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Islandia para neófitos Lagunas geotérmicas, cráteres cubiertos de nieve, glaciares y auroras boreales. 14 experiencias imprescindibles para el primer viaje a la isla volcánica El espectacular repertorio natural de Islandia es especialmente impactante en los pocos concurridos fiordos del oeste. Amplias playas de múltiples tonalidades flanquean la costa sur; abundantes colonias de aves; los elevados cabos de los fiordos que se precipitan hacia el mar y una red de carreteras rojizas que recorre la zona, añadiéndole una dosis extra de aventura. La última frontera es la península más septentrional de la región, Hornstrandir, con acantilados de vértigo (en la foto), zorros árticos salvajes y senderos que atraviesan naturaleza virgen, rozando el Círculo Polar Ártico. Johnathan Ampersand (Getty) La mejor forma de ver Islandia es alquilando un vehículo y recorriendo la Ruta 1 o carretera de circunvalación (conocida como Ring Road). Esta vía asfaltada de 1.330 kilómetros rodea la isla pasando por verdes valles llenos de cataratas, lenguas de glaciar que bajan de enormes campos de hielo, llanuras casi desérticas de sedimentos grises y campos de lava cubiertos de musgo. Supone todo un espectáculo y no hay que pasar por alto los desvíos; desde la Ring Road parten rutas secundarias (en la foto, una carretera local en las 'highlands' de Holasandur) que se adentran en el entorno natural islandés. Feifei Cui Paoluzzo (Getty) La laguna de Jokulsarlon, con una extensión de 25 kilómetros cuadrados, alberga una espectral concentración de icebergs azules. Esta balsa de agua que acaba fluyendo hacia el mar, situada cerca de la carretera de circunvalación, ha acogido rodajes de películas como 'Batman Begins' o 'Muere otro día', de la saga de James Bond. El hielo nace del glaciar Breioamerkurjokull, un ramal del imponente campo de hielo de Vatnajokull. Se puede navegar en barco entre los icebergs o dar un paseo por la orilla en busca de focas con las que agotar la memoria de la tarjeta de la cámara. Dennis van de Water (Getty) Todo el mundo quiere ver la aurora boreal, ese caleidoscopio celestial que transforma las largas noches de invierno en lámparas de lava naturales. Este asombroso fenómeno se forma cuando un destello solar resulta atraído por el campo magnético terrestre hacia el Polo Norte. El resultado es una serie etérea de luces verdes, blancas, violetas o rojas que danzan en el aire como silenciosos fuegos artificiales. Las mejores auroras boreales se dan en invierno, pero también pueden verse en las noches claras desde octubre (como la de la foto) hasta abril. Barcroft Media (Getty) El parque nacional de Vatnajokull, el más grande de Europa, ocupa cerca del 14% de Islandia. Aquí se encuentra el mayor campo de hielo que existe fuera de los polos, desde el que parten ramificaciones glaciales (en la foto el glaciar Breidamerjokull visto desde la laguna de Jokulsarlon) y bajo el que hay volcanes activos y picos montañosos. Una zona donde conviven fuego y hielo, con una admirable diversidad de paisajes, senderos y actividades al aire libre. Dispone de numerosos puntos de acceso; se recomienda entrar por Skaftafell, en el sur, o Ásbyrgu, en el norte. Martin Zwick (Getty) Dos preciosos fiordos aguardan en la costa este islandesa. El espectacular Seyoisfjorour (al fondo de la imagen) atrae más la atención, al hallarse a solo 27 kilómetros (asfaltados) de la Ring Road; además, recibe entre sus montañas un ferri semanal procedente del continente europeo. El bello Borgarfjorour Eystri está a unos 70 kilómetros de la carretera de circunvalación, y además buena parte del recorrido está sin asfaltar y repleto de baches. Ambos rebosan de esplendor natural y cuentan con numerosos senderos excursionistas. Brendan Meadows (agefotostock) A pesar de que la ciudad de Reikiavik es pequeña para los estándares