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13 obras maestras que inspiraron a asesinos para sembrar el horror La música, el cine y la literatura sacan lo mejor del ser humano pero, en ocasiones muy especiales y cuando llegan a una mente dañada, dan lugar a sucesos tan negros como estos James Holmes, universitario de 24 años, aprovechó en 2012 el estreno de 'El caballero oscuro: La leyenda renace' en Aurora, pequeña ciudad del estado de Colorado, para causar una masacre. 12 muertos y 70 heridos en un asalto en el que utilizó armamento militar de grueso calibre y gases lacrimógenos. Al hacerse públicas las primeras fotos de Holmes, con su melena teñida de naranja que más bien parecía una grotesca peluca de payaso, muchos dieron por supuesto que sus crímenes habían sido una especie de demencial tributo al personaje del Joker tal y como lo interpretó Heath Ledger en la segunda parte de la trilogía 'El caballero oscuro'. Sin embargo, todo apunta a que el excéntrico y poco sociable estudiante de neurología se inspiró más bien en un par de versiones alternativas del universo Batman, la de los cómics de Frank Miller, en los que el hombre murciélago es mostrado como un turbio justiciero parafascista, o la de 'Suffocator of Sins', película de serie Z dirigida por Dave Aragon en la que Batman se transforma, literalmente, en un psicópata sediento de sangre. Pocos días antes de perpetrar la matanza de Aurora, un muy agitado Holmes se puso en contacto con Aragon para contarle que había visto el tráiler de su película “más de cien veces” y hacerle una batería de preguntas inquietantes: “¿A cuánta gente mata Batman? ¿Por qué lo hace? ¿Son asesinatos selectivos o mata a cualquiera que se le ponga a tiro?”. Holmes está actualmente en la cárcel. Los fiscales piden para él la pena de muerte. Getty/Cordon Pocos crímenes contemporáneos están tan estrechamente asociados a la obsesión por un libro como el asesinato de John Lennon. El antiguo 'beatle' volvía a su residencia, en el neoyorquino hotel Dakota, la madrugada del lunes 8 de diciembre de 1980 cuando Mark David Chapman, bibliotecario de 24 años propenso a sufrir brotes psicóticos, se cruzó en su camino y le disparó cinco veces con un revólver del calibre 38, hiriéndole en espalda y hombros. Lennon moriría pocas horas después. “¿Sabes lo que acabas de hacer?”, le preguntó a Chapman el portero del edificio. “Sí, acabo de dispararle a John Lennon”, respondió el homicida con una sonrisa de infantil estupor en los labios. En los días siguientes, se hizo público que el perturbado Chapman era un ávido lector de 'El guardián entre el centeno', de J.D. Salinger, publicado 29 años antes y convertido desde entonces en moderna biblia del existencialismo adolescente. Entre sus efectos personales, se encontró un ejemplar del libro en el que el asesino había escrito: “Esta es mi declaración solemne”, firmando a renglón seguido como Holden Caulfield, el protagonista de la novela, con cuya angustiada y poco convencional visión de la vida había llegado a identificarse de manera enfermiza. Chapman llevó su obsesión al extremo de leer en voz alta pasajes de la obra durante su alegato ante el tribunal que le condenaría a 20 años de cárcel. “Si esto no les ayuda a entender mis razones, nada podrá hacerlo”, les dijo tras concluir su lectura. Getty Esta es la historia de un cruel equívoco. Eddie Vedder, líder de Pearl Jam, quiso recrear en esta canción la historia real del suicidio del adolescente Jeremy Delle, de Richardson, Texas, que se pegó un tiro en la boca en presencia de sus compañeros de instituto en enero de 1991. Ese es el sentido de la elíptica frase del estribillo: “Jeremy habló en clase hoy”. En palabras del propio Vedder, “el suicidio, aunque trágico, puede llegar a ser visto como el único acto de expresión personal al alcance de los silenciados y arrinconados, de los que nunca hablan porque nadie les escucha”. Pese a su controvertido mensaje, la canción fue el tercer single del álbum 'Ten', de Pearl Jam, uno de los grandes éxitos comerciales de la era del 'grunge'. El correspondiente videoclip incluía una recreación bastante explícita del suicidio, pero la MTV, en un acto de censura que acabaría siendo contraproducente, forzó al grupo a suprimir el plano en el que el adolescente se metía un viejo revólver en la boca, de manera que, al ver las imágenes, se podía interpretar que, más que suicidarse, Jeremy había disparado al resto de alumnos. O al menos esa es la conclusión a la que llegaría cinco años después un fan de Pearl Jam de apenas 