27 fotosEurovisiónDel parche de Madonna al delirio australiano: lo mejor y lo peor de los estilismos de EurovisiónFuturismo, folclore, fantasía... En el festival de la canción el exceso es la nueva norma. Al menos, en cuestión de estiloCarlos Primo22 may 2019 - 09:42CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEl elemento más inquietante del 'look' de Michela son las mangas transparentes (de plástico) que transitan con solvencia desde el retrofuturismo hasta el papel film transparente de uso alimentario. Eso sí, el minivestido es interesante, porque es más deportivo que fiestero. También las zapatillas, presencia estelar en una edición en la que hemos visto más sneakers que nunca. Muy acertado que eligiese el blanco, porque al final su vestido sirvió casi como pantalla para unas coloridísimas proyecciones de corte tropical. Pero no pudimos dejar de pensar en el calor que tuvo que pasar con plástico bajo esos focos.Getty ImagesLa combinación entre vestidos de fiesta, vanguardia futurista y folclore suele funcionar. O, al menos, funciona en Eurovisión, ese imperio de lo improbable. El vestido de Jonida Maliqi es un diseño perfecto para ir a una boda en una nave espacial. O para ejercer como reina de Stargate. Pero también, con sus bordados y aplicaciones doradas abstractas, remiten a algún tipo de traje regional pasado por el filtro de la ¿elegancia?. Al menos tiene intención.Getty ImagesLake Malawi se suben al escenario con un triplete de prendas básicas (sudadera amarilla, deportivas a juego y pantalón negro) que no es espectacular pero sí es pura tendencia actual. El único pero que le ponemos es el corte tobillero (y muy ceñido) del pantalón, que produce casi un efecto 'legging'. Si Malawi no encuentra futuro en la música siempre podrá hacer estupendos catálogos de Uniqlo o H&M.Si no sabes qué ponerte, ponte algo negro, dice la sabiduría popular. No seremos nosotros quienes llevemos la contraria al color más socorrido y versátil de la historia de la moda, pero lo que está claro es que, en Eurovisión, la sensatez no siempre destaca. Carlotta Truman y Laura Spinelli han elegido sendos 'looks' perfectos para salir de fiesta por cualquier capital europea, pero el brillo es otra cosa. Juraríamos que esa ropa era para otra canción, pero no para esta balada desgarrada y épica sobre la hermandad entre mujeres que pedía, probablemente, algo mucho más melodramático.Getty ImagesSergei Lazarev actúa junto a su holograma, así que el vestuario tiene que deparar las mínimas sorpresas: una combinación de mallas elásticas (y muy prietas), deportivas y camisa con cuello simple que hubiera funcionado mejor en casi cualquier otro color. Mención aparte merecen todos esos recursos tan teatrales de la lluvia, los espejos y los violines. Si no fuese por los hologramas, esta actuación podría ser de Eurovisión 1975. Y no es una apreciación necesariamente mala.Getty ImagesEl vestuario de 'American Horror Story: Coven' y las colecciones de Slimane para Saint Laurent fueron la punta de lanza que, hace ya un lustro, reivindicaron aquel hito generacional llamado 'Jóvenes y brujas' (1995). Las representantes de Dinamarca se apuntan ahora a la tendencia con camisas blancas, suéters negros, pantalones, tirantes y transparencias. ¿Discreción 'wiccana' o elegancia protestante? Usted elige. El escenario naif y colorista fue arriesgado y bienvenido tras la intensidad dramática de las actuaciones anteriores. Y eso sí, ¡cuatro idiomas en una canción de tres minutos! No nos extraña que no tuviesen demasiado tiempo para romperse la cabeza con el estilismo.Getty ImagesPor fin un vestido de ceremonia como mandan los cánones: tejido tornasolado, drapeados estratégicos, escote palabra de honor, pudorosas transparencias y tela, mucha tela, como para una boda. ¡Feliz nochevieja de 1998! Por cierto, ¿no se está haciendo demasiado esto de que haya una sola persona en el escenario y se repita su figura para que parezca que hay más? A ver si vamos a estar asistiendo a una 'performance' sobre la soledad en la era digital y no a un festival de música.Getty ImagesLlama la atención que en esta edición de Eurovisión apenas haya chicos trajeados, con la buena fortuna que ha tenido la sastrería en años anteriores. El representante de San Marino ha decidido desfacer el entuerto con un total 'look' en blanco roto, con camiseta de algodón y zapatillas, que puede no ser muy actual (de hecho no lo es), pero que solo puede permitirse un tipo bien bronceado como él. No podemos dejar de pensar en que esta canción, con unas cuantas revoluciones menos, la podría cantar Julio Iglesias con ese mismo traje y esas mismas coristas.Getty Images¿Qué le pasa al pantalón de John Lundvik? ¿Está abullonado? ¿Es de talle alto? ¿Es un fajín? ¿Una versión masculina del escote palabra de