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(NO TOCAR) 21 relatos para 21 muros Los vallados fronterizos se construyen para evitar la entrada de migrantes, traficantes o enemigos. Tras la caída del muro de Berlín, tan solo quedaban 11 en el mundo. Actualmente, la cifra se ha elevado a 70 La Zona Desmilitarizada (DMZ), esa línea que divide la península coreana en norte y sur al paso del paralelo 38, es la frontera con el nombre más engañoso del mundo. Desde 1953, cuando la firma de un armisticio puso fin a los combates —que no a la guerra— entre las dos Coreas y consumó la división de familias, propiedades y carreteras, ha sido una de las áreas con mayor presencia militar del mundo. De 248 kilómetros de largo y cuatro de ancho, esta franja que desde hace 64 años no pisa un ser humano se ha convertido en un santuario ecológico involuntario donde han ido a refugiarse especies ya inencontrables en otros lugares. Pero también, con sus alambradas electrificadas, sus sacos terreros, sus vehículos militares y sus altavoces transmisores de propaganda, en un recuerdo perenne de las cicatrices que dejó la guerra fría. Porque viene a dividir dos mundos: el norte de la doctrina juche, un régimen hermético donde los visitantes y los productos del exterior entran con cuentagotas y todo permanece bajo el firme control del estado, y el sur capitalista, con una de las economías más avanzadas y el internet más veloz del planeta. Al sur, la DMZ encuentra su prolongación en una zona de Control Civil, escasamente poblada y creada como primer bastión en caso de una invasión desde el norte. Allí se encuentran poblaciones como Imjingak, donde la familia de la imagen se prosterna para ofrecer plegarias a sus antepasados. A pocos kilómetros de la división entre dos mundos. / MACARENA VIDAL LIY (Pekín) ED JONES (AFP) A finales de febrero de 2016, y a iniciativa de la cancillería austriaca, los cuatro países de la ruta de los Balcanes por la que los refugiados transitaban desde el verano de 2015 hacia el centro y norte de Europa se reunieron en Viena y decidieron cortar el paso por su territorio. El 9 de marzo, el cierre efectivo de la frontera de la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas inglesas) convirtió Grecia en una ratonera al dejar atrapados a más de 50.000 migrantes (un año después, son casi 63.000, ya que las llegadas a las islas del Egeo, aunque muy reducidas por el pacto migratorio UE-Turquía, siguen produciéndose casi a diario). El campo de Gevgelija, en el lado macedonio de la frontera (en la imagen) y que hasta el cierre de ésta era una etapa más de la transitada ruta, se halla desde entonces vacío. El blindaje fronterizo por parte del Ejército macedonio provocó numerosos episodios de tensión y violencia, con uso de gases lacrimógenos para dispersar a una multitud ansiosa por cruzar; en marzo de 2016, apenas semanas después del bloqueo, un intento masivo de entrada en FYROM terminó con la muerte de tres refugiados, ahogados por la crecida de un río en el mismo límite territorial. El tapón en la frontera provocó también la formación del mayor campamento a cielo abierto de toda la ruta, en Idomeni (Grecia), donde llegaron a concentrarse esos días casi 15.000 personas. Idomeni fue desmantelado en mayo, y sus residentes, trasladados a los centros de acogida levantados por el Gobierno griego a lo largo del país./ MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ VALLEJO (Madrid) ROBERT ATANASOVSKI (AFP) El fuerte control militar entre India y Pakistán comenzó tras el acuerdo de Simala, firmado por ambos países en julio de 1972. En la década de los años 90 se inició la construcción de una valla fronteriza en las ciudades de mayoría musulmana Jammu y Cachemira. Los combates entre ambos países por el control de esta región aceleraron su construcción en el año 