En 2008, el Gobierno ruso reconoció a Osetia del Sur, un territorio que Georgia asume como propio, como Estado independiente. Desde entonces, miles de desplazados viven en campos a lo largo de la frontera. La línea que divide los dos países sigue sin estar bien definida. Un caso más de refugiados crónicos y olvidados
Osetia del Sur es una región pobre y montañosa del límite entre Europa y Asia que declaró su independencia de Georgia por primera vez en 1990. Pero nadie le prestó demasiada atención hasta que Rusia invadió el territorio en 2008 y reconoció a Osetia del Sur como Estado independiente. En ese momento Osetia del sur se convirtió, como Abjazia en el oeste de Georgia, el enclave moldavo de Transnistria o el este de Ucrania, en una “zona congelada”: un lugar bajo control ruso dentro de un Estado vecino. En la imagen, una casa abandonada en el pueblo de Zardiantkari, en el que conviven los puestos militares de control osetios y georgianos dentro de lo que se conoce como tierra de nadie. Toda la zona está cubierta de bases del Ejército ruso en suelo de Osetia del Sur.Emanuele AmighettiJujuna Beruashvili, de 76 años, vive en el pueblo de Svanetia, uno de los campamentos de refugiados construido por el Gobierno georgiano después de la guerra. "Somos de Tsjinvali, en Eredvi. Aquí no tenemos a nadie. Mi pensión no alcanza para comprar medicamentos. No tenemos dinero ni comida", lamenta. El líder de Osetia del Sur, Leonid Tibilov, ha afirmado que tiene previsto celebrar un referéndum como el de Crimea en 2014 sobre una posible anexión a Rusia. Pero incluso sin un plebiscito, este país teóricamente independiente ya es territorio ruso a todos los efectos. Tiene sus propias fuerzas de seguridad y, aunque son pequeñas, sus autoproclamadas fronteras están vigiladas principalmente por el servicio de fronteras ruso, una división del Servicio Federal de Seguridad, la versión postsoviética del KGB. Alberga tres bases militares rusas con varios millares de soldados y, como su economía se basa solo en unas pocas explotaciones agrarias, depende casi por completo de la ayuda rusa para sobrevivir.Emanuele AmighettiIconos ortodoxos tradicionales en una casa del pueblo de Tserovani, uno de los campamentos de refugiados construidos por el Gobierno georgiano a lo largo de la Línea Administrativa Fronteriza (ABL, por sus siglas en inglés). Las señales fronterizas verdes, que aparecieron por primera vez en 2017 y ahora no paran de surgir a lo largo de la zigzagueante frontera, advierten de que está prohibido cruzar lo que se ha declarado “frontera estatal”. Aunque no se especifica de qué Estado.Emanuele AmighettiAsmat Jarauli, de 33 años, vive en un edificio para refugiados en el pueblo de Jasuri, cerca de la ABL con Osetia del Sur. “Me trasladé aquí desde Znauri. La mayoría de nuestros problemas son económicos. Solo recibimos las subvenciones para los refugiados, y por ahora es imposible conseguir un empleo”, explica. Una de las nuevas señales –escritas en inglés y en georgiano– se encuentra a solo unos metros de la principal autopista georgiana, que cruza el país de este a oeste. También sitúa una pequeña parte de un oleoducto que va desde Azerbaiyán hasta un puerto georgiano en el Mar Negro dentro del territorio controlado por Rusia. La controversia sobre qué territorio pertenece a cada bando es tan complicada que cada uno de ellos tiene su propia definición de la línea.Emanuele AmighettiDormitorio de una casa del pueblo de Jviti, a pocos kilómetros de las posiciones rusas en Osetia del Sur. En esta zona, la montaña separa a los dos países y la gente teme más que en otros lugares una posible agresión rusa. Rusia y Osetia del Sur insisten en que es una frontera como cualquier otra –Venezuela, Nicaragua y Nauru también la reconocen– mientras que Georgia la llama “la línea de ocupación”. La Unión Europea (UE), que tiene a unos 200 observadores en Georgia para vigilar de cerca el cumplimiento del acuerdo que puso fin a la guerra entre Rusia y Georgia en 2008, también mantiene que no hay una frontera real, sino solo “una línea fronteriza administrativa”.Emanuele Amighetti
Dos niños juegan a un juego tradicional en el pueblo de Jariasheni. El edificio fue un refugio importante durante la guerra de 2008. La ABL pasa por aquí, pero es totalmente difusa y no hay ninguna alambrada que separe las repúblicas de Georgia y Osetia del Sur.