14 años llamado Barry Loukaitis, un marginado que llevaba ya unos cuantos cursos acumulando resentimiento contra sus compañeros de clase. Barry irrumpió en su instituto del estado de Washington el 2 de febrero de 1996, disfrazado de 'cowboy' y armado con un rifle y dos pistolas, y mató a dos estudiantes y a su profesora de álgebra. Durante el juicio, el jovencísimo Loukaitis atribuyó sus delirios homicidas a influencias como la novela de Stephen King 'Rage', la película de Oliver Stone 'Asesinos natos' o la trágicamente malinterpretada canción de Vedder 'Jeremy', ‘culpable’ tal vez de mostrar el suicidio como un acto de autoafirmación sugerente y poético, pero no de incitar a la violencia indiscriminada. Barry Loukaitis tiene hoy 36, sigue encerrado y, si no ocurre un vuelco importante en el proceso, seguirá privado de libertad toda su vida. “Quise hacer un canción sobre los Helter Skelter, una especie de toboganes en espiral por entonces muy frecuentes en los parques de atracciones británicos, y ese loco peligroso, Charles Manson, interpretó que los Beatles éramos como los cuatro jinetes del apocalipsis y que estábamos incitándole a coger pistolas y cuchillos y matar a todo el mundo”. Eso fue lo que le contó Paul McCartney a su biógrafo en 1984, perplejo aún por las delirantes conclusiones a las que había llegado Manson tras escuchar 15 años antes su canción, una estridente pieza de rock dadaísta incluida en el muy experimental ‘White Album’. En dos noches sucesivas de agosto de 1969, nueve personas, incluida la actriz Sharon Tate, fueron asesinadas en Hollywood por miembros de la familia Manson, la secta de hippies politoxicómanos y homicidas que lideraba Charles, un exconvicto y músico frustrado de 33 años. Manson nunca se creyó que el Helter Skelter de la canción fuese un simple tobogán: él lo interpretaba como un apocalíptico conflicto racial entre negros y blancos que conduciría al exterminio de tres cuartas partes del género humano y al inicio de una nueva era, más pura, más espiritual. Sus crímenes y los de sus discípulos fueron, según dijo en varias ocasiones, un intento de acelerar la llegada de esa ola de violencia mesiánica. Manson falleció en 2017, a los 83 años, después de pasar 46 años en la cárcel. Getty La novela de Joseph Conrad 'El agente secreto' tuvo una profunda influencia en Theodore Kaczynski, también conocido como Unabomber, terrorista solitario de ideas confusamente anarquistas, responsable entre 1978 y 1995 de un total de 16 atentados con bomba que causaron tres víctimas mortales y 23 heridos. La conexión entre el homicida y la novela que le sirvió de inspiración está muy bien documentada. Ted Kaczynski (Chicago, 1942) se identificaba con el protagonista del libro, ‘El Profesor’, un sereno y reflexivo intelectual que, tras un periodo de maduración personal, acaba optando por la lucha armada contra el sistema. Unabomber firmaba algunos de sus paquetes bomba con juegos de palabras alusivos a Joseph Conrad e incluso había escrito un no del todo coherente ensayo sobre el libro y recomendado a sus amigos y familiares que lo leyesen. “Si quieres conocerme, mi visión de la vida está en esas páginas”, dijo a uno de sus allegados. Ted Kaczynski tiene hoy 76 años y sigue encarcelado. Netflix estrenó en 2017 una serie sobre su vida, 'Manhunt: Unabomber'. Getty La más célebre de las novelas de John Fowles, 'The Collector' (El Coleccionsta), ha inspirado dos películas (la primera de ellas, estupenda, dirigida por William Wyler en 1965), tres adaptaciones teatrales y al menos una docena de canciones, incluidas 'The butterfly collector', de Pearl Jam, y 'Reel around the fountain', de los Smiths. Historia de un joven coleccionista de mariposas que secuestra y retiene en cautividad a la chica de la que cree haberse enamorado, 'The Collector' tuvo también la desgracia de inspirar a una serie de introvertidos patológicos que acabarían convirtiéndose en secuestradores y asesinos. El caso más célebre tal vez sea el de Robert Berdella, condenado en 1988 por la violación, tortura y asesinato de seis hombres a los que había retenido en su tétrica mansión de las afueras de Kansas City, en Missouri. Además de consumidor habitual de LSD, Berdella resultó ser lector voraz y cinéfilo, y no tuvo el menor reparo en reconocer que tanto la novela de Fowles como la película de Wyler le habían dado la idea de iniciar su propia colección de mariposas. Berdella murió de un ataque al corazón en 1992 mientras estaba encarcelado. Tenía 43 años. getty Nadie podía prever que una