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Los niños, combatientes involuntarios El 12 de febrero se conmemora el Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado. Actualmente hay unos 300.000 menores víctimas de reclutamiento y que participan en más de 30 conflictos en todo el mundo Actualmente, hay unos 300.000 niños y niñas soldado que participan en más de 30 conflictos en todo el mundo, según datos de Unicef. Son críos que se ven abocados a vivir la guerra de verdad, convirtiéndose en combatientes involuntarios. Cada 12 de febrero se conmemora el Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado. En la imagen, uno de ellos recién liberado de las garras de la violencia, en Sudán del Sur, el pasado 7 de febrero. STEFANIE GLINSKI (AFP) Un niño soldado recién sacado de la batalla posa con su rifle durante la ceremonia de liberación en Yambio, Sudán del Sur, el pasado 7 de febrero. STEFANIE GLINSKI (AFP) Más de 300 niños soldados, incluidas 87 niñas, fueron liberados en esta región (Yambio), devastada por la guerra de Sudán del Sur. STEFANIE GLINSKI (AFP) Un programa de la ONU trata de ayudarles a reintegrarse en la sociedad después de haber participado en la lucha armada. STEFANIE GLINSKI (AFP) El programa de integración en Yambio, que se encuentra en el sur del país, tiene como objetivo ayudar a 700 niños soldado a regresar a la vida normal. STEFANIE GLINSKI (AFP) Poco después de lograr su independencia en 2011, Sudán del Sur se sumió en una guerra civil. En este conflicto se han reclutado sistemáticamente niños como soldados. "Durante el tiempo en el que estos niños están vinculados a las fuerzas y grupos armados, son testigos y víctimas de terribles actos de violencia e incluso son obligados a ejercerla. Los traumas emocionales que esto les puede provocar son difíciles de superar", advierte Unicef. STEFANIE GLINSKI (AFP) Algunos críos son secuestrados; a otros, la pobreza, los malos tratos, la presión de la sociedad o el deseo de vengarse de la violencia contra ellos o sus familias les llevan a unirse a grupos armados y empuñar un arma. STEFANIE GLINSKI (AFP) Los niños, dice Unicef, son víctimas inocentes de las atrocidades de la guerra. Para ellos, el regreso a su vida y la recuperación de la infancia es tan difícil que puede parecer casi imposible. STEFANIE GLINSKI (AFP) Además de las secuelas psicológicas y emocionales, los niños también padecen consecuencias físicas que pueden ser causadas por la batalla o ser fruto de las torturas y abusos por parte de los jefes. Muchos niños son mutilados, sufren desnutrición o incluso enfermedades de transmisión sexual. En el caso de las niñas, muchas se quedan embarazadas por abusos sexuales. STEFANIE GLINSKI (AFP) Los expertos advierten de la dificultad de los pequeños para salir de la espiral de violencia que han vivido. En primer lugar, porque pasan en el grupo o fuerza armada los años en los que desarrollan su personalidad y aprenden a convivir en un entorno jerárquico y de violencia. Además, no han podido ir a la escuela y esto hace que sus oportunidades de un futuro mejor se reduzcan enormemente. STEFANIE GLINSKI (AFP) La Representante Especial de la ONU para Niños y Conflictos Armados, Virginia Gamba, celebra la liberación de más de 300 niños, incluidas 87 niñas, en Sudán del Sur. "Estos niños ahora tienen la oportunidad de reconstruir sus vidas. No podemos defraudarlos y pido a la comunidad internacional que apoye su reinserción proporcionando los recursos adecuados", asegura. STEFANIE GLINSKI (AFP) El 60% de los miembros de la milicia en República Democrática del Congo (RDC) son menores de edad y la mayor parte de ellos son menores de 15 años, según datos de la ONG World Vision. Tshibola fue uno de ellos. Un día se despertó con el sonido de las armas mientras la milicia, todos con sus pañuelos rojos, rodeaban la casa. Entraron y encontraron su escondite. Su familia no estaba en ninguna parte. Había huido en la noche, dejando atrás a Tshibola. La milicia registró la casa en busca de cualquier arma que pudiera haber quedado, pero no encontró nada. Ataron a Tshibola y estaban listos para matarla. Pero le ofrecieron la opción de unirse a ellos si quería seguir con vida. Secuestrada, lejos de su hogar y sin otra opción, aceptó. "Pasamos dos días de ceremonias de iniciación", explica Tshibola. "Me dieron alcohol y al segundo día dijeron que íbamos a la batalla. Los militares comenzaron a disparar cuando llegamos, y me caí al suelo (Tshibola había recibido varios disparos en las piernas). El hijo del comandante militar también había sido forzado a entrar en la milicia, pero fue asesinado". Los militares trataron de curarla y luego la llevaron al campamento militar en Kananga, en Kasai Central, para recibir tratamiento. Resultar herida fue su salvación porque Tshibola acabó llegando a un centro gestionado por World Vision para ex niños soldado, cojeando con muletas, pero viva. Actualmente, sigue en el centro, esperando noticias de su familia. WORLD VISION "Mi nombre es Matthieu. Tengo 13 años y estaba en quinto grado antes de la crisis. Tengo una hermana de cinco años y un hermanito de siete. Tenía dos hermanos mayores, pero murieron en el conflicto, al igual que mi padre y muchos de mis amigos. Después de huir de Tshikapa (República Democrática del Congo), finalmente llegamos a una aldea en Kasai Central. Pero la situación no fue mucho mejor. Un día, mi mejor amigo llegó a nuestra casa y me dijo que me uniera a la milicia, esa era la mejor opción para niños como nosotros. Me negué a acompañarle. Pero todos seguimos en la misma aldea y la situación es muy mala. Algunos niños que estaban en las milicias vienen para jugar, pero nunca se quedan por mucho tiempo, porque los hombres armados siguen buscándolos para matarles. El chico que solía ser mi mejor amigo está entre ellos. De vez en cuando lo veo y cada vez está más delgado y se ha vuelto loco a causa de las drogas que le hacen consumir. Me gustaría hacer que vomite todo lo que ha tomado, pero no puedo porque a los miembros de la milicia no les gusta verme, porque me negué a unirme a ellos. Mi vida corre peligro en esta comunidad”. WORLD VISION Kapinga y otros niños en las milicias en República Democrática del Congo reciben palos como armas. En la batalla, su trabajo era recoger las municiones gastadas en el suelo para arrojarlas a los soldados. "Cuando nuestras faldas estaban llenas, tirábamos las municiones a los soldados y se caían", explica Kapinga. Las milicias les dan armas de madera para que el enemigo piense que van armados, pero nada más lejos de la realidad. Están totalmente desprotegidos. Kapinga y los demás también reciben bandas rojas para atarse alrededor de la cintura. Les dicen que cuando estén cansados en la batalla, todo lo que tienen que hacer es tirar de la banda "para desaparecer e ir a cualquier otro lado". Hay muchas historias similares en las que los niños piensan que pueden teletransportarse y estar a salvo. La última batalla a la que acudió Kapinga casi acaba con su vida; recibió un disparo en el cuello salvándose milagrosamente. En ese momento tomó la decisión de abandonar la milicia de una vez por todas. Sus esperanzas para el futuro son simples: "Me gustaría volver a casa con mi padre." WORLD VISION