Al Algarve por 50 euros
Destino de las aerolíneas de bajo coste, Faro conquista con sus palacios, sus callejuelas y su aire atlántico. Y de aquí a la Ría Formosa, paraíso para observar aves, y a las playas del sur portugués
La puerta se abre un poco más: desde el 25 de marzo, el aeropuerto de Faro tiene cuatro vuelos directos semanales con Madrid a través de la low cost Ryanair (la semana pasada se encontraban vuelos de ida y vuelta por 50 euros). Faro fue siempre la entrada, y el fiel exacto de esa platabanda litoral que es el Algarve. Pero no solo es acceso, o trasbordo: Faro conquista, vale la pena rendirse a sus sortilegios. No es grande (64.000 vecinos, la quinta parte universitarios), ni muy monumental (sufrió catástrofes de grado máximo en la escala de Richter, a saber: un par de terremotos y tropas inglesas); pero es vieja, y algo ha sisado a sus muchos inquilinos: algún mosaico romano, tesouros escondidos y mourinhas encantadas de los árabes (si hemos de creer a Oliveira Ataide o Fernando Frazão), aparte de manías sarracenas como azoteas y calles laberínticas, dulces endiablados, churrasqueiras de carbón a la puerta de las casas... Los cristianos la conquistaron en 1249, y en los siglos siguientes fue tirando gracias a la sal y la pesca de la ría. Solo al llegar el siglo XX saltó el corsé de murallas, creció, apostó por sembrar greens en los campos de cebollinos y dárselas de fina: hace cosa de un lustro ejerció incluso de capital europea de la cultura.
9.00 Dentro de Vila-Adentro
Faro es una cebolla. El núcleo amurallado, amarrado a la dársena, es la Vila-Adentro. La envuelven el Bairro Ribeirinho y la llamada Mouraria. La capa siguiente es la ciudad nueva y el barrocal (olivos, almendros, huertos), que llega hasta Estoi y parroquias satélites. Pues bien, para entrar en Vila-Adentro cumple hacerlo por el Arco da Vila (1), puerta de muralla con arco de herradura, revestida con pompa monumental en 1812. Por callejas empedradas se sube al Largo da Sé, donde campan a sus anchas la Sé (2) (catedral), el Palacio Episcopal (3), el Seminario y un ejército de naranjos. La Sé, construida sobre una mezquita, fue saqueada por el conde de Essex (pirata exquisito que trasladó a Oxford la biblioteca del señor Obispo) y quedó rematada por los terremotos de 1722 y 1755 (el peor). El Palacio Episcopal es ejemplo de la llamada arquitectura chá (llana, simple), y el Seminario lo reformó el italiano Francisco Fabri, autor del Arco da Vila y otros edificios; solo se ven por fuera, a menos que uno sea clérigo o el propio señor obispo. A un paso, el convento de la Asunción es ahora Museo Arqueológico (4); y fuera de las murallas, la iglesia de San Francisco (5) tiene cosas que ver. Junto a las murallas se ha acondicionado un amplio aparcamiento, con la idea de erradicar los coches del casco urbano. Así que Vila-Adentro parece un pueblo atemporal, con olores a fogón, sonidos sordos de taller, perros y gatos perezosos y otras delicias antiguas.
11.00 La conexión judía
Ante el Arco da Vila (1) se extiende la Praça da Rainha y el Jardín de Manuel Bivar (6); o sea, la salita de estar. Cuanto pasa en la ciudad, sucede allí, en los bancos sombreados, en las terrazas del puerto deportivo, en el Café Aliança (el más antiguo, cerrado ahora) y sus acólitos de Rúa de Santo António (7): Chelsea, Bijou, Café Versalhes, Pastelaria Gardy... Cruzan exhaustos practicantes de jogging, y si la marea está baja, el légamo de la ría se llena de zancudas y mariscadores. Junto a la dársena está el Museo Marítimo (8), y callejeando se descubren mansiones como el Palacio Bivarin (neoclásico), el Solar do Capitão Mor (ahora centro cultural), la Casa Lamprier, la Casa de los Azulejos (1926)... También están la iglesia de San Pedro y la del Carmo (9); esta última es la más airosa de Faro (dado el tajo sufrido por la catedral) y tiene un patio con una pequeña Capela dos Ossos (una broma comparada con la de Évora). Más allá están el cementerio judío (10), el Centro Judaico de Faro y el Museu Sinagoga Isaac Bitton (calle de Leão Penedo); Samuel Porteira imprimió aquí el primer libro en Portugal (en 1487), y era un Pentateuco, en hebreo. La comunidad creció por expreso designio del marqués de Pombal. En el cementerio queda un centenar de lápidas de entre 1838 a 1932.