2000. Para el año 2004, la valla recorría 750 kilómetros de la frontera de India con Pakistán. El conflicto comenzó en 1933, con la declaración de Pakistán que concebía Jammu y Chachemira como parte de su país, por afinidad religiosa. Sin embargo, el Gobernador de esos dos Estados, Maharaja Hari Singh, firmó un documento de adhesión con la India en octubre de 1947, cuando esta se independizó de Gran Bretaña. La primera Guerra de Cachemira terminó en 1948 con un cese del fuego que dejó un resultado inconcluso. India se quedó con dos terceras partes de Cachemira, Jammu y Ladakh. Como resultado, miles de familias quedaron divididas. Actualmente la valla está conformada por dos hileras de alambradas electrificadas y conectadas a una red de sensores de movimiento, dispositivos de imagen térmica, sistemas de iluminación y alarmas. En el pequeño tramo de tierra que hay entre las dos hileras hay minas terrestres. Islamabad sigue defendiendo que Jammu y Cachemira son territorios ocupados por India ilegalmente, mientras que Nueva Delhi defiende esos territorios como propios. El 1 de marzo, durante el 34º Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas celebrado en Ginebra ambos países se lanzaron acusaciones. El representante permanente de la India en la ONU, Ajit Kumar, acusó a Pakistán de ataques terroristas. Por su parte, el representante paquistaní, Zahid Hamid, dijo que la India viola sistemáticamente los derechos humanos en la frontera. / SARA ROSATI (Madrid) NARINDER NANU (AFP) Se los conoce como muros de la paz, pero inevitablemente recuerdan a la ausencia de esta. Los empezó a construir el Ejército británico en 1969, cuando estalló el conflicto que marcaría a Irlanda del Norte durante 30 años, para minimizar la violencia entre las comunidades católica y protestante, separando sus respectivos barrios. La tipología es variada: los hay más largos y más cortos, más altos y más bajos, de ladrillo o de metal, con o sin puerta. Hoy, más de 40 años despuñes de que se levantara el primero y casi 20 después de la firma del Acuerdo de Viernes Santo que acabó con los Troubles, sigue habiendo casi un centenar. Se diría que la arquitectura defensiva es más fácil de levantar que de demoler. /PABLO GUIMÓN (Londres) PAUL FAITH (AFP) En 1976, España abandonó su colonia del Sáhara Occidental. Marruecos y Mauritania se repartieron el territorio que dejó España. El Frente Polisario, que había sido fundado tres años antes con el objetivo de alcanzar la independencia respecto a España, declaró la guerra a los dos países. Conforme el Ejército marroquí avanzaba sobre las ciudades del Sáhara decenas de miles de saharauis -entre 60.000 y 150.000, según las partes enfrentadas- se exiliaron en unos campamentos que levantaron cerca de la ciudad argelina de Tinduf. El entonces rey de Marruecos, Hassan II, comenzó a construir el muro en los años ochenta. Diez años después, en 1991 el Frente Polisario y Rabat firmaron la paz bajo el auspicio de la ONU y con el compromiso mutuo de colaborar en la organización de un referéndum de autodeterminación. El muro siguió creciendo. A medida que pasaron los años, la comunidad internacional se fue olvidando del conflicto del Sáhara, Marruecos relegó la opción del referéndum en favor de una autonomía y las decenas de miles de exiliados al otro lado del muro continuaron viviendo en condiciones paupérrimas y con una dependencia absoluta de la solidaridad internacional. El muro alcanza hoy los 2.700 kilómetros de longitud. Y sigue generando polémica. De hecho, el ministerio de Comunicación marroquí, del islamista Partido Justicia y Desarrollo, ha emitido un comunicado dirigido a la agencia France Presse donde señala que esta obra militar no es “un muro de separación”, tal como afirmaba la agencia, porque, “hay un punto de paso operacional abierto a las poblaciones”. Y