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10 mujeres recuerdan el día que les bajó por primera vez

“La cara de alegría de mi madre, y su doble cara de alegría al meterme ELLA mi primer tampón”

Adara Sánchez

Antes de tenerla, hay quien la desea con todas sus fuerzas. Más difícil que ser la primera del grupo es ser la última de la pandilla de amigas en bajarle, como si te estuvieras perdiendo algo. Y aunque sepas que está por venir, al final casi nunca es buen momento. Eso sí, jamás se olvida. Hemos pedido a varias mujeres que nos cuenten su recuerdo de la primera regla -algo tan simbólico y complicado cuando estás creciendo- y estas son sus anécdotas. ¡Comparte las tuyas en los comentarios!

– "Recuerdo que tenía unos 12 años. Se lo dije a mi madre y me enseñó a ponerme una compresa GIGANTE, nocturna, una cosa tremenda que parecía un pañal para adultos. Era tan ancha que me hacía sentir que caminaba raro, con las piernas separadas, así que temí que todo el mundo se fuera a dar cuenta. Tenía claro que la regla era algo que había que ocultar a toda costa, ¡negarlo todo! Sobre todo con los chicos: la peor leyenda urbana de mi colegio era que una compañera había manchado el pantalón Y LA SILLA en clase. No había mayor terror para una adolescente".

"¡Ay, hija, ya ha empezado el sufrimiento!"

– "Aguanté un día desde que vi que había manchado las braguitas hasta que se lo dije a mi madre. Tenía amigas que ya tenían la regla, así que imaginé lo que era, pero me daba muchísima vergüenza contárselo. Afortunadamente, no manchaba mucho. Cuando se lo conté, me dijo: '¡Ay, hija, ya ha empezado el sufrimiento!".

– "Pasado el mal trago de tener que dar la noticia, mi madre salió gritando por el pasillo '¡¡¡que la niña ya es mujeeeeerrrr!!!'. No contenta con darle la noticia a mi padre (si mi memoria no me falla abrieron una botella de champán y todo, o si mi memoria me falla esto es fruto del trauma), después cogió el teléfono y llamó a casa de mi abuela y de mis tíos. Había que compartir la noticia. Es que lo pienso y todavía me da apuro...".

– "Recuerdo perfectamente la noche que me vino la regla. El 1 de febrero de 2004, yo tenía 14 años y estaba deseando que me bajara para ser una más del grupo, ya sabes... cuando eres adolescente eres idiota. Estaba durmiendo en casa de una amiga y por la mañana me encontré el percal. Me fui sin decirle nada. Afortunadamente era mi vecina, así que no tuve que andar mucho. Al llegar a casa, mi madre se sorprendió de lo pronto que llegué y se lo conté. Me dijo algo así como: 'Bueno, ya sabes como funciona todo, ¿no?' Pues eso. Y ya. Ni celebración, ni alegría, ni felicitaciones...".

– "La regla me vino en el verano en el que cumplía 12 años, no era la última del grupo de amigas, pero sí que tenía a tres o cuatro compañeras con cierto adelanto en este sentido. Recuerdo cómo se comunicaba entre nosotras si a alguien ya le había venido la regla, como un símbolo de estatus que dividía a las que ya eran mujeres de las que éramos aún unas niñas. Presionada por el grupo, el tema llegó a obsesionarme y miraba constantemente mis bragas e imploraba ¿cuándo iba a ser el día? Formar parte de ese estatus de las que ya sangraban una vez al mes no significaba solo ser considerada superior en cuanto a supuesta madurez, sino que iba adherida a los accesorios que ya podías consumir y presumir de que llevabas, ergo las compresas y los tampones. Mi obsesión y los comentarios familiares alertando de que ya no me quedaría mucho, llevaron a que comprara algunas compresas Evax Fina y Segura 'por si acaso' y las tuviera en casa. Y lo curioso es que yo simulaba en privado, como parte de mis juegos en una casa de veraneo en Galicia, protagonizar anuncios comentando lo ideales que eran las compresas y cómo me sentía al llevarlas, como si fuera un spot de Coca-Cola. Ese verano atisbé el color marroncillo en mi ropa interior y el cachondeo familiar al respecto fue mayúsculo, pero aún así me sentí reforzada, renacida. Ahora pertenecía a la jet set del colegio y tendría algo que contar sobre mi verano".

"Si tú no sabes ponértelo dile a tu profe que te lo ponga"

– "La cara de alegría de mi madre, y su doble cara de alegría al meterme ELLA mi primer tampón. Iba a natación ese verano y me dijo, si tú no sabes ponértelo dile a tu profe que te lo ponga. ¿Yo? ¿A mi profe? En fin. Me lo puse yo, atravesado, por no decirle a mi profesora. Y cuántas compresas pasaron por mi mochila, convenientemente envueltas, por el miedo a que alguien supiera que tenía la regla".

– "Con 13 años, fui la última de mis amigas, así que tenía muchas ganas de tenerla, la verdad. Iba a un colegio progre y nos habían contado cómo era y por qué sucedía, o sea, que no tuve nada de miedo".

– "Tengo una amiga que se sabe cuándo -fecha completa, con día, mes y año- nos vino la regla por primera vez a cada miembro de la cuadrilla (somos 10). Y la amamos porque ningún padre lo sabe sobre su propia hija".

– "Tuve mi primera regla en una sala de cine. Tenía 12 años. Era el estreno de Batman y Robin en Guadalajara, donde vacacionaba con mis tíos y mis primos, sin mis padres. Sentada en la butaca comencé a sentir un líquido descender hacia mis calzones. No podía ser pipí, pensé. No he tomado mucha agua y la peli no está como para orinarse de la emoción. Después de unos minutos acepté lo inevitable: mi niñez había terminado durante el desenlace de una de las peores películas de superhéroes. Al final de la función, fui al baño del cine y confirmé mis sospechas. Me sentía triste, no por el hecho, sino por las circunstancias en las que había sucedido. Siempre imaginé que sería como en las series de adolescentes que tanto veía: en el baño de mi habitación, con una balada pop de fondo y con mi mejor amiga al teléfono diciéndome: '¡Felicidades! Ya eres una mujer'. Pero no. Los personajes secundarios en esta versión eran mi tío y mi primo. Tenía mucho miedo de pedirle a mi tío pasar a una farmacia en el camino de regreso. Seguro vi unas veinte durante el trayecto. A unas cuadras del departamento de mi tía, nuestro destino final, me atreví a hablar. 'Tío, me bajó la regla', dije con voz temblorosa, como si estuviera confesando un asesinato. 'Ya casi llegamos a la casa', respondió sin mirarme. Mi primo no dijo una palabra. La culpa por incomodarlos la sentí como agujas en el pecho. Corrí hacia la puerta del departamento de mi tía y entré con la misma velocidad. Ver a mis tías me provocó un llanto instantáneo. Entre sollozos y tragadas de mocos les conté la causa de mi frágil estado de ánimo. '¡Alguien ayúdenle, por favor!', exclamó mi tío. Una de ellas, a la que visitábamos, me llevó al baño y me dio una toalla femenina. '¿Así de feo se siente?', me preguntó mi prima unos minutos después. 'No duele', le expliqué, 'solo saca de onda".

– “La primera vez que tuve que ponerme un tampón porque íbamos a la piscina me lo tuvo que poner la madre de mi mejor amiga. Cuando digo poner, digo incrustar, no enseñarme a ponérmelo porque no había más tiempo para tonterías. La relación de intimidad cambia completamente para siempre”.

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