13.00 Una 'pousada' de diseño
Otro eje vital que irradia de Praça da Rainha es la Rúa de Santo António, espina dorsal de la Mouraria, peatonal, llena de tiendas, restaurantes... Y edificios revivalistas, como el palacio Belmarco o el Banco de Portugal (neomanuelino). La antigua Misericordia fue retocada por el citado Fabri. Por allí anda el Museo Regional del Algarve y la llamada Cerca Seicentista (murallas levantadas en el XVII por la guerra de secesión). El Teatro Lethes (11), recién restaurado, es una bombonera, acoplado en 1845 al extinto Colegio de Jesuitas; como curiosidad, allí tuvo lugar en 1898 la primera sesión lusa de animatógrafo (adivinen). Más rompedor es el Teatro das Figuras (12), creado en 2005 por el afamado arquitecto Gonçalo Byrne (herencia de la capitalidad cultural). En la ciudad nueva, que creció a finales del XIX y principios del XX sobre coles y patatales, perviven muestras burguesas como el afrancesado Palacio Fialho, el Palacete Guerreirinho (1936), la ecléctica Vivenda Marília (13) (1930), la casa Mateus da Silveira... Enseguida estamos en Estoi (a poco más de una legua del centro), que tiene dos cosas notables: el fundus o finca romana de Milreu, con villa y mosaicos del siglo II, y un palacio neobarroco con jardines tardorrománticos que Gonçalo Byrne ha transformado en una deliciosa pousada histórica design.
17.00 La séptima maravilla
La Ría Formosa (14) que abraza a Faro fue elegida el pasado verano como una de las siete maravillas de Portugal. Más de 60 kilómetros de arenales, dunas, playas, marismas, salinas, islas... Ni que decir tiene que es parque natural. Un paraíso para birdwatchers (observadores de aves), flamencos, garcetas, galinha sultana o polla de agua (símbolo del parque)... Edén también de mariscadores que revuelven légamos en pos de ostras, berberechos, almejas, lingueirão (navajas), buzios, cangrejos..., así como de piragüistas, kitesurfistas y pescadores rasos. La playa urbana de Faro es Barrinha (15), en la Isla de Faro (península más bien, por culpa de una carretera umbilical). Luego están la Isla da Barreta o Ilha Deserta, la Isla del Caño de Santa María, la Ilha do Farol, que reúne algunas casas de pescadores y tiene líneas regulares con Faro y Olhão; y la Ilha da Culatra (16). Olhão (a ocho kilómetros por carretera desde Faro) es como el vientre de la capital, hay más restaurantes que viviendas, más concursos gastronómicos que procesiones (¡pero no se pierdan la del Carmen, en julio, con la Virgen traída en barcas engalanadas desde las islas!).
20.00 La calle del jolgorio
Si se prefiere cenar (o comer) en pleno centro de Faro, el restaurante Faro e Benfica (17) tiene terrazas sobre la marina; el Ría Formosa (18), en la última planta del hotel Faro (plaza de Francisco Gomes, 2), ofrece una impagable panorámica de la ría; también el Harune, en el hotel Eva (19) (avenida da República, 1), ilustra la carta regional con vistas marinas. Para cócteles vespertinos, nada como las terrazas de la Marina, viendo desplomarse el sol. Con las sombras de la noche, lo propio es acudir a la "calle del crimen": no se alarmen, es la Rúa do Prior (20) y aledaños, que está por allí; lo que pasa es que los gritos y jolgorios de estudiantes y marinos (amén de locales con música en vivo) le han acarreado ese baldón por parte de los sufridos residentes. Si quieren jugarse los cuartos, se tarda menos en llegar a los casinos de Vilamoura, Monte Gordo y Portimão que a la ruina. Y para dormir, lo más romántico es la pousada -21 de Estoi (www.pousadas.pt), y lo último y más lujoso, el Real Marina Hotel & Spa - 22 de Olhão (www.real-marina.com).
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