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El no ya lo tienes
Columna
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Cambiar de registro

La comedia está bien, para un rato, pero siempre he querido cambiar e interpretar un papel dramático

Representación dramática en el teatro de la Zarzuela.
Representación dramática en el teatro de la Zarzuela.NurPhoto (Getty Images)

Siempre he ansiado cambiar de registro, porque un actor no lo es de verdad hasta que hace un papel dramático: un amnésico, un veterano de guerra, un concejal de urbanismo… La comedia está bien, para un rato… Pero, ¿y los premios? ¿la gloria? ¿los oropeles? Alguien dijo una vez: “Es más fácil hacer reír que llorar”. Esa persona era más tonta que afilamazas. Provocar la risotada es sencillísimo: es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde… etcétera.

Persiguiendo esa estrella me presenté a un casting. Me tenía que preparar un monólogo; pensé en cosas muy tristes que había experimentado: la muerte de mi gato Calcetines, el último capítulo de Los Serrano… cosas así, y me lancé:

“Me llamo R. Nací en el seno de una familia humilde en el sur de X. Mi padre nos abandonó cuando yo tenía 12 años. Fue entonces cuando tuve que dejar el colegio y ponerme a trabajar recogiendo piedras en la cantera de Y. Después de cuatro meses trabajando, el patrón me dijo que faltaba la plata para los jornales. Yo le dije que no sabía nada, pero me despidió. Me dolió, porque me llamó ladrón. Para entonces mi hermanito pequeño Z estaba ya muy enfermo y a los pocos días murió. Mi madre me dijo que era un borracho y un inútil y que me marchara. Me escondí en el motor de un autobús y por poco me muero de calor. Al llegar al paso fronterizo de S la policía registró el autocar y me descubrió. Me esposaron y me metieron en un camión junto a otros hombres. Por la noche salté del camión y empecé a correr por el desierto. Me iluminaban con sus linternas y me gritaban que me parara. Yo seguía corriendo. Empezaron a disparar como demonios. Yo corría. Corría y pensaba en mi madre. Pensaba en mi hermanito muerto. Y corría. Y corría. Las balas silbaban por todas partes. Entonces sentí como fuego en mi cabeza y todo se apagó”.

Cuando terminé el monólogo estaba exhausto emocionalmente y, sinceramente, con la sensación de que lo había bordado. Pero ¿Sabéis que pasó? SE PARTIERON DE RISA.

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