añade el escrito: “El muro defensivo de arena ha sido construido para garantizar el derecho de Marruecos a la preservación de su seguridad y para luchar contra el uso del Sáhara como paso de las redes terroristas, el tráfico de seres humanos y de la droga”. Desde el Frente Polisario, sin embargo, se afirma que no existe ningún paso que permita a la población saharaui acceder al Sáhara Occidental a través del muro, y que esta obra, que en realidad está compuesta de “siete muros”, es “la mayor barrera creada por el hombre después de la muralla china”. “Se estima que existen siete millones de minas a lo largo del muro, la mayor parte de ellas colocadas por Marruecos del lado Saharaui”, informa una fuente del Frente Polisario./ FRANCISCO PEREGIL (Rabat) STRINGER (AFP) La frontera entre Afganistán y Pakistán fue trazada en 1893 por los británicos para fijar una segunda línea de contención frente a los rusos con los que se dividieron la zona. De ahí, que los afganos nunca la hayan aceptado y protesten por los intentos paquistaníes de consolidarla con estructuras fijas. Esa delimitación, conocida como Línea Durand por el nombre del entonces secretario del Foreign Office, partió por medio las tierras ancestrales de pastunes y baluchis, haciendo imposible la estanqueidad de sus 2.640 kilómetros. De hecho, hasta este siglo los miembros de ambas etnias la cruzaban sin necesidad de pasaporte. Todo cambió en 2001, con la intervención de Estados Unidos en Afganistán para echar del poder al régimen talibán por proteger a los responsables del 11-S. La frontera se convirtió entonces en el principal campo de batalla en la lucha contra la guerrilla talibán, el grueso de cuyos integrantes pertenecen a la etnia pastún. Los talibanes paquistaníes se refugian de las operaciones del Ejército en territorio afgano (sobre todo, en la provincia de Kunar), como antes lo hicieran los talibanes afganos en territorio paquistaní. Pakistán decidió levantar una verja a mediados de la década pasada para frenar su paso, pero finalmente sólo se llegaron a construir 35 kilómetros porque el proyecto era demasiado costoso. En la región baluchi, sin embargo, sí se ha excavado una trinchera de 1.100 kilómetros, y el proyecto es extenderla al resto de la frontera. La imagen muestra la cola de gente que espera para cruzar de Pakistán a Afganistán por el paso de Torkham. / ÁNGELES ESPINOSA (Dubái) ABDUL MAJEED (AFP) El bloqueo de Gaza apenas sería efectivo sin la colaboración de El Cairo, que construyó en 2009 un muro en los 12 kilómetros de frontera compartida con la franja palestina con el apoyo de EE UU. La valla, hecha de acero, separó la ciudad de Rafá de sus suburbios meridionales, situados en territorio egipcio. Sin embargo, ello no interrumpió los intercambios comerciales entre gazatíes y egipcios, ya que se construyeron centenares de túneles que les comunicaban. Algunos eran tan anchos que por ellos pasaban incuso vehículos. Durante un tiempo, el Gobierno de Mubarak toleró los túneles, que constituían un verdadero negocio para los habitantes del Sinaí. Sin embargo, Tel Aviv presionaba a El Cairo para los destruyera todos, pues permitían a la milicia de Hamás financiarse y aprovisionarse de armas. Aunque Egipto llevó taponó algunos túneles, no fue hasta 2013, y como consecuencia de un sangriento ataque contra su Ejército por parte de insurgentes islamistas en el Sinaí que se aplicó en un verdadera política de destrucción de los pasos subterráneos. Convencido de la participación de Hamás en el atentado, el mariscal Al Sisi decidió crear una zona tapón de más de un kilómetro de longitud alrededor del muro, y derribó todas las viviendas que se encontraban en este espacio, un total de más de 1.000. Así pues, mientras del lado palestino el muro se halla rodeado de la trama urbana de Rafá, del lado egipcio hay un