Al cierre de 2018, Bangladés acogía a casi 730.000 nuevos refugiados rohinyá que huían de la persecución y la violencia desde el vecino Myanmar. Más de la mitad de ellos eran niños. El alcance y la complejidad de la crisis humanitaria obstaculizan la gestión de lodos fecales y la promoción de la higiene. A pesar de las dificultades, la labor humanitaria logró evitar brotes importantes de enfermedades transmitidas por el agua y estabilizar las tasas de diarrea durante la temporada de monzones, cuando el peligro de contraer alguna dolencia es más alto. Colocar las letrinas por encima del nivel de inundación fue una de las herramientas utilizadas para eludir este riesgo.
En la imagen, algunos jóvenes se bañan en el campo de refugiados de Nayapara, en Cox’s Bazar.