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Porque lo digo yo
Columna
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Lo incorrecto

Ilustre juglar de lo que simplemente era decir burradas, y solo daba escándalo en vez de votos, fue el cantante Serge Gainsbourg

El cantante Serge Gainsbourg.
El cantante Serge Gainsbourg.cordon press
Íñigo Domínguez

Hubo un tiempo en que lo políticamente incorrecto era cosa de aficionados, no de profesionales. De quien no era político, no como ahora que ganas elecciones. Ilustre juglar de lo que simplemente era decir burradas, y solo daba escándalo en vez de votos, fue el cantante Serge Gainsbourg. Una vez, totalmente borracho, le soltó a Whitney Houston en directo que quería acostarse con ella, aunque lo expuso de forma más incorrecta. En otro programa contó un chiste y luego en un bar una chica le dijo que su padre se había partido de risa. El protagonista era el mismo Gainsbourg, que iba a ver a Mitterrand y le preguntaba cuánto le daba para irse de Francia. “Diez pavos”, respondía. Luego Chirac contestaba: “Mil”. Hasta que llega a Jean-Marie Le Pen y replica: “Cinco minutos”. Golfo, hijo de judíos ucranianos que se había mofado de La Marsellesa, Gainsbourg daba el perfil de lo que odiaba el Frente Nacional. La chica le dijo quién era su padre: era Le Pen. No se sabe cuál de sus tres hijas era, pudo ser Marine, que tenía 17 años. Gainsbourg también contó en otra ocasión que salió con una Le Pen, no aclaró quién, y tras una pausa añadió: “Intirable”, que en francés significa lo que parece y, obviando el punto machirulo borrachuzo, se puede extrapolar como análisis político. También había bebido, sí. Decía estas tonterías cuando se transformaba en Gainsbarre, juego de palabras con “barra”. La diferencia hoy es que a Marine aquel chiste no le haría gracia, se lo tomaría en serio, porque le toman en serio a ella y las tonterías de bar que dice sobria. Y la diferencia es que por contar esto me pondrán a parir en las redes sociales, pero insultando inmigrantes ganaría amigos.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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