páramo en el que solo crecen hierbajos./ RICARD GONZÁLEZ (Túnez) SAID KHATIB (AFP) La invasión de Chipre por el Ejército turco en julio de 1974, tras un golpe de Estado de los partidarios de la unión con Grecia, dividió la isla mediterránea en dos mitades. Los turcochipriotas se concentraron en la mitad septentrional (algo más de un tercio del territorio), mientras los grecochipriotas lo hicieron en el resto. Hubo un doloroso trasvase de comunidades; abandono, pérdida o confiscación de bienes en la huida y numerosos casos de desaparecidos que aún hoy, casi cinco décadas después, no se han resuelto. Pero el resultado más simbólico y tangible de la ocupación —en el norte siguen desplegados 30.000 soldados turcos— es la llamada ‘línea verde’, o de demarcación, entre las dos entidades de la isla. La añeja presencia de la misión de cascos azules de la ONU es el recordatorio de que en Chipre se alza el último muro de Europa. Un muro prácticamente infranqueable hasta 2004, año en que la isla ingresó en la Unión Europea y se abrieron varios pasos en Nicosia. En 2007, el Gobierno empezó a derribar la sección que atravesaba la ciudad, pero el conflicto ha devenido en sinónimo de contencioso internacional insoluble. Ni siquiera el diálogo en curso desde hace casi dos años ha logrado un mayor entendimiento, y la tensión reaparece a cada instante por agravios enquistados. Los ciudadanos pueden cruzar libremente de uno a otro lado, pero la decisión política para derribar definitivamente el muro —y reunificar como una confederación la isla— parece seguir ausente de la hoja de ruta marcada por la ONU. / MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO (Madrid) IAKOVOS HATZISTAVROU (AFP) El muro, de un kilómetro de largo y cuatro metros de altura, se construyó cuando apenas había migrantes en la zona. Así que el motivo de levantar esa empalizada de cemento y hierro es, sobre todo, para que no vuelvan. La vergüenza de Calais, un infierno en el paraíso de la tierra de asilo, era demasiado visible. De un plumazo, en octubre, la policía desalojó a los 5.300 hombres, mujeres y niños que se hacinaban entre escombros, maleza y basura a la espera de una oportunidad para pasar al Reino Unido. Por supuesto, jugándose la vida. En el interior de camiones o cruzando a pie por las vías del túnel de la Mancha. El método más habitual consistía en forzar la parada de camiones que se acercaban al mayor puerto de Francia para embarcar hacia Dover. Jóvenes que huían del hambre y las guerras acabaron a veces aplastados bajo las ruedas de camiones. Para evitarlo, a los kilómetros de vallas metálicas que rodean el puerto se unió el muro. Comenzó a hacerse en septiembre y la obra concluyó en diciembre. Para tranquilidad de los malhumorados calesianos, la factura, de 2,7 millones, la pagó Londres. Porque Calais era una frontera adelantada de Reino Unido en suelo francés. Pese a los férreos controles, algunos migrantes aún llegan a la zona. Vienen de Sudán y Afganistán. La policía no les deja ni a sol y a sombra. Les acompañan incluso a ducharse a un centro de acogida para asegurarse de que se irán. Entre tanta hipocresía, los camioneros “disfrutarán” de la mejor: el muro será pintado de ramas y flores por el interior. Un mundo feliz./ CARLOS YÁRNOZ (París) PHILIPPE HUGUEN (AFP) Las verjas de Ceuta y Melilla que cierran el paso con Marruecos son la primera frontera de Europa en suelo africano. Erigidas en los noventa, al principio eran simples vallas que se podían saltar con facilidad, pero a medida que creció el flujo de inmigración ilegal se fueron reforzando. Esta presión alcanzó en 2014 su punto culminante: en Melilla hubo 22.000 intentos de salto y más de 2.000 inmigrantes consiguieron pasar al otro lado. Entonces se redoblaron los obstáculos y las cifras se desplomaron, hasta el punto de que el Gobierno