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El legado de un Rey

Los ochenta años de Juan Carlos I, ocasión para reivindicar el consenso

Felipe VI abraza a Juan Carlos I tras su proclamación, en 2014.Vídeo: JAVIER LIZON

Hoy hace 80 años que el rey Juan Carlos nació en el exilio de Roma; una fecha que se complementará en los próximos meses con el 40º aniversario de la Constitución de 1978. Ambas celebraciones deberían servir para reivindicar uno de los grandes valores que impulsó el anterior Rey en nuestro país: el diálogo y el consenso democrático. Una forma de actuar que posibilitó la transición de la dictadura a la democracia en España y que marcó un exitoso modelo político que, desgraciadamente, está cayendo en desuso, provocando la vuelta a una dialéctica de bandos que tanto daño ha hecho en nuestra historia.

Al margen de las celebraciones, públicas y privadas, del 80º cumpleaños de Juan Carlos I, este aniversario debe servir para poner en valor la parte más positiva de su legado. El de un Monarca útil, que trajo la democracia a España en forma de una Monarquía parlamentaria, la defendió de un golpe militar cuando se estaba consolidando, contribuyó de forma notable a la proyección internacional del país y supo retirarse a tiempo, abdicando en su hijo, Felipe VI.

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Los partidos políticos, los agentes sociales y económicos, los ciudadanos y, por supuesto, los responsables institucionales, desde el primero hasta el último, no deberían olvidar la enorme transformación y modernización de España durante el reinado de Juan Carlos I. Los errores cometidos en los últimos años de su mandato no pueden hacer sombra a los múltiples aciertos en su gestión como jefe del Estado en momentos de enormes dificultades políticas, económicas y sociales; en una España que buscaba la reconciliación o, como él mismo dijo el día de su coronación, “nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional”.

Juan Carlos I recibió todo el poder del dictador Franco y accedió al trono, en 1975, jurando las Leyes Fundamentales del Movimiento. Sin embargo, renunció a su poder absoluto y puso en marcha el proceso democrático de la mano de Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez, y gracias al consenso de las principales fuerzas políticas, algunas de ellas salidas de la clandestinidad; desde la derecha franquista, al socialismo y al comunismo. Unos acuerdos basados en dialogar y ceder para conseguir el bien mayor: la transformación de España en una democracia plena, próspera y capaz de integrarse en la Unión Europea.

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Los líderes políticos actuales no deberían olvidar los valores que permitieron la reconciliación nacional y la transformación de España en un Estado moderno europeo. Recuperar el espíritu de la Transición, que tanto inspiró el rey Juan Carlos, ayudaría estos días a solucionar los principales problemas de nuestro país, desde la cuestión catalana, hasta las necesarias reformas de la Constitución y otras normas fijadas hace 40 años.

Felipe VI, heredero de la Corona tras la decisión de abdicar de su padre, ha heredado también esa voluntad de consenso, que proclama en sus intervenciones. Aunque sus funciones estén muy limitadas por la Constitución, no estaría de más que los líderes políticos actuales compartieran más con él ese espíritu de diálogo, como hicieron sus antecesores con Juan Carlos I.

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