Hayedos con banda sonora
Con buen calzado y la cámara a punto, diez propuestas para recorrer, entre árboles, la mitad norte peninsular en el Año Internacional de los bosques. Escenarios de leyendas populares y seres mitológicos
Es la época en la que surgen los brotes jóvenes de las hayas, cuando se aprecia mejor la fauna salvaje y las cascadas y saltos de agua, procedentes de las lluvias y el deshielo, se presentan en su máximo esplendor. La primavera ofrece una forma armoniosa de descubrir el encanto de los bosques, con el rugido de los torrentes de montaña de fondo. En el Año Internacional de los Bosques, ruta a pie por diez hayedos recomendados del norte peninsular, desde Asturias hasta Cataluña.
01 Bordeando el río Narcea
En Asturias, al pie del Narcea, que nace a 1.600 metros de altitud en un solitario manantial del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, discurre una ruta por la orilla, una zona cargada de humedad que crea un ecosistema ideal para el haya. En los alrededores, no se puede dejar de pasar por el bosque de Muniellos, declarado reserva biológica integral y las aldeas de montaña que salpican la sierra de Rañadoiro, donde se mantiene viva la herencia de los oficios artesanos de la comarca, sobre todo el cuidado de vacas. El oso pardo y el urogallo común también son habituales del lugar, lo que lo convierte en un entorno privilegiado para los amantes de la fauna salvaje.
02 Al pie de los Picos de Europa
Los torrentes que forman la cuenca de los ríos Sella y Cares acompañan con su sonido en la caminata por los valles de las comarcas leonesas de Sajambre y Valdeón. En este ambiente fresco, se extiende un espeso bosque de hayas, también poblado de fresnos, sauces, tilos y avellanos. Adentrarse por la maleza es volver al mundo rural y ganadero de los pueblos de antaño, acercarse a la naturaleza viva y nada alterada de los bosques de la Cordillera Cantábrica hasta llegar a los pies de los eternos Picos de Europa.
03 Valle de Altube y cascada de Gujuli
Hayas centenarias, escondidos arroyos de montaña y la cascada de Gujuli, de 100 metros de caída libre, se encuentran en los montes de Altube, en Álava, donde también es habitual ver extensos prados llenos de rebaños de ovejas, pues la ganadería tradicional y la elaboración de queso han sido hasta hace muy poco actividades importantes entre los habitantes del valle y los caseríos de alrededor. El punto de partida es la iglesia de Santiago, en el tranquilo caserío de Gujuli, a partir del que una ruta de 11,3 kilómetros (unas cinco horas) recorre valles encajonados entre empinadas laderas de bosques.
04 La ermita recóndita pero vanguardista
En un solitario paraje de montaña soprende el santuario de Arantzazu, un punto importante de religiosidad para los guipuzcoanos desde el siglo XIII, aunque el edificio actual es una construcción moderna sobre los restos del incendio que destruyó el anterior. Al ser un punto muy frecuentado, es fácil encontrar compañía en todos los caminos que discurren a partir de este lugar, entre barrancos y oquedades, montes rocosos y pequeños ríos que se pierden en el fondo del valle. Un recorrido por las impresionantes vistas de las sierras de Urkilla, Aloña y Aizkorri.
05 Paseo para montañeros principiantes
Hasta los más inexpertos pueden ponerse en marcha, siempre que se tengan ganas de aventura, para recorrer el Monte de Santiago, en Burgos, ya que es un terreno de escasos desniveles. La excursión se engrandece notablemente con la maravilla natural del Salto del Nervión, una cascada de 280 metros, que se aprecia en primavera. El hayedo en esta comarca es una extensa reunión de ejemplares centenarios en buen estado de conservación y madurez hasta el borde de los acantilados calizos, por donde un sinuoso sendero recorre el límite de la sierra.
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06 Un monte con nombre de tributo
El Quinto Real, hoy en Navarra, debe su nombre a una tasa que debían pagar los pastores navarros a los franceses, cuando el territorio estaba bajo su dominio, allá por el año 1589. Por lo general, el tributo consistía en entregar un cerdo de cada cinco que pastaban en el Quinto Real en época de bellota. En la actualidad, esta zona montañosa está cubierta por frondosos hayedos y pastos ganaderos regentados por los pueblos navarros de Baztán y Erro, además del francés Alduides. Un itinerario por sus colinas permite tener buenas vistas del conjunto geográfico y se complementa al adentrarse por el bosque, acompañando durante un tramo al río Erro y terminando en la reserva natural de los hayedos de Lastur y Odia.
07 El encanto de los pueblos araneses
La mítica cordillera de los Pirineos, Artiga de Lin, en Lleida, luce numerosos valles, como el Vall d' Aran, el único en España sometido totalmente al clima atlántico, abierto a los vientos cargados de humedad procedentes del océano. En los bellos y acogedores pueblos araneses destacan la arquitectura tradicional, basada en los materiales locales, y las iglesias románicas, distribuidas por toda la comarca. El Valle del río Jocu es un hermoso rincón que redondea la caminata, oculto en las geografías occidentales de la comarca y rodeado por las mayores cumbres del Pirineo.
08 Bosque del salto de Sallent
Sierras, crestas enriscadas como las de Cabrera dels Llancers, de Freixaneda o el Puigsacalm, rodean prados y bosques de hayas, encinas y robles en el Vall d'en Bas (Girona). Allí se encuentra también el salto de Sallent, una fina cascada de 120 metros de altura situada en un paraje de excepcional belleza. En un territorio relativamente pequeño contrastan dos paisajes completamente diferentes: la zona agrícola, abierta y plena de vestigios de su pasado medieval y, en apenas un par de kilómetros, el valle se cierra completamente para entrar en la naturaleza y no queda más remedio que trepar por estrechos y viejos senderos de montaña.
09 Por la Sierra de Tejera y los pueblos negros
Siguiendo el trazado de un antiguo camino carbonero llamado senda de las Carretas, se recorre el Parque Natural de Tejera Negra, en Guadalajara. El camino, amenizado por paneles informativos sobre especies de la zona, se utilizaba antiguamente para la extracción de carbón vegetal y leña del interior del bosque. Fuera de la ruta, pero cercana y de obligada visita, es la iglesia románica de Villacadima, así como los pueblos negros, Valverde de los Arroyos, Umbralejo o El Espinar, entre otros, que utilizan materiales de la tierra en la construcción de sus viviendas, principalmente pizarra y adobe.
» www.turismocastillalamancha.com
10 Descubrir el Moncayo entre olivos y viñas
Una montaña solitaria de bosques y manantiales, de cumbres rotas y huellas glaciares, rodeada de campos de olivos, viñas y estepas ganaderas. El Moncayo es considerado por los aragoneses un símbolo geográfico y deportivo de sus montañas, separando las tierras bajas de Aragón y la alta meseta soriana. En la subida al monte, se aprecia el sector mejor conservado del hayedo y una zona de pinar durante el descenso. La despedida de los bosques del Moncayo no puede ser más bucólica, descubriendo el paisaje de la fuente del Sacristán.
Más información en 'Rutas por los hayedos de España' (El País Aguilar), que incluye 28 rutas por los principales bosques de hayas peninsulares
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