de Mariano Rajoy lo presentó en Europa como un modelo de control de la inmigración. Pero también se debe a la decisiva colaboración de Marruecos, que en realidad abre y cierra el grifo cuando lo desea como medida de presión según sus intereses políticos. Acaba de ocurrir en febrero con cientos de asaltos masivos a Ceuta. La valla de esta ciudad autónoma mide ocho kilómetros. Pero la más larga y con más intentos de salto es la de Melilla, que rodea toda la ciudad autónoma, 11,5 kilómetros. En realidad son dos, una marroquí y otra española, que en realidad son más, porque la primera es doble y la segunda es triple. Es decir, son cinco en total. El objetivo de quienes intentan saltar la valla es poner un pie en territorio español, lo que significa ser acogido en el centro de estancia temporal y entrar en la maquinaria burocrática, con la posibilidad de pedir asilo o luego desaparecer en la península rumbo a otros países. Eso si tienen suerte y logran adentrarse en suelo europeo nada más saltar, porque con las polémicas devoluciones en caliente se arriesgan a que les detengan al pie de la valla y les entreguen de nuevo a Marruecos. Las dos vallas del lado marroquí tienen sendas alambradas de espino en lo alto. Luego hay un foso y después, las tres verjas españolas. La primera tiene hasta seis metros de altura. Luego hay otra intermedia que estorba el paso con una maraña de cables y la última está inclinada hacia el interior para dificultar aún más la escalada. Causó una gran controversia el uso de concertinas, cuchillas en la alambrada, y se eliminaron en algunos tramos, pero aún se mantienen en 2,5 kilómetros de trazado. / ÍÑIGO DOMÍNGUEZ (Madrid) FADEL SENNA (AFP) El fotógrafo Roi Kuper, nacido en un kibbutz próximo a la franja de Gaza en 1956, expuso hace dos años en el Museo de Israel de Jerusalén la obra que bautizó como ‘El Sueño de Gaza’. Poco antes de que estallara la última guerra, recorrió con su cámara el perímetro terrestre del enclave costero palestino y plasmó una sucesión de imágenes desde la distancia que reflejaban la vida al otro lado de la frontera. Acabados los 50 días de la Operación Margen Protector —un conflicto que se saldó con la muerte de 2.250 palestinos (tres quintas partes de ellos civiles, entre ellos 550 niños) y de 73 israelíes, de los que 67 eran militares— Kuper regresó para completar su trabajo, pero tras el muro ya solo halló desolación. Las fotografías del artista israelí reflejan fielmente la sensación de espejismo que rodea la franja de Gaza entre verjas, vallas, muros de cemento y torreones, y con el siniestro paso de cruce para civiles de Erez. En el horizonte emergen grandes construcciones y barriadas en las que se hacinan 1,8 millones de palestinos sometidos a bloqueo terrestre y naval por Israel desde hace una década, con la cooperación de Egipto en el flanco sur. Bajo esa frontera y sus muros, túneles excavados por las milicias de Hamás penetran en territorio israelí y siembran el temor entre los habitantes de los kibutz judíos. La destrucción de esas galerías fue la principal razón esgrimida por Israel para desencadenar la guerra en 2014. Pero hoy al menos la mitad de los túneles aún siguen operativos. En la imagen, un grupo de turistas israelíes en Netiv Haashara./ J. C. SANZ (Jerusalén) JACK GUEZ (AFP) Tras la invasión iraquí de Kuwait en 1991, la ONU autorizó al emirato a construir una verja a lo largo de los dos centenares de kilómetros de su frontera con Irak para protegerse de las ambiciones territoriales de Saddam Husein. Con ayuda de EE UU, cuyas tropas echaron a las iraquíes del pequeño país petrolero, los kuwaitíes levantaron una valla electrificada que va desde la costa del golfo Pérsico hasta la linde con Arabia Saudí. La barrera, que no se aprecia en la imagen tomada en la localidad fronteriza iraquí de Umm al Qasr, se