías, el Ebro serpentea hasta la cabecera del embalse de Sobrón, la meta de esta ruta por la comarca de Las Merindades. Esta represa, construida en 1961, es el hábitat de numerosas especies de aves, que próximamente, podrán observarse desde una embarcación turística propulsada por energía solar, un broche de lujo para una ruta cargada de paisajes conmovedores, sorprendente naturaleza y pueblos de fábula por el norte de Burgos.
Por el río, a pie

El GR-99 es un sendero de gran recorrido (con marcas rojas y blancas) que sigue el curso del Ebro desde su nacimiento en Fontibre (Cantabria) hasta su desembocadura en Riumar (Tarragona). Atraviesa la provincia de Burgos en seis etapas (de la quinta a la décima) que suman 134 kilómetros a través de parques naturales como las Hoces del Alto Ebro y Rudrón y los Montes Obarenes-San Zadornil, que permiten recorrer bosques, prados, humedales y cañones y desfiladeros que cortan la respiración.
