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Tentaciones

Caníbales marisqueros y apariciones marianas en la nueva peli de Juliette Binoche

Dirigida por Bruno Dumont y con la actriz transgénero Raph, ‘La alta sociedad’ es una de las cintas más excéntricas de la temporada. Después de triunfar en Cannes se estrena este viernes en España

Bienvenidos a la bahía Slack, al norte de Francia, en la que se une de forma armoniosa el río del mismo nombre y el mar durante la marea alta desvelando un hermoso e idílico paraje natural. Bueno, en realidad no tan idílico, porque todos los días desaparece algún turista de forma misteriosa… y no se vuelve a saber nada de él.

Este es el escenario donde transcurre la última película de Bruno Dumont, La alta sociedad, una de las películas más deliciosamente excéntricas de la temporada en la que podemos encontrar casi cualquier cosa absolutamente inesperada: caníbales que trabajan como marisqueros, detectives obesos que desafían la fuerza de la gravedad, reivindicación del transgénero, apariciones marianas y una Juliette Binoche totalmente desatada.

Pero vayamos por partes. Estamos hablando de una película de Bruno Dumont, lo que lleva implícito en su ADN un cierto grado de extrañeza y singularidad. Desde sus inicios el director se ha encargado de retratar en sus películas a personajes fuera de los márgenes de la normalidad. Seres lastrados por la diferencia que intentan como pueden amoldarse a los códigos de una sociedad que se presenta repleta de miseria moral. Muchos de ellos son locos, o terminan desequilibrándose por culpa del entorno nocivo que les rodea. Pero siempre tienen un punto muy oscuro que nos conduce al abismo de las miserias humanas más perturbadoras.

'La alta sociedad' llega este viernes al cine
'La alta sociedad' llega este viernes al cine

Al principio de su carrera Bruno Dumont practicó el costumbrismo más radical en su ópera prima, La vida de Jesús (1997), que se alzó con el prestigioso premio Jean Vigo, en la que ya ponía de manifiesto su predilección por las atmósferas degradadas y los personajes incómodos. Continuó a través de la senda del hiperrealismo con un toque tan hiriente como poético en La humanidad (1999), en la que ya utilizaba el género policial como excusa para contraponer conceptos como inocencia y perversión (como vuelve a hacer en La alta sociedad). Se llevó tres premios en Cannes (cuando todavía era posible y el reglamento lo permitía): mejor actor (Emmanuel Schotté, en su primera y única actuación), mejor actriz (Séverine Caneele, compartido con Emilie Dequenne, la revelación de Rosetta) y Gran Premio del Jurado (aquel año lo presidía David Cronenberg). Su naturaleza más escandalosa y controvertida se puso de manifiesto en Twentynine Palms (2003), sobre todo a raíz de sus escenas de sexo tachadas de pornográficas y a través de las que exploraba el lado más animal y primitivo de las relaciones. Le seguirían el drama bélico Flandres (2006), una reflexión sobre el fanatismo religioso titulada Hadewijch (2009) y la enigmática y bizarra Hors Satan (2011).

En España, tuvimos que esperar hasta 2013 para que se estrenara una película suya en cine, el biopic sobre Camille Claudel protagonizado de forma magistral por Juliette Binoche. Fue la primera vez que contó dentro de su reparto con una actriz de renombre. En el resto de sus proyectos siempre ha utilizado a intérpretes no profesionales ya que en su opinión no se encuentran contaminados y mantienen la frescura y la ingenuidad frente a la cámara. Además, le permite buscar rostros que se alejan totalmente de los estándares de belleza, que capturen la autenticidad de la calle y de los estratos sociales menos favorecidos. Por eso siempre se ha dicho que sus personajes se parecen a los que utilizaba Pier Paolo Pasolini en sus ficciones, pero con la gestualidad hierática de los de Robert Bresson.