rodeó de alambre de espino y un foso de casi cinco metros de ancho y otros tantos de profundidad. No se contempló entonces la necesidad de que hubiera puertas o pasos en distintos puntos de la verja. Así que cuando en marzo de 2003, Estados Unidos quiso entrar en Irak para castigar a Saddam por su supuesta ocultación de armas de destrucción masiva, no le quedó más remedio que agujerear la valla para que pudieran pasar sus carros de combate. Esos movimientos alertaron a los observadores de la ONU de que se preparaba una nueva guerra. Al año siguiente, Kuwait instaló una nueva barrera de hierro en paralelo a la anterior para evitar la infiltración de iraquíes. Esta defensa pudo inspirar a sus vecinos saudíes que empezaron a hablar de hacer lo mismo en su frontera norte, desde Irak hasta Jordania. La llamada 'gran muralla' saudí empezó finalmente a construirse en 2014 ante la amenaza del Estado Islámico./ ÁNGELES ESPINOSA (Dubái) HAIDAR MOHAMMED ALI (AFP) Un par de oficiales de policía patrullan la frontera entre Hungría y Croacia cerca del municipio de Illocska (Hungría). ATTILA KISBENEDEK (AFP) Bulgaria ha sido uno de los últimos países en erigir una verja contra la inmigración en la frontera oriental de Europa. Cuando, en 2012, Grecia inauguró su muro de 12 kilómetros en la lengua de tierra que le unía a territorio turco (el río Evros ejerce de separación natural los restantes 194 kilómetros), Bulgaria comenzó a recibir un flujo creciente de refugiados y migrantes; así pues las autoridades de Sofía decidieron imitar a su vecino y levantar una valla de tres metros de altura a lo largo de 33 kilómetros en la frontera con Turquía que fue completada en 2014. Un año más tarde, el Gobierno anunció que la extendería otros 130 kilómetros (de los 240 que consta la frontera turco-búlgara) y posteriormente otros 60 kilómetros más. Al Estado más pobre de la Unión Europea consideró que le salía más barato pagar los 122 millones de euros que se calcula ha costado esta ampliación que el millón de euros que pagaba al mes por el millar de policías que mantenía patrullando dicha frontera. El resultado ha sido que, en efecto, ha contenido el número de refugiados. Eso sí, a costa de que las rutas que utilizan quienes intentan penetrar en el país se hagan más peligrosas: a través de las montañas de Istranca. Las últimas víctimas fueron, el pasado 6 de enero, dos iraquíes hallados muertos a causa de la hipotermia. Unos días antes, una mujer somalí había muerto en la misma zona./ ANDRÉS MOURENZA (Estambul) NIKOLAY DOYCHINOV (AFP) Israel va camino de convertirse en un país cercado por todas partes menos por el mar. Está sellada la frontera norte con Líbano, donde opera el partido-milicia chií Hezbolá y se libró una guerra en 2006. También la de los Altos del Golán, al otro lado de la cual batallan desde 2011 el régimen y lo rebeldes sirios. Como la linde sur con Egipto, vallada primero en 2013 para frenar la inmigración clandestina y ahora por la amenaza de la filial del ISIS en la península de Sinaí. Hasta en la de la pacífica Jordania, país con el que el Estado hebreo firmó un tratado de paz en 1994, se está erigiendo un verja en los 240 kilómetros de frontera común. Pero el muro por antonomasia en Israel es la oficialmente denominada “barrera de separación” de Cisjordania, una sucesión de vallas, rejas y tapias con amplios tramos de altos muros de hormigón jalonados de torres de vigilancia. Su trazado completo está pendiente aún de concluir desde que se iniciara su construcción hace 15 años, en plena Segunda Intifada, el estallido de violencia palestina que sembró el pánico entre la población israelí. Con su serpenteante recorrido —que en algunas zonas como la ciudad de Belén aísla el territorio cisjordano e impide su continuidad— se apodera de más de un 10% del territorio