honor? Más allá de eso, la camiseta técnica y el calzado son modernos, bonitos e irreprochables. Tanto como la canción, que pide a gritos gustar a la primera escucha y ser olvidada a la quinta. O sea, perfecta para Eurovisión.Getty ImagesEl minimalismo de Sebi, la canción con la que Zala Kralh y Gasper Santl representan a Eslovenia, se plasma en sendos 'looks' elásticos, deportivos y blancos, muy blancos, como para pasar de la tabla de 'skate' al florín de esgrima sin transición. El concepto es adecuado, pero también parece de primero de vestuario escénico. ¿Recordáis cuando, de pequeños, en el colegio os pedían ir vestidos con algo blanco (o negro, o rojo) para ir conjuntados en la función de fin de curso? Pues eso.Getty ImagesDejar al descubierto precisamente la única parte del cuerpo que debería ir cubierta es toda una transgresión de las reglas del pudor y un gesto 'punk' que la legendaria Siouxie Sioux bordaba en los ochenta. En el 'look' de Tamta, la inspiración rockera y macarrilla se plasma en una oda al látex más ceñida de lo que aconsejan las autoridades sanitarias en Chipre, en Israel y en cualquier otro sitio. ¿La canción es un autohomenaje o directamente un plagio del tema que llevaron el año pasado ('Fuego', de Eleni Foureira) y que les hizo arañar la victoria? Que Chipre sea la esperanza blanca de la música de chiringuito en Europa sí que es un buen giro de guión.El 'look' monocromo en azules (camisa, vaqueros y sobrecamisa de trabajo) de Duncan Laurence es posiblemente la única pista real de estilo que podemos extraer del vestuario de esta edición del festival. No es espectacular ni transgresor, pero es un buen ejemplo de cómo vestir hoy de manera decente y contemporánea. Pero lo tenía más fácil que el resto, que conste en acta, que en toda su actuación no se ha levantado de la banqueta.La griega Katerine Duska ha decidido tirar de lo más griego del mundo –la mitología y, concretamente, la figura de la diosa Afrodita– para llenar su vestuario de encajes, cristales, volantes, brillos y tules que salen disparados en todas las direcciones. Hace unos años nos hubiera parecido toda una lección de pastelería indumentaria, pero desde entonces han sucedido todo tipo de fenómenos planetarios, de Palomo Spain a Grimes, que nos han hecho mirar de otro modo este tipo de virguerías estéticas. Conclusión: bien por ella.Getty Images¿Ha jugado Israel a perder? Al menos lo hará en las quinielas de la estética. El galán trasnochado siempre tiene cierto encanto y coherencia en un festival de este tipo, pero no sabemos si esa pajarita metálica es una apuesta por el humor pretendida o no. Al final de la actuación lloró emocionado. Las lágrimas no se notan en un estilismo totalmente negro. Bien pensado.Getty ImagesEl negro es un color tramposo: favorece siempre, pero requiere texturas distintas y juegos de volúmenes para hacerse notar. Los representantes noruegos traen todo un muestrario de posibilidades: gasa, tafetán, terciopelo, cuero, vinilo, punto, charol y paño distribuidos con cierto desequilibrio. Ella lleva un vestido de noche largo, y ellos lo dan todo con looks seudomilitares llenos de correas, superposiciones y hebillas. Progresa Adecuadamente.En la intersección exacta entre una jacarandosa velada sadomasoquista y una partida de Warhammer están los chicos de Hatari, la enésima constatación de que, cuando los islandeses se aburren, los estilismos se disparan hasta la estratosfera. A estos 'looks' no les falta de nada: un poco de 'Juego de tronos', una pizca de 'steampunk' coreano, un toquecito de travestismo 'dark' y hebillas, correas, pinchos y tachuelas suficientes para alegrarle el año a una ferretería de tamaño medio. Por cierto, son anticapitalistas y 'tecnopunk', pero uno trabaja en la televisión pública y el otro es hijo de un embajador. En el futuro todo el mundo tendrá el derecho a ser incoherente durante 15 minutos.Getty ImagesLos estudiantes de primer curso de diseño de moda suelen empezar a experimentar con recursos como estos: prendas básicas transformadas, piezas a medio hacer pegadas sobre el cuerpo, chalecos asimétricos, faldoncillos, delantales, botones sin ojales, correas multiusos y cortes oblicuos en medio de ninguna parte. El representante de Azerbaiyan, Chinguiz, envuelve todo esto en una estética robótica, como de trotamundos intergaláctico o de templario 'millennial'.Creer que un pantalón de chándal puede dar un toque 'casual' a una camisa blanca abierta, una chupa de cuero y unos botines es todo un ejercicio de ingenuidad. Si asumimos que el 'look' rockero funciona, ¿por qué cambiarle cosas? También es divertido comprobar como Eurovisión no considera que haga falta mucha escenografía cuando tiene a un chico guapo en el escenario: sabe que el público potencial no estará fijándose en los detalles.Getty