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“Picasso es español. Yo también. Picasso es un genio. Yo también. Picasso es comunista. Yo tampoco”. En este fragmento del célebre discurso sobre Pablo Picasso pronunciado por Salvador Dalí en 1951 en el Teatro María Guerrero de Madrid está la esencia de las relaciones entre estos dos titanes del arte contemporáneo. Dalí, 20 años menor, sentía por Picasso una admiración de alumno aventajado que en algunos momentos de su vida se transformó en envidia reverente, en deseo obsesivo de estar a su altura. Tras la guerra civil española, además de la brecha tradicional y la inevitable rivalidad artística, empezó a separarles también una trinchera ideológica: el comunismo estético de Picasso y la cercanía al régimen de Franco de un Dalí que, más que reaccionario, fue siempre complaciente y acomodaticio. Sin embargo, tal y como explica Víctor Fernández en su ensayo 'Picasso y yo' (Elba Editorial), los dos artistas más populares del mundo hasta la llegada de Andy Warhol siguieron intercambiando correspondencia y dialogando a distancia a través de la pintura, como en las variaciones sobre la obra de Velázquez en que se embarcaron ambos a finales de los 50.
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La maldición del segundo: 17 genios que tuvieron la mala suerte de coincidir con otro incluso mejor

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