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Una visita al médico en China Proporcionar sanidad en el país más poblado del mundo es un desafío. Colas interminables, escasa intimidad, poco tiempo de atención... Los expertos debaten sobre los problemas que lastran al modelo y tratan de buscar soluciones Varios pacientes en el Hospital Popular número 10 de Shanghái, uno de los mejores del país, eligen especialista en una pantalla gigante con los nombres y las especialidades de los doctores del centro. Debido a la gran diferencia en la calidad del servicio y del personal existente entre ambulatorios y hospitales, una gran parte de la población prefiere acudir a los segundos, aunque eso suponga pagar más de su bolsillo. Colas para pagar por el tratamiento en las ventanillas de registro del Hospital Popular Número 10. Sin pagar de antemano, no se recibe asistencia. En los principales centros sanitarios del país -clasificados como AAA-, las colas ante los mostradores de registro pueden alcanzar proporciones bíblicas. Los hospitales de las ciudades chinas son tan grandes que el suelo está lleno de señales que indican los diferentes departamentos. Los pacientes, que rara vez tienen asignado un médico de cabecera, deben decidir a qué especialista quieren ver, pagar de antemano por la cita, y esperar su turno. Ante la falta de médicos de cabecera, una recepción-guía en el vestíbulo de los hospitales indica a los pacientes a qué especialista deben consultar después de escuchar sus síntomas. Poco a poco, los hospitales van adoptando el sistema de registro electrónico. Una vez insertada la tarjeta de la seguridad social, se elige departamento y se paga 'online'. Actualmente, más de mil millones de ciudadanos chinos están cubiertos por alguno de los dos tipos de seguridad social: el sistema urbano -en el que se han fusionado el seguro de trabajadores y el de residentes-, y el sistema cooperativo rural -creado en 2003 y que abarca ya al 90% de la población fuera de las zonas urbanas-. Directorio del Hospital Popular Número 10 de Shanghái. A pesar de las grandes dificultades a las que se enfrenta, China es uno de los países en vías de desarrollo con mejor sistema de salud. Por cada mil habitantes hay 1,9 médicos y 40 camas. Carteles repartidos por los diferentes departamentos ofrecen información sobre prevención de enfermedades. En este caso, sobre el Sida. Los hospitales advierten del peligro que suponen los vendedores de medicamentos y de material médico no autorizados. Acualmente, el subsidio médico público por persona está en 490 yuanes (65 euros) al año, mientras que el gasto en sanidad per cápita asciende a casi 550 euros. La farmacia del hospital es una de las principales fuentes de ingresos. Entre el 37% y el 47% del presupuesto de los centros chinos se cubre con la venta de medicamentos. La venta de medicamentos también ha servido para determinar parte de la remuneración de los médicos, eso explica que los centros propicien el exceso de medicación -China se encuentra entre los países que más antibióticos consume-. Oftalmólogos de un centro de Shanghái realizan pruebas en niños miopes. Los doctores apenas dedican unos minutos a cada paciente. Y, en la mayoría de ocasiones, el seguimiento en visitas futuras se hace por otros compañeros que no conocen el historial, así que el paciente se ve obligado a repetir una y otra vez los síntomas de lo que le sucede. Además, en general, la intimidad es escasa.