"Dumont intenta poner de manifiesto la intolerancia frente a las diferentes formas de sexualidad dentro de una sociedad que continúa siendo profundamente homófoba"

En La alta sociedad la proporción entre actores naturales y de prestigio resulta armoniosa. Y el dispositivo que utiliza para elegirlos no deja de tener gracia. Uno de los temas que aborda la película es la diferencia de clases, utilizada por Dumont para realizar una afilada sátira en torno a la alta burguesía como símbolo de la degeneración de los valores. Los personajes que corresponden a este estamento resultan absolutamente grotescos y esperpénticos, seres de opereta que además son mezquinos y miserables. Así son los miembros de la familia Van Peteghem, atildados y desmesurados, excesivos y estrafalarios en cada una de sus acciones y para colmo, tendentes al incesto. Dumont, consciente de la dificultad que conlleva encarnar a este tipo de personajes al límite de la sobreactuación, encomienda esa tarea a actores tan experimentados como Juliette Binoche, Valeria Bruni Tedeschi y Fabrice Luchini. Literalmente los sitúa ante las cuerdas para ponerlos en evidencia y que los disfrutemos, casi por primera vez en nuestra vida, sin tomárnoslos en serio lo más mínimo, viéndoles hacer el payaso y el ridículo. En ese sentido, lo de Juliette Binoche no tiene precio. La actriz se desmelena literalmente, se muestra afectada y declamatoria en cada una de sus apariciones, sin ningún tipo de mesura. Muy arriba todo el rato, muy a lo loco.

Por el contrario, para representar a los aldeanos y a la familia Brufort, Dumont utiliza a una serie de no actores cuya fuerza expresiva se basa en la brutalidad de su físico y que funcionan como contrapeso a la exageración predominante, casi proporcionando un poco de cordura dentro del dislate, incluso aunque practiquen algo tan poco admisible como es el canibalismo.

Uno de sus grandes aciertos de casting es sin duda el de la actriz transgénero Raph. Su belleza angelical, muy similar a la del joven Tadzio de Muerte en Venecia, delicada y andrógina, de una gran fuerza magnética y misteriosa, se convierte en uno de los pilares de la película. En ocasiones la vemos vestida de chica, en otras de chico, despertando la confusión entre los demás personajes: “Es un chico que se viste de chica”, dice el inspector Machin, “¿o es al contrario?” Con este personaje Dumont intenta poner de manifiesto la intolerancia frente a las diferentes formas de sexualidad dentro de una sociedad que continúa siendo tanto ayer como hoy profundamente homófoba. Da igual cuando nos encontremos, el rechazo sigue siendo el mismo.

La familia Van Peteghem, liderada por Juliette Binoche
La familia Van Peteghem, liderada por Juliette Binoche

La película se sitúa a principios del siglo XX, antes de que estalle la Primera Guerra Mundial y todo ese ambiente de falsa tranquilidad de la Belle Époque se desmorone. El director utiliza la caricatura y la comedia bufa para representar las acciones de sus personajes. Describe con minuciosidad la pequeña comunidad costera en la que se ambienta la historia, de la misma manera que ya hizo con su anterior trabajo, la miniserie El pequeño Quinquin, que se convierte en un referente ineludible para entender el surrealismo que late en la propuesta y que se personifica en esa pareja de detectives que parece sacada de la tradición del cómic belga que incluye al entrañable policía obeso Manchin, que pasará de rodar como una pelota gigante por las cuestas de la playa a volar por los aires como si fuera un globo de feria, inflado por la fuerza de los gases. Hace muchos, muchos gags en La alta sociedad, porque su humor es muy físico y absurdo, muy slapstick, eso de reírte con la caída más tonta o la gesticulación desorbitada. Mezcla el universo de Jacques Tati con el onirismo de Federico Fellini. Sus imágenes son tan originales como indómitas, recorridas por un espíritu insensato. En estos tiempos que corren, quizás el disparate elevado a la quinta esencia, suponga una forma de resistencia como forma de reafirmar la libertad creativa más salvaje. Así de lunática y necesaria es La alta sociedad.

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