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El no ya lo tienes
Columna
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Cartas mentales

Querido señor trajeado y desconocido: espero que le pillen en alguna de sus mentiras y le caiga un buen puro

RoBeDeRo (Getty Images)

Una chica caminaba delante de mí por Gran Vía. La pobre llevaba unas sandalias romanas con plataforma que le tienen que rozar una cosa bárbara porque camina como si fuera de Chiquitistán. Le escribí una breve carta mental:

Querida amiga desconocida:

Quizás no fue una buena decisión ponerte esas sandalias, pero tus andares me han recordado al gran Chiquito de la Calzada. ¿Sabes que lo conocí? Coincidimos en una actuación en Jerez. Yo no me podía creer que fuéramos a compartir escenario. Me preguntó si había pensado el orden y yo le dije que sería su telonero. Pero al final salió primero. Lo que sucedió fue que después de su descacharrante actuación, cuando me tocó a mí, la gente ya no tenía fuerzas para nada: los había matado de risa.

Un beso.

PD: Sería buena idea que te compraras tiritas para las rozaduras.

Como si la chica hubiera recibido el mensaje, giró y se metió en una farmacia.

Un hombre trajeado me adelantó. Andaba como si las piernas fueran a salir disparadas cada una en una dirección. Iba hablando por él móvil, “No, no, ahora no puedo ir porque estoy en Alcobendas, me pillas en Alcobendas, ve tú que estás más cerca… luego me cuentas…” eso iba diciendo…

En un momento dado empecé a notar un hedor sibilino que me hizo negar con la cabeza. También para este señor tuve una carta mental:

Querido señor trajeado y desconocido, déjeme que le cuente una historia:

Estaba en la feria de Albacete haciendo cola con mi padre para montar en el látigo Macareno, cuando se le “escapó” un “follo” impresionante, con la mala suerte de que detrás había una niña. Por altura, esa pobre cría tenía la cara justo donde mi progenitor tenía el ojete. Con un hilillo de voz empezó a decir a su madre que olía muy mal. Insistía e insistía —se notaba que no lo estaba pasando bien— hasta que la madre ató cabos y se la llevó diciendo bien alto para que lo oyera mi padre: ‘Vámonos hija, vámonos, que aquí hay gente muy gorrina’. Mi padre permaneció impertérrito, sabiendo que había sometido a esa criatura a la tortura llamada ‘El camión de la basura”.

Bueno, pues eso es exactamente lo que está haciendo usted conmigo.

Un abrazo y hasta nunca.

PD: Espero que le pillen en alguna de sus mentiras y le caiga un buen puro.

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