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Tentaciones
SIN FILTRO

El 'youtuber' que está acercando la música clásica con canciones de Pokémon o Dragon Ball

HJ Darger habla con el compositor Jaime Altozano sobre su trabajo y la percepción popular de la música clásica

En mi vida de oyente, de ser amusical, puedo confirmar la facilidad y la libertad con la que criticamos casi a diario conciertos e incluso a estrellas del pop consagradas por algo tan banal como utilizar playback. Entendemos que la simplicidad compositiva y la radio fórmula son productos para la masa e incluso algún necio se atreve a reclamar la vuelta a los “instrumentos” frente a la producción digital. Para más inri, la pose poscolonialista nos lleva a hacernos pasar por entendidos de géneros que poco o nada le han importado a la industria ni a la masa en nuestro país, a saber: la cumbia, el funky brasileño, el dancehall jamaicano o incluso el flamenco amputado que se disfraza de experimentación. Intoxicados por la mirada esnobista que identifica lo folclórico con lo exótico, todos tenemos opiniones sobre música hoy. Eso sí, Dios nos libre de interesarnos por la época dorada de la música renacentista española.

La cosa cambia por completo si lo que escuchamos es o se nos vende como música culta. Se nos paraliza el gen reprendedor y opinólogo a todos. Dejamos que nos engañen con propuestas mediocres y cualquier evento nos acerca al misticismo más sacrosanto mientras compartimos profusamente en Facebook experiencias en las que nuestro goce ha sido más elevado que el del resto. Del famoso ensayo de Alan P. Merriam podemos extrapolar que: Es posible que el ritual de producto enlatado que rodea los conciertos de música clásica limita su uso ya que el público se mantiene pasivo o no participa de ella más que de una forma individual y no exteriorizada. La distancia entre los programadores, los artistas y el público poco acostumbrado a la música clásica o antigua produce una brecha crítica y clasista incomparable al resto de artes. Se opina equivocadamente que el arte contemporáneo es elitista mientras que los centros culturales y museos se han convertido en los parques de atracciones del turismo global, el último baluarte de diferenciación clasista sigue siendo la música.

Ara Malikian en el programa de Televisión Española, Pizzicato, o tocando en el Bernabéu como poseído por la ingesta de ayahuasca, Elena Mikhailova en la primera portada de Interviú simulando con su cuerpo la caja de un violín, James Rhodes y sus audionovelas morbosas o Ludovico Einaudi tocando entre pingüinos y leones marinos Elegy for the arctic (como si los pobres animalitos no tuvieran bastante con el calentamiento global), son algunas de las genialidades de la industria musical para “acercarnos” a la música clásica. Si así aceptamos pulpo como animal de compañía y la función social como definitoria del hecho musical, hoy, propuestas como Bach en vaqueros o Vivaldi con un vermut enmascaran la banalidad a través de la necesidad divulgativa.

Otras iniciativas surgen desde la honestidad y el entusiasmo, adaptan el producto a los códigos, fórmulas y lenguaje de las nuevas generaciones y sí, sería legitimo aceptar que, por ejemplo, Jaime Altozano, youtuber de 24 años, compositor y productor musical está haciendo más por la música clásica que la mayoría de columnas culturales de los medios generalistas. Jaime tiene un canal en el que explora, mediante la herramienta del videoexplainer, las bandas sonoras de Dragon Ball o El señor de los anillos, imbricando el rigor teórico con la claridad expositiva. Hace apenas unas semanas le invitaron a Radio Clásica para ello.

Como espectadora de las tensiones entre el público y la música clásica, se detecta cierto miedo a la democratización y a la pérdida de un estatus de intelectual y clase privilegiada. Una protección del cortijo que paradójicamente critica duramente la falta de formación y proyectos para el gran público. ¿Cuáles son las dificultados del campo?

Creo que hay dos factores claves para disfrutar de un género musical. El primero es entenderlo. Es decir, tener modelos de escucha que te permitan tener expectativas sobre lo que va a sonar y sorprenderte cuando las rompen. Porque si no, todo es ruido y eso te genera desinterés. Si no te han formado para ser capaz de oír eso te vas a perder la mitad del pastel. No te vas a dar cuenta de que el 90 % de la música que escuchas se basa en los mismos 4 acordes repetidos en bucle. Y no vas a tener necesidad de ir más allá porque no oyes la diferencia.

Y lo mismo pasa con otros parámetros, como el ritmo, la melodía, la instrumentación, la conducción de voces... Pero ojo, no quiero decir que todo esto lo tengas que tener verbalizado. Hay mucha gente que a base de escuchar mucha música muy diferente adquiere estos conceptos en la forma de una "intuición musical" que les genera esas mismas expectativas y sorpresas, y les permite disfrutar de cualquier cosa aunque no puedan poner en palabras por qué. En ambos casos hablamos de lo mismo, tanto para los que lo llaman "cadencia rota" como para los que dicen "guau, ¡qué cambio ha hecho ahí!". Ambos han sido capaces de detectar ese cambio, ambos tienen desarrollados buenos modelos de escucha, bien por formación reglada o bien por exposición.