ImagesDado que las tendencias del mundo real suelen tardar una década en llegar a Eurovisión, es de agradecer que el 'streetwear' haya irrumpido en 2019, y no en 2025. La bielorrusa Zena lleva su nombre estampado en graffiti brillante, maxibotas, unas bermudas con raya diplomática, un crop top con elásticos en los que aparece la palabra “Karma” y pendientes de aro en plástico rosa. ¿Cómo se dirá “trá trá” en ruso?El pantalón demasiado ceñido (le hace frunces en la rodilla), la chaqueta de piel demasiado anodina (y no muy telegénica sobre el escenario), la camiseta larga, el pelo de cualquier manera… Hay una cierta intención contemporánea en la indumentaria de Michael Rice, pero al conjunto le falta un poco de ajuste y de brillo para no perderse en el escenario de Eurovisión. En resumen: no se le ve. Todo un acto de coherencia con la carrera eurovisiva de Reino Unido en los últimos años, si lo pensamos.El elemento más consistente del look de Mahmood, el representante italiano, es un corte de pelo que no desentonaría en un video de The Blaze y un llavero-cadena colgando sobre el pantalón cargo. Además de una bonita camisa estampada de manga corta con bien de dorado. Pero ninguna de todas estas cosas es mejor que la canción, una de las mejores de la noche y que reivindica ese elemento tan viejo y funcional pero tan denostado: la palmada. Hasta 18 se oyeron. Hubiésemos querido 118 más.El 'youtuber' Bilal Hassani lleva un traje con hombreras y mucha pedrería creado por un diseñador franco-israelí de moda nupcial. Así descrita, su propuesta puede parecer un poco excesiva, pero esto es Eurovisión y 'Roi', la canción de Hassani, es un alegato por la diversidad, el respeto y la libertad. El exceso y la purpurina también son formas de transgresión. Pero sacar a cuerpos diversos en un escenario para reivindicarlos en 2019 ya no. Pero bien hecho está, vaya.Getty Images¿Qué sería Eurovisión sin una diva gótica? La representante serbia ha tomado el testigo y se sube al escenario con la melena al viento y un vestido de noche que ya lleva el viento incorporado. Glamour tormentoso.Getty ImagesLa prenda farda-biceps por excelencia de esta edición es la de Luca Hanni, un órdago al chaleco sin mangas que pierde un poco de fuelle con esas bandas blancas que evocan el chándal pero se quedan a medio camino. Llegados a este punto, urge plantearse algo: ¿qué ha pasado con las lentejuelas, el 'strass', los bordados, las lucecitas y los 'looks' de patinaje artístico que siempre han arrasado en Eurovisión? ¿Por qué el acontecimiento más gozosamente hortera del mundo se empeña en parecer un torneo de crossfit? La canción y la puesta en escena son, por lo menos, carne de victoria. Ayudan a que no abramos ese debate complicado de las axilas masculinas depiladas.Getty ImagesEn algún punto intermedio entre ‘Frozen’, las vírgenes de alta costura de Christian Lacroix y la fantasía neomedievalista que nos invade emerge Kate Miller en el espacio exterior y amenazando con precipitar sobre la Tierra toda una panoplia de gasas, tules, cristalitos y hombreras puntiagudas. ¿Sutil? Jamás. ¿Espectacular? Una feria. La puesta en escena con la cantante volando sobre la Tierra es una experiencia alucinógena. Fantasía operística en tres minutos. Eurovisión, nos guste o no, debería ser esto.Getty ImagesOptar por básicos en una celebración tan maximalista como Eurovisión es una apuesta de riesgo, pero lo cierto es que nadie tiene la fórmula para ganar. Miki lleva prendas precisas y sencillas: un pantalón cómodo y bonito, una camiseta y un par de deportivas que cualquiera podríamos llevar. Es decir, que Miki nos representa. Otra cosa es que esa exaltación 'normcore' funcione en el escenario. Punto extra (punto menos, se entiende) para los 'looks' del cuerpo de baile: ropa gimnástica ellas y camisas reventonas ellos. Miki ha puesto entusiasmo y ha hecho digna una canción arriesgada, pero actuar después del delirio australiano era una plaza durísima para cualquiera.En su era 'Madame X' Madonna está reivindicando el parche y siempre lleva su ojo izquierdo cubierto. Esta noche no ha faltado junto a un curioso traje que mezcla el espíritu de Thor con la pedrería, un diseño de su amigo Jean Paul Gaultier que lució en la entrevista previa a la actuación. Lo cambió por una túnica muy adecuada para cantar un tema de corte religioso como ‘Like a Prayer’. Y bajo ella, para interpretar su nuevo sencillo ‘Future’, apareció algo más semejante a un body cyberpunk con homenaje incluido a los famosos conos de Gaultier para su gira Blonde Ambition. Puede que no haya sido el momento más vibrante de Madonna, pero una de sus bailarinas llevaba una bandera de Palestina, lo que demuestra que sigue con ganas de tocar las narices (y en los lugares donde está peor visto hacerlo).Getty Images