internacionales, dispone de todo lo que uno puede esperar de una capital europea; prueba de ello es su elevado ratio de cafeterías por habitante, verdaderamente asombrosa. La dinámica social local se forja en estos sencillos locales que suben de intensidad al caer la noche, cuanto el té da paso a las copas y al baile. Los cafés y las cervezas artesanales se sirven con solemnidad a una clientela hipster por accidente, que viste viejos 'lopapeysur' (suéteres islandeses de lana). Bruce Yuanyue Bi (Getty) Si el viajero no dispone de mucho tiempo, la ruta Fimmvorouháls, de 23 kilómetros y que se completa en un día, saciará su sed de excursiones. Se parte de la reluciente catarata de Skogafoss (en la foto), primera de una extensa colección de saltos de agua. Después, se recorren los restos de la espectacular erupción del volcán Eyjafjallajokull en 2010, y más tarde se atraviesa una extensión de terrazas de piedra llenas de flores que termina en el sereno Porsmork, un paraíso para campistas rodeado por crestas glaciares. Putt Sakdhnagool (Getty) Con sus agrestes playas y campos de lava, la penínnsula de Snaefellsnes brinda una de las mejores experiencias en Islandia, ya sea durante una excursión de un día desde la capital o como escapada para un fin de semana largo. Julio Verne sabía lo que se hacía cuando eligió esta zona como entrada al centro de la Tierra. Los fans del 'new age' visitan la región para sentir su energía mística, y aunque el viajero no crea en los chakras de la tierra, sentirá la fuerza de la naturaleza en estas impresionantes costas. Paul Harris (Getty) Visitar la península Trollaskagi (en la imagen) es un placer sobre todo desde que los túneles conectan los pueblos de Siglufjorour y Olafsfjorour. El espectacular paisaje de la península recuerda más a los fiordos occidentales que a las colinas del norte de Islandia. Además de por sus vistas y magníficas excursiones, destaca por la curiosa piscina Hofsós, junto a un fiordo; las tiendas de productos locales de Lónkot; el museo del arenque de Siglufjorour; la observación de ballenas y los ferris que van a las islas Grímsey y Hrísey. Peter Adams (Getty) Acessible solo durante unos pocos meses al año, Askja es una gran caldera entre montañas con un icono paisajístico: un lago de color azul zafiro (en la foto). Para llegar se necesitan un todoterreno estándar y varios días de caminata... o apuntarse a un circuito super-jeep. Las excursiones por estas tierras altas del centro del país suponen vadear ríos, atravesar amplios campos de lava, contemplar majestuosas vistas de las montañas y disfrutar de algún chapuzón en aguas geotermales, sin nada de ropa. nikpal (Getty) Los símbolos de la fauna islandesa son sus dos criaturas más carismáticas: el frailecillo, que revolotea como un abejorro inquieto, y la imponente ballena, que surca las gélidas aguas del litoral. Resulta fácil contemplara ambas especies, desde tierra y desde el mar. La mejor zona para observar ballenas es Husavik (en la imagen), pero otras localidades del norte (como Reikiavik) también ofrecen cruceros para avistarlas. Existen colonias de frailecillos en numerosos acantilados e islas cerca de la costa islandesa, como Heimaey, Grimsey, Drangey, Latrabjarg y Borgarfjorour Eystri. Christian Gstoettmayr (Getty) El archipiélago de Vestmannaeyjar está a solo 30 minutos en ferri desde la costa suroeste de Islandia, pero parece estar mucho más lejos. Una serie de islotes que permiten descubrir aves marinas, escarpados acantilados y vistas fotogénicas de solitarias cabañas de pescadores sobre extensiones rocosas. El grueso de los más de 4.000 habitantes de esta región insular se concentra en Heimaey, una pequeña localidad con casitas azotadas por el viento y una escombrera de lava, conmovedor recordatorio del inestable paisaje islandés. Es famosa por sus frailecillos, ya que hasta 10 millones de ejemplares crían por esta zona. Getty Images