Invierno a bajo precio

Ya es temporada alta en el Pirineo aragonés. Su principal recurso turístico, la nieve, atrae a miles de esquiadores procedentes del centro y del norte peninsular. Y, claro, en tales circunstancias, los precios a pie de pista se resienten igual en el alojamiento, la manutención y las actividades complementarias. Hay que alejarse de las estaciones de esquí y buscar, abajo en el valle, habitaciones a 52 euros la noche. Como las que ofrece el hotel Real Jaca, un resguardo muy conveniente para vigilar el bolsillo cuando toca ir en familia y financiar los remontes, el equipo deportivo, los cursillos y las comidas, además del propio desplazamiento hasta la nieve.

Que nadie se confunda con lo que se va a encontrar en esta zona residencial tranquila de la ciudad, a media hora larga de Astún y Candanchú. Es un edificio anodino, diseñado con una estética pasada de años setenta, pese a que su construcción guarda una distancia de apenas una década. Se nota nada más entrar, con esa iluminación plana y desvaída de los hostales de época, cuando no se conocía tecnología apropiada para crear atmósferas. El suelo, resbaladizo, no resulta coherente en un destino de invierno. Las columnas, tan emperifolladas como el mobiliario, traspasa la lógica de las semanas navideñas. Las zonas comunes denotan un gusto exagerado por la estatuaria, incluso para soportar mesitas de cristal orondas.

A esta algarabía ornamental le secunda un alegre batiburrillo de jóvenes en viajes de semana blanca. Tampoco contribuye a la calma que el bar se llene cada tarde y que cuente con un televisor de muchas pulgadas en el centro.

Afortunadamente, el restaurante es más formal de lo previsible. Ofrece una cocina sin pretensiones, aunque en las dosis adecuadas para la práctica del esquí y resuelta con honradez.

De las habitaciones se puede decir algo y su contrario. Impersonales, neutras, espaciosas y bastante funcionales. Con camas grandes, pero con colchones plasticosos —no transpiran bien— y almohadas duras —se complementan con otras más blandas de cuarterones—. Los cuartos de baño, en cambio, son pequeños y algo tenebrosos, iluminados con un triste tubo de neón.

Por lo que respecta al servicio, cabe destacar su eficiencia, y punto. No se le puede pedir más a un hotel que en temporada alta se maneja a estos precios y mantiene a la clientela escolar contenta y en forma.