palestino. El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya lo declaró ilegal en 2004. En la imagen, mro que separa Jerusalén Este de la ciudad cisjordana de Anata./ J. C. SANZ (Jerusalén) THOMAS COEX (AFP) Desperdigados entre los 11 campos de refugiados palestinos que alberga Líbano, el de Ein el Helwe, cercano a la sureña ciudad de Sidón, parece a primera vista un centro penitenciario. En esta microciudad de kilómetro y medio cuadrado se hacinan 75.000 personas en uno de los pedazos del mundo más densamente poblados. Construido en 1948 tras la creación unilateral del Estado de Israel, lo que en este lado de la frontera se conoce como la Naqba (catástrofe), los refugiados y sus descendientes viven cercados por muros y vayas. Las cuatro únicas entradas y salidas del campo son custodiadas por soldados libaneses. En este agujero y dependientes de las ayudas de la ONU, conviven hasta cuatro generaciones fruto del éxodo forzado. Hay ancianos que han nacido, vivido y muerto entre sus muros. Los barrios han sido bautizados mimetizando las regiones de origen de los refugiados. Las dos únicas calles transitables por vehículos parten el campo en dos y reflejan la misma división política que separa Gaza de Cisjordania. En la calle de arriba gobiernan Fatah y sus aliados. En la de abajo lo hacen Hamás y los grupos islamistas. Los muros, legales, sociales y físicos, torpedean la vida de los 400.000 refugiados palestinos que habitan en el diminuto país (representado un 10% de la población total). Conscientes de que nunca podrán franquear los 62 kilómetros que separan Ein el Helwe de Palestina, las nuevas generaciones truecan el sempiterno discurso del derecho al retorno por la más factible héjira. Saben que su única oportunidad para pisar la tierra que solo conocen por boca de sus abuelos, es cruzar ilegalmente los 1.600 kilómetros de fronteras que les separan de las costas europeas, y, una vez allí, soñar con un pasaporte que les permita viajar como turistas a la tierra de sus ancestros./ NATALIA SANCHA (Beirut) STRINGER (AFP) Vista aérea de la valla que separa Hungría y Serbia desde el municipio de Kelebia (Hungría). ATTILA KISBENEDEK (AFP) Con más de 300.000 personas cruzando a diario entre Shenzhen (China continental) y Hong Kong, la frontera que separa ambas ciudades ha sido durante años la vía de escape de muchos ciudadanos chinos ávidos de encontrar una libertad de la que no gozaban en su territorio. Desde libros prohibidos por el régimen comunista a productos como la leche en polvo para los recién nacidos y cremas para el cuerpo que han pasado estrictos controles de sanidad, este paso ha sido y es la puerta de entrada a un gran almacén que, sobre todo, surte de seguridad a los consumidores. Miles de ciudadanos establecidos en Shenzhen cruzan el puente sobre el río de la Perla a diario para trabajar o llevar a sus hijos pequeños a las escuelas en uno de los centros financieros del mundo más importantes. Cuando pisan suelo hongkonés -chino desde que volviera a manos de Pekín en 1997-, tienen acceso inmediato a Twitter, Facebook o Gmail. Una frontera que no solo separa el supuesto comunismo del agresivo capitalismo, sino que abre las pestañas de Internet que los cortafuegos de la conocida como el Sillicon Valley chino cierra. Mientras esta próspera urbe deja crecer los rascacielos que se aprecian en la imagen y trata de situarse en los primeros puestos de ciudades más desarrolladas del gigante asiático, muchos de sus habitantes continúan cruzando a su vecina Hong Kong atraídos por los altos salarios y el exigente sistema educativo./ VICTORIA PASCUAL (Hong Kong) ANTHONY WALLACE (AFP) Austria se convirtió al final del verano de 2015 en el país de tránsito de centenares de miles de refugiados de camino a Alemania o Suecia. En pocos meses, y tras acoger a 90.000 solicitantes de asilo, el Gobