Ay, princesa
A Leonor de Borbón Ortiz, 12 octubres y tres meses, heredera al trono por la gracia de la genética, debe de andar rondándole ese hito en el que todo será igual pero nada será lo mismo

Lo sabe cualquier madre o padre que haya pasado ese Gólgota. Hay un instante en la vida de las hijas en que algo cambia para siempre. Un día, de repente, aún no son mujeres pero ya no son nuestras niñas chicas. Mutan de flores en cactus. Sus cuartos empiezan a oler a chota. No te contestan a los wasaps estando en línea. No quieren salir contigo ni en las fotos. Ni se visten ni se peinan como les dices ni bajo amenaza de cortarles el wifi. “No” es su respuesta a todo lo que propones, salvo que detecten usurero ánimo de lucro: su lucro. Deploran tus frases, desdeñan tu aspecto, detestan tu mera presencia en el planeta. Ríen, lloran, callan, rajan por los codos, todo en el mismo cuarto de hora. Ni saben lo que son, ni menos lo que quieren ser en la vida. No se aguantan ni ellas mismas. Dicen que, pasado el trance, vuelven. Yo aún ando esperando a la mía.
A Leonor de Borbón Ortiz, 12 octubres y tres meses, heredera al trono por la gracia de la genética, debe de andar rondándole ese hito en el que todo será igual pero nada será lo mismo. Deben de andar saliéndole las plumas a la pava en palacio, pero aún no se le adivinan los cañones de la rebeldía bajo la ternura de la inocencia. Solo había que verle las trenzas de princesa del cuento, el vestido de doncella del medievo, la mirada arrobada, el agrado de niña bien mandada con que oyó a su padre pedirle ejemplaridad, entrega, el sacrificio de su vida por sus compatriotas. Mientras otros derraman miel a chorro sobre tan idílica estampa de futuro institucional, etcétera, yo no puedo dejar de ver a la única española obligada desde el útero a ser lo que nadie le ha preguntado si desea, o montar una crisis de Estado. No nos enteraremos, y si nos enteramos será un escándalo mayúsculo, pero apuesto a que, en nada, puede que la princesa adolescente les espete a Sus Majestades sus viejos: “Papás, tíos, dejadme vivir”, como me espeta a mí la mía.
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