Hugh Grosvenor tiene 29 años, 12.000 millones y es el mayor terrateniente del Reino Unido
El duque de Westminster acumula 1.500 propiedades en 60 países y es padrino del hijo mayor de Guillermo de Inglaterra
Grosvenor Square es una de las plazas más bellas y exclusivas del corazón de Londres. A su alrededor hay hoteles de lujo como el Marriott o el Claridge, la embajada de Italia en Reino Unido, restaurantes de renombre como el del chef Gordon Ramsay o 34 Mayfair (que toma su nombre del barrio en el que está ubicado) y tiendas de bolsos, moda y caros vinos. Grosvenor tiene un nombre que le viene al pelo, porque es el epicentro de las más de 200 hectáreas de terreno que acumula el duque de Westminster, Hugh Grosvenor, en la ciudad. Un hombre con más 12.000 millones de euros, que posee la mayor cantidad de tierras del Reino Unido (un 0,22%, frente al 0,03% de la reina) y que, pese a todo su poder y fortuna, no alcanza la treintena.
Su Gracia, el 7º duque de Westminster y 16º barón de Eaton, celebró su 29º cumpleaños el pasado miércoles 29. Nada se sabe de los festejos, como era de esperar. Los Grosvenor son una de las familias más ricas del país, pero también de las más discretas. Más allá de sus negocios, sus proyectos y sus inversiones por todo el mundo —parte de ellas en España—, prefieren mantenerse en un discreto segundo plano en su mansión de Eaton Hall, al oeste del país, dentro de una finca de más de 4.000 hectáreas, y rodeados de exclusivos amigos que llegan hasta la mismísima Isabel II.
Estos días el dueño del grupo Grosvenor, considerado el aristócrata más rico de Inglaterra y el menor de 30 años más rico del mundo, ha copado cierto protagonismo en los medios británicos porque el diario The Times le sitúa entre las 10 personas que más impuestos han pagado en su país, ocupa la séptima posición (el año pasado fue la 22º). El duque ha cumplido con el Tesoro británico aportándole 69,3 millones de libras; es decir, 82 millones de euros. Más otros 67 millones que ha pagado en otros países.
Listas como esta ponen, de cuando en cuando, a la familia en la palestra y la hacen salir de su habitual opacidad. Hugh ya se había hecho conocido en 2012, en su 21º cumpleaños, al que acudieron 800 invitados vestidos de etiqueta y colores flúor, como exigía la invitación, que disfrutaron de una fiesta con monólogos y hip hop que costó seis millones de euros. Opulencia sin una sola fotografía que lo atestigüe. Fue un año después cuando el nombre del joven saltó a la fama por convertirse en uno de los siete padrinos del príncipe Jorge de Cambridge, en condición de buen amigo del príncipe Guillermo. Gerald, el difunto padre de Hugh, fue mentor de Guillermo por encargo del príncipe Carlos.
Fue tras la muerte de Gerald —que falleció en 2016 a los 64 años tras sufrir un infarto— cuando el entonces conde pasó a ser duque y cabeza de familia junto a su madre, Natalia, duquesa viuda y madrina del príncipe Guillermo. El joven duque está soltero, aunque se le empareja con Harriet Tomlinson, de su misma edad, a quien conoció en un internado durante su adolescencia. Aunque el joven tiene dos hermanas mayores (y una menor), fue él como varón quien heredó el título. En cualquier caso, el patrimonio familiar no es exclusivamente suyo, puesto que está manejado por varios fideicomisos que reparten los millones entre la familia. Ante quienes apuntan a que se trata de una argucia para declarar menos impuestos, ellos afirman que es una estrategia para que el patrimonio no caiga en manos derrochadoras que puedan dilapidarlo.
La familia, que tiene 1.500 propiedades en 60 países con un valor de 8.000 millones (15.000, si se tienen en cuenta los activos que generan), lleva siendo parte de la alta sociedad británica desde 1677, cuando se hicieron con 120 hectáreas en las que hoy son mejores zonas de Londres. El primer barrio en el que entraron, en la década de 1720, fue Mayfair, una zona que antaño era límite de la ciudad y que hoy es de las más exclusivas, puesto que cuenta con galerías de arte, los almacenes Harrod's y tiendas de moda exclusivas en calles como Bond Street y Savile Row. Después llegaron Belgravia, al lado del palacio de Buckingham, repleto de embajadas y restaurantes de lujo, y Pimlico, cuyas propiedades más tarde vendieron.
En España, el duque de Westminster tiene terrenos e inversiones entre los que destaca la finca La Garganta, un exclusivo coto entre Ciudad Real y Córdoba con 15.000 hectáreas y medio centenar de trabajadores. Además, hace unos meses invirtió a través del grupo familiar Grosvenor alrededor de 200 millones en cuatro proyectos inmobiliarios de Madrid, uno en el barrio de Salamanca y tres en Chamberí, y pretende destinar otros 100 millones a la ciudad.
Pero, como no podía ser de otro modo, dinero y felicidad no siempre van unidos. Los noventa fueron una época dura para los duques. Gerald , el padre, pasó por una depresión y un complejo cuadro de ansiedad y Natalia, la madre, por un agresivo cáncer de mama.
En vez de estudiar en colegios segregados por sexos, los aristócratas enviaron a Hugh y sus hermanas a un colegio mixto en la zona de Wirral. Después, el futuro duque estudió en el internado Ellesmere, donde fue prefecto y capitán del equipo de fútbol (jugaba como central) y pasó por la Universidad de Newcastle, donde estudió la apropiada licenciatura de Gestión de Tierras. Antes trabajó en una granja de ovejas de Nueva Zelanda y ahora gestiona el grupo familiar, con propiedades en más de 60 ciudades de todo el mundo. El grupo es parte de Grosvenor Estate, que gestiona "fincas rurales en España y Reino Unido", además de seguros, inversiones, colecciones de arte y una fundación, la Westminster Foundation.
Tamara, la primogénita de 40 años, está casada desde hace 16 años—y tiene tres hijos— con el banquero y terrateniente Edward Van Cutsem. Su boda fue célebre en el Reino Unido y a ella asistieron los príncipes Guillermo y Enrique y hasta la reina Isabel II. El príncipe Carlos no fue porque el obispo consideró "totalmente inapropiado" que acudiera junto a su entonces novia, al año siguiente esposa, Camila. En 2019 lady Tamara tuvo una pequeña aparición estelar en los medios cuando intentó no pagar una sanción de tráfico de casi 800 euros afirmando que tenía "tantos coches y tantos empleados" que no sabía si quién conducía era ella misma o uno de sus trabajadores.
Edwina, de 38, tiene un perfil más social. Casada desde hace una década con el historiador Dan Snow, está implicada en la reforma del sistema de prisiones y, más en concreto, en la integración de los presos en la sociedad. "Lucho contra los prejuicios que hay contra ellos y contra el hecho de que siempre sean calificados como excriminales", explicaba en una entrevista al diario The Telegraph en 2013. Ella se encarga de darles oportunidades en el mundo de la restauración, y ha creado una cadena de restaurantes dentro de las cárceles para que aprendan a cocinar o atender a los clientes. En la misma entrevista usaba un curioso símil: "Veo un fondo similar entre los errores acerca de los criminales y de la aristocracia. El público nos etiqueta y generaliza en cuestiones generalmente erróneas. Hay aristócratas muy tocados por las adicciones, gente que tiene montones de dinero y a otros a quienes les va mal pero que lo esconden ellos mismo o mediante buenos relaciones públicas". Los Grosvenor no necesitan ni lo uno ni lo otro. O eso afirman.
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