¡'Voilà' Canadá!
Nevada en invierno y animada en verano, la bilingüe Montreal cuenta con un mundo subterráneo con más de 30 kilómetros de pasajes y 3.000 tiendas. Y en Schwartz's, la mejor carne ahumada
Bajar del autobús en el centro de Montreal nos convierte en personajes de Alice Munro, en cuyos relatos siempre llega alguien de otra ciudad canadiense en autobús. Pero el primer bonjour nos sitúa en otro Canadá, el francófono (ellos dicen que Montreal es la segunda ciudad francófona del mundo, tras París, mais vraiment es la cuarta, tras la congoleña Kinshasa y la marfileña Abiyán). La nieve embellece Montreal (www.tourisme-montreal.org), pero hay que ir en verano, cuando la vida es lo que embellece la ciudad. Siempre podemos tomar del inviernísimo canadiense la reliquia de una postal con nieve. Calles amplias, espacios inmensos, menos mezcla de la que nos habían dicho, van conformando el primer bosquejo de una ciudad grande, abierta y fácil, de pocos coches y casas de tres plantas con escaleras exteriores. Ante el río, la ciudad vieja, turística, alrededor de Sain-Paul (1), la pintoresca calle más antigua de Montreal. Alejándonos del puerto por Saint-Denis - B llegamos a los primeros barrios, el bullicio, la primera sensación de que en esta ciudad -de 1,8 millones de habitantes, 3,6 si se incluyen los alrededores- podemos pasarlo bien.
10.00 Apunte verde
Hay que pasear por el corazón verde de Montreal, Parc du Mont Royal (3) (www.lemontroyal.qc.ca), y no osar dudar de que la montaña que da nombre al parque, y a cuyo alrededor crece la ciudad, es eso, una montaña, pese a su máxima altura de 223 metros. Oscar Wilde dudó, habló de "colina", y algunos todavía le odian. En este estupendo parque diseñado por Frederick Law Olmsted, creador del Central Park de Nueva York (a menos de una hora de vuelo), podemos correr, andar, remar, tomar el sol y comprobar que la ciudad, a nuestros pies, es una isla. Si bajamos por el Oeste encontraremos el Oratorio de Saint-Joseph (www.saint-joseph.org) (4), católico e inmenso, donde representaban su obra los actores de Jesús de Montreal, aquella hermosa película de Denys Arcand, un lugar al que acuden ¡dos millones! de peregrinos cada año, un lugar con corazón (el de San Andrés, en el museo del oratorio, otra reliquia). Rodeando el parque hacia el Este, la zona que más nos interesa, llegamos a los edificios victorianos de la Universidad de McGill (www.mcgill.ca) (5), en la que Jorge Guillén fue profesor, y unos años más tarde, Leonard Cohen alumno. Más allá, los barrios Le Village (6) Plateau (7) y Mile-End - H, donde transcurre la infancia del protagonista de Léolo ("yo no estoy loco; porque sueño, no lo soy"), otro peliculón, del desaparecido Jean-Claude Lauzon, en el que Danys Arcand aparece como actor.
12.30 'Poutine' reparadora
Como en casi todo el mundo, se almuerza pronto. La oferta es muy amplia, pero probemos la poutine, un plato de patatas fritas y queso al que se le suele añadir algún ingrediente más, como beicon, verdura o carne, una bomba, pero es que venimos de recorrer el parque y arrodillarnos ante el corazón de San Andrés. La ofrecen everywhere (pardon!... partout), y un lugar simpático, colorido y mínimo donde probarla es el Patati Patata (9), en Saint-Laurent, junto a la plaza pequeña del parque Portugués, cerca de donde vive Leonard Cohen, el de McGill, que ganó el Príncipe de Asturias de la Letras en 2011, siendo finalista Alice Munro, la de los autobuses y los excelentes cuentos. En la esquina opuesta de la plaza podemos tomarnos un café latte. Quizá la causa de que haya tantos cafés y restaurantes con encanto sea el frío de invierno, cuando salir a la calle requiere una buena excusa.
Y si no hace frío, y sin cambiar de barrio, estamos en el Plateau-Mont Royal (7), nuestro favorito; también podemos guardar cola ante el mítico Schwartz's (10) (3895, St.-Laurent; www.schwartzsdeli.com), donde sirven la mejor carne ahumada del mundo, insisten los montrealenses, y por qué no va a ser cierto, con su oferta de platos gigantes, medianos o normales y la formidable preparación del pavo o el pato cuac cuac. La evocadora barra la hemos visto en mil películas.
16.00 Café en Le Village
Un buen café en alguna de las muchas terrazas del animadísimo barrio gay, Le Village (6), situado entre la Rue de Sainte-Catherine y el sur del parque La Fontaine. Abierto las veinticuatro horas, sus noches son extensas, con numerosos bares, grandes discotecas y espectáculos. En agosto, el parque Émilie-Gamelin (11) (junto a la estación de metro Beaudry (12), pintada con los colores del arco iris) es el centro del espectáculo, cuando un millón de personas visitan Montreal para el Festival Diversité Cité (www.diverscite.org). Imposible aburrirse. Además de este, en Montreal encontramos el importante festival de jazz o el del humor (Juste pour Rire), todos en verano.
18.00 La ciudad invisible
Existe una ciudad paralela, bajo tierra, de más de 30 kilómetros de túneles que conectan estaciones de metro y en los que se pueden encontrar casi 3.000 tiendas, una decena de hoteles, 40 cines, numerosos restaurantes. La ciudad subterránea más grande del mundo y la sensación de estar dentro de una película de ciencia ficción. Podemos aprovechar para hacer algunas compras, perdernos un poco, celebrar con una merienda en una terraza del subsuelo el saber de nuevo dónde estamos y, después, volver a la superficie, uf. Aviso para claustrofóbicos: en ningún momento tenemos la sensación de estar bajo tierra.
20.00 Letrero para ahorrar
Pues sí, el vino es caro, el impuesto que grava el alcohol es de los más caros del mundo, así que abundan los restaurantes (más de 300) con el letrero "Apportez votre bière et vin" (AVV), o sea: si quieres vino o cerveza, tráelos tú, amigo, lo cual es una medida simpática y práctica. La avenida Duluth (13), famosa calle perpendicular a Saint-Laurent (la del Patati Patata y el Shwartz's), está llena de restaurantes de todas las regiones del mundo, muchos de ellos con el letrero AVV. Al final de la calle (14), en Saint-Denis, hay una tienda donde comprar vino bueno (también de todas las regiones, y de todos los precios), después elegimos dónde comer y colocamos la botella en la mesa. Las copas sí las pone el restaurante. Recuerda: si bebes, ni conduzcas (haz como los montrealenses, solo un tercio tiene coche) ni tuitees.
22.00 Montreal 'la nuit'
Cae la noche en la isla, crece la ciudad. Las posibilidades, infinitas. Una, encantadoramente simple, es refugiarse en el Quai des Brumes (15), en Saint-Denis, muy cerca de la avenida Duluth, frente a la tienda de los vinos. Todo de madera, ideal para imaginar que fuera nieva a menos veinte grados (depende de la época, es perfectamente posible), el lugar ideal para la primera Molson, una de las cervezas locales (en muchos lugares fabrican su propia cerveza), mientras esperamos que el grupo de esta noche comience a tocar. Para quienes no les basta con la escucha pasiva, el piso de arriba es una discoteca. Y unas calles más abajo, en el barrio latino y el barrio gay, la noche no termina.
» Pablo Aranda es novelista y autor del libro infantil Fede quiere ser pirata (Anaya, 2012)
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