Y el segundo factor clave que produce disfrute con un género (o hasta con un estilo) musical es la asociación emocional. Aquel disco de rock que te recuerda a tal pareja porque lo poníais en bucle en el coche en los viajes, o aquella canción que sonó en aquel bar cuando estabas con tus amigos, o, por supuesto, las bandas sonoras de cualquier película o videojuego.

Dicho todo esto, sí que creo que la música clásica está asociada con cierto elitismo o esnobismo cultural que puede alienar a algunos de sus oyentes, o de sus oyentes potenciales. Y precisamente iniciativas como lo de Bach y Vermut pueden ayudar a romper eso y a facilitar que la gente empiece a familiarizarse con todo el catálogo clásico. Pero no es suficiente si no se les ayuda a desarrollar esos modelos de escucha, que ya sea de manera consciente o no, les permitan convertir el ruido en información.

¿Qué opinas, ligado a tus vídeos, del mainstream formado por músicos-divulgadores o espectaculares?

Me parecen fundamentales. Precisamente, por lo que decía de la naturaleza abstracta de la música, creo que el generar asociaciones a través de intérpretes que cuentan sus historias puede hacer que mucha gente descubra la música clásica y empiece a escucharla y a amarla. Lo que hace James Rhodes de conectar con el público a través de sus vivencias personales y de dejar a la música cosas que no puede expresar con las palabras, es casi como si le hubiera puesto banda sonora a su vida, y me parece brillante en sí mismo, y genial para la música clásica.

Por poner un ejemplo quizá menos famoso, conozco a varias personas que han entrado al clásico a través de un anime japonés llamado Shigatsu wa Kimi no Uso, en el que los protagonistas, que son músicos, interpretan al completo varios estudios de Chopin y sonatas de Beethoven. En la serie se les da un contexto a esas piezas y se las relaciona con los distintos conflictos que van a atravesando los personajes. Y a mí eso me parece maravilloso, porque te encuentras que la versión específica del anime de la Balada Nº1 en sol menor de Chopin tiene más de 2 millones de visitas en YouTube. ¿Desvirtúa a la pieza el que la hayan asociado con unos personajes que les gustan? Para mí no. En absoluto. Y el resultado es fantástico.

Me ha llamado la atención el cuidado y respeto a los códigos de YouTube en tus vídeos (los cortes, la duración del tiempo, los chistes, las tipografías). Un formalismo inquietante que hace más fácil entender el contenido. ¿Crees que se puede adaptar cualquier temática a YouTube y cómo de importante o cómo de trabajoso es mantener estos formatos?

Yo siempre he tenido muy claro que lo que hago tiene que ser "infotainment", es decir, information + entertainment. Porque no estoy yendo a una escuela de música a hablar con gente que está ahí para aprender por voluntad propia. Estoy yendo yo a la gente a decirle: "Sé que tu vida es complicada, entre el trabajo o los estudios o lo que tengas entre manos, y que vienes a YouTube para relajarte y desconectar, pero yo te prometo entretenerte y no darte mucho la brasa si a cambio haces un pequeño esfuerzo por seguir mi explicación. Y el resultado es que al acabar no volverás a escuchar cierta música de la misma manera". Ese es mi contrato con la audiencia. Si mi explicación se alarga o es un tostón se van a ir y con razón. Y si mis bromas eclipsan lo interesante que tenga que decir, lo mismo. Intento encontrar un equilibrio.

Lo que eso conlleva es bastante trabajo de edición, para adaptarlo, como dices, a los códigos de YouTube. Cortes rápidos, estímulos constantes, guiones que no se enrollen. Me gusta porque me obliga a entender mucho una cosa antes de hablar de ella. Desde el principio estoy pensando en cómo explicar todo con el menor número de palabras, yéndome lo menos posible por las ramas, cómo relacionarlo con otras cosas que la gente que ve el vídeo pueda considerar más "familiares" (tengo un vídeo relacionando a Bach con la intro de Pokémon, por ejemplo). No olvido nunca que ellos me están haciendo a mí el favor de verme. Y no al revés.

A pesar de que algunos wagnerianos te han reprendido por tus últimos vídeos, seguirás arriesgándote a ligar contenidos aparentemente incomparables?

Sí, siempre. Me aburre profundamente la narrativa de que hay dos músicas, la culta y la popular, cuando incluso si intentas trazar una división entre las dos, ambas categorías van a estar construidas sobre los mismos lenguajes y procedimientos. Para mí la música es música, y ya está. Si, como he hecho hace poco, puedo explicar una fuga de Bach con ejemplos de cosas que hacen La Oreja de Van Gogh o John Lennon lo voy a hacer. Y si te la pudiera explicar con la sintonía de "Mercadooona, Mercadooona" también lo haría. A algunas personas eso les va a producir rechazo, pero a muchas otras les hace conectar. Y no puedes enseñar sin conectar.

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