Primer plan: subir a la torre mirador

Catalogado como bien de interés cultural (BIC), este palacete situado en el corazón del barrio de San Carlos fue construido entre 1736 y 1745 por el comerciante sirio Juan Clat Fragela según el patrón neoclásico, con decoración barroca, que caracteriza a las Casas de Cargadores a Indias, fruto de la intensa relación comercial que Cádiz mantuvo con el continente americano. En esta su dueño alzó una torre en cada esquina para aumentar la monumentalidad del edificio. Desde las garitas de cada una ellas se divisaba el arribo de los barcos a puerto. Una triple arcada sustentada por columnas de mármol delimita las lindes de las cuatro viviendas, que permitían la vida en el interior del edificio, cada una de ellas abierta a la luz de un patio interior.

Además de servirle a Fragela como sede de su compañía, algunas de las casas poseían habitaciones que se alquilaban a comerciantes. Este negocio primigenio de hospedaje es el que ha hecho resurgir desde la torre noroeste el empresario Miguel Ramos Grossom, que ha bautizado incluso los dormitorios con los nombres de marinos ilustres de algún modo vinculados a Cádiz: Jorge Juan, Churruca, Gravina, Malaspina, Orelly, Alcalá Galiano y, cómo no, Juan Sebastián Elcano.

Los dormitorios, de sabor dieciochesco, tienen techos de hasta cinco metros de altura y vigas procedentes de un navío del siglo XVIII. Aunque la intervención arquitectónica ha modernizado toda esta parte del edificio, cada alcoba conserva un lienzo de muro en roca ostionera y ladrillos. La escalera del patio central conserva los antiguos ventanales de la galería acristalada. En sus costados se ordenan los salones para reuniones y cenas concertadas.

Porque, fuera de estos eventos, el hotel se mantiene en una etapa que podríamos llamar de arte y ensayo, donde se miden las preferencias viajeras y su función como foro urbano. Los servicios puramente hoteleros son mínimos, acordes a la categorización de gran parte de sus estancias como estudios-lofts y apartamentos turísticos.

En recepción, la amabilidad está fuera de duda. Aunque la única consulta necesaria por parte de la clientela, trámites registrales aparte y solo desde las 14.00 a las 22.00, es el camino directo a la torre mirador. Desde ella, mirando al océano, el huésped soñará a voluntad con aquellos marineros que zarpaban de Cádiz para hacer vida y fortuna en América.