lectura delirante de un clásico de la ciencia ficción acabaría causando dos atentados terroristas en los que morirían un total de 21 personas. El novelista y científico norteamericano de origen ruso Isaac Asimov empezó a publicar durante la Segunda Guerra Mundial su saga de novelas 'Fundación', un inteligente alegato contra la tiranía y el fundamentalismo religioso. Sin embargo, Shoko Asahara (Japón, 1955), líder de la secta japonesa Verdad Suprema, interpretó la obra de Asimov como si se tratase de un texto sagrado, la profecía de un apocalipsis inminente que iba a exterminar a los incrédulos dejando el control del planeta Tierra en manos de los creyentes en la verdadera iluminación, que eran él y los poco más de mil miembros de su cofradía de fanáticos. Como el anunciado holocausto se estaba haciendo esperar más de la cuenta, Asahara y sus acólitos intentaron acelerarlo liberando grandes cantidades de gas sarín, primero en el metro de Tokio (13 víctimas mortales) y después en un barrio residencial de la ciudad de Matsumoto (ocho muertos más). Condenado a muerte en 2004 y con su sentencia de ejecución suspendida desde 2012, Asahara sigue insistiendo a día de hoy que todo estaba escrito en los libros de Asimov y que el se limitó a obedecer los designios de la Verdad Suprema. Getty La primera vez que vio 'Taxi Driver', en otoño de 1976, John Warnock Hinckley Jr. (Oklahoma, 1955) se entusiasmó. Se vio a sí mismo en el papel de Travis Brickle (interpretado por Robert de Niro), el taxista justiciero de Nueva York, liberando a punta de pistola a la prostituta adolescente que interpretaba Jodie Foster, seduciéndola con un acto de amor violento y quijotesco. Su obsesión por Foster, la actriz californiana que acababa de cumplir 14 años cuando se estrenó la película, llevó a este pobre diablo sin amigos y sin proyecto vital a acudir a varios actos de la campaña de reelección de presidente Jimmy Carter con la intención de asesinarlo y llamar así la atención de su musa, a la que había escrito decenas de cartas de amor y dedicado sonrojantes poemas. En noviembre de 1980, Carter perdió las elecciones y fue reemplazado por Ronald Reagan. Poco después, el 30 de marzo del 81, Hinckley pudo realizar por fin el acto de amor homicida que quería ofrecerle a Foster como tributo: disparó a Reagan y sus acompañantes en el hotel Hilton de Washington DC, hiriendo de gravedad al presidente y un miembro de su escolta y matando al secretario de prensa, James Brady. Después de 35 años en la cárcel, Hinckley salió en libertad en 2016. En la actualidad vive con su madre de 90 años en Virginia y tiene algunas restricciones: tiene prohibida (entre otras cosas) la relación con cualquier miembro de la familia Reagan o Foster y no puede hablar con la prensa. “Me gusta diseccionar mujeres. ¿Os he dicho ya que estoy loco?”. Este par de frases, escritas en su perfil en una red social en marzo de 2012, tal vez fuesen uno de los primeros indicios inequívocos de que Brian Douglas White, estudiante de Detroit de 19 años, no estaba en sus cabales, de que había en su interior algo muy oscuro y muy inquietante. Sin embargo, nadie se las tomó del todo en serio, porque se trataba de una cita de Patrick Bateman, el personaje de la novela de Bret Easton Ellis 'American Psycho', y todos sus amigos sabían que Brian era un lector contumaz y que aquel era su libro de cabecera. Pocos días después, el 4 de abril, Brian mataba a hachazos a la madre y a la nueva pareja de su exnovia, a la que llevaba varias semanas acosando en las redes sociales, para suicidarse a continuación. La investigación policial posterior permitió descubrir hasta qué punto este joven en apariencia cuerdo y sensato había llegado a obsesionarse con el sádico nihilismo de Patrick Bateman, un héroe personal al que incluso había dedicado una especie de altar privado en su habitación. En la imagen, Brian Douglas White a la izquierda; y a la derecha el actor Christian Bale interpretando a Patrick Bateman en la adaptación al cine de 'American Psycho'. Facebook 'Used to love her' es una canción jocosa de Guns N'Roses, poco más que una broma privada de apenas tres minutos entre Axl Rose y el guitarrista Izzy Stradlin. Pero, contra todo pronóstico, se convirtió en un inesperado éxito en 1988 e inspiraría años después dos asesinatos, uno en Florida y otro en California. En el de Florida, la policía descubrió que Justin Barber había estado escuchando repetidamente la canción de Guns N'Roses, con su infame estribillo (“yo la quería, pero tuve que matarla”), la tarde de agosto de 2002 en la que ahogó en la bañera a su esposa y le disparó a continuación con una pistola comprada en el mercado negro para fingir que ambos habían sido víctimas de un violento asalto en su domicilio. Diez años más tarde, en julio de 2012, una mujer de la localidad de Costa Mesa, California, llamada Christine Murray, envió a una amiga un mensaje de texto en el que le decía que su exnovio, Thomas Michael Wilhelm, se había presentado en su casa borracho, con un arma de fuego en la cintura y cantando a voz en grito la poco tranquilizadora canción de Guns N'Roses. Diez minutos después, Murray estaba muerta y Wilhelm se sentó en el porche a esperar a la policía con las palabras malditas (“¡tuve que matarla!”) aún rondándole por la cabeza entre vapores etílicos. En la imagen, Justin Barber (izquierda) y, a la derecha, una actuación de Guns N'Roses. Getty Un juez de Kentucky dijo del libro de Stephen King 'Rage' (en España se tituló 'Rabia'): “Tal vez sea la novela más tóxica y mortífera de toda la historia”. Puede que no exagerase del todo: el autor de este clásico de la sugestión homicida, Stephen King, decidió que nunca más volviese a reeditarse, tras constatar que, según dejó escrito en 'Guns' (2013), su alegato a favor del control de armas, al menos “cuatro casos de violencia real en escuelas de Estados Unidos pudieron tener como detonante o acelerador la lectura de ese libro que tanto me arrepiento de haber escrito”. Publicada por primera vez bajo seudónimo en 1977, 'Rage' es la historia de un joven inadaptado al que expulsan de su instituto y que decide vengarse tomando como rehenes a sus compañeros y matando a dos de sus profesoras. Justo lo que hicieron, o intentaron hacer, lectores de la novela como Jeffrey Lynne Cox en 1988 (fue desarmado antes de que pudiese matar a nadie), Dustin Pierce en 1989 (retuvo a sus rehenes durante cuatro horas agónicas, pero no hirió a ninguno de ellos), Scott Pennington en 1993 (mató a un empleado de seguridad de la escuela) y, sobre todo, Michael Carneal en 1997. Carneal, de 14 años, víctima de abusos escolares desde la primera infancia, entró con una escopeta de caza y varias pistolas en el instituto de West Paduckah, en Kentucky, y disparó a los alumnos de un grupo de oración matando a tres e hiriendo a otros cinco. Los padres de las víctimas se querellaron contra varias páginas de pornografía online y contra los productores y distribuidores de las películas 'Diario de un rebelde' y 'Asesinos natos', pero decidieron no demandar también a Stephen King después de que este reconociese la nociva influencia de 'Rage' en los adolecentes y se comprometiese a retirarla de la circulación. En la imagen de la izquierda, Michael Carneal, en una foto carcelaria ya de adulto. Carneal lleva 20 años en la cárcel. En 2023 se revisará su caso por si puede salir en libertad condicional. Acusada de inspirar al menos una decena de truculentos actos de violencia entre 1994 y 2008, la película 'Asesinos natos' llegó a ser descrita por el popular autor de 'bestsellers' judiciales John Grisham como “la película más nociva jamás filmada, la que volvió a poner de moda los asesinatos en serie justo cuando Estados Unidos estaba empezando a dejar atrás tan perniciosa plaga”. Quentin Tarantino, autor del guion, ya dejó claro en su día que discrepaba del moralismo ingenuo de Grisham, que la película era una descarnada sátira de la moderna cultura de comunicación de masas y que nadie en su sano juicio podía tomársela ni remotamente en serio. Sin embargo, dos adolescentes de Oklahoma, Sarah Edmondson (19 años) y James Darras (18), se embarcaron en una gira homicida por carreteras del centro y sur de Estados Unidos en marzo de 1995, poco después de ver la película que concibió Tarantino y dirigió Oliver Stone. Mataron a una persona e hirieron a otros dos. Luego llegarían matanzas como la del instituto Columbine de Colorado, perpetrada por dos entusiastas del cine de Stone, o la de la escuela pre-universitaria de Dawson, en Montreal, obra de otro cinéfilo desquiciado y corto de entendederas. El último en hacer una barbaridad y tratar de echarle la culpa a 'Asesinos natos' fue un adolescente de Milwaukee llamado Eric Tavulares, que estranguló a su novia en julio de 2008. “Vi la película diez o veinte veces seguidas y luego ya no sé lo que hice ni por qué lo hice”, declaró el muchacho poco después de ser detenido. En la imagen, arriba, James Darras y Sarah Edmondson. Él permanece en la cárcel (fue el que cometió el asesinato) y ella está en libertad condicional.