Kestutis Jankauskas, jefe de la Misión de Observación de la UE en Georgia, afirma que es difícil saber por dónde discurre exactamente esta línea fronteriza. Nunca se ha reconocido, ni se ha consensuado, y su localización depende de los mapas que se usen. Rusia, explica, utiliza un mapa elaborado por el Estado Mayor soviético en la década de 1980 que delimita lo que en aquellos tiempos era una frontera administrativa intranscendente dentro de la República Socialista Soviética de Georgia, pero que ahora se está convirtiendo en una línea divisoria peligrosa.
Emanuele Amighetti
Un edificio bombardeado en el pueblo de Gugutiantkari, situado junto a la tierra de nadie que se extiende entre los puntos de control georgianos y osetios más allá de la zona fronteriza oficial.
El movimiento irregular de la frontera parece responder, sobre todo, al deseo de Rusia de adaptar lo que considera que es una frontera estatal a este viejo mapa soviético. Hasta el momento, el movimiento siempre ha sido hacia delante y, aunque a menudo se ha desplazado solo unos metros, otras veces el salto ha sido mayor. Y como la línea es tan poco clara y en muchos lugares todavía no está señalada, los aldeanos georgianos acaban a veces en el lado equivocado y son detenidos por los guardias fronterizos rusos o por los agentes de seguridad locales.
Emanuele Amighetti
El 11 de agosto de 2008, Emzari Karkusov, de 60 años, tuvo que escapar de Kurta, el pueblo donde residía. Ahora vive en Tserovani, uno de los campos de refugiados construidos por el Gobierno georgiano al acabar la guerra. "Cada vez que recuerdo la guerra no puedo dejar de llorar. Es muy duro ver con tus propios ojos la destrucción de tu casa, de tu trabajo y de toda tu vida. No se lo deseo a nadie. Mi mente y mis pensamientos siguen allí", recuerda.
A fin de ayudar a poner en libertad a estas personas, recuperar el ganado que se ha extraviado en territorio controlado por Rusia o resolver conflictos cotidianos como determinar quién es el dueño de estos manzanos o de aquellos viñedos, la misión de observación de la UE organiza una reunión mensual con las autoridades de Georgia, Rusia y Osetia del Sur. Al igual que sucedió cuando las dos regiones pro rusas del este de Ucrania se declararon Estados independientes en 2014 y manifestaron su deseo de ser anexionadas por Rusia, el presidente Vladímir V. Putin casi siempre finge que desconoce lo que traman los representantes de su país en Georgia.
Emanuele Amighetti
Una vieja estufa de gas utilizada para cocinar en una de las casas del pueblo de Jviti, a pocos kilómetros de las bases militares rusas en suelo de Osetia del Sur.
Mientras que un gran número de militares, personal de fronteras y diplomáticos rusos se han trasladado a Osetia del Sur, la población local de osetios –un grupo étnico cuyo idioma tiene un lejano parentesco con el persa– no ha cesado de disminuir hasta aproximadamente la mitad de los más o menos 70.000 que había antes de la guerra. Y los cerca de 25.000 habitantes de etnia georgiana que solían vivir allí ya huyeron hace tiempo.
Emanuele AmighettiDavit Beruashvili, de 66 años, y Liana Tedeevi, de 58, viven en Shavshvebi, en uno de los campamentos de refugiados construidos por el Gobierno georgiano a lo largo de la frontera con Osetia del Sur. “Durante la guerra lo perdimos todo y nos instalaron aquí. Todos los Gobiernos han prometido ayudarnos, pero cambian constantemente y la ayuda no ha llegado”, denuncian.Emanuele AmighettiUna cortina roja en el pueblo de Jviti, cerca de la frontera osetia.Emanuele AmighettiUn hombre mayor hace una pausa en el trabajo en el pueblo de Svanetia, uno de los campamentos de refugiados construidos por el Gobierno georgiano a lo largo de la frontera con Osetia del Sur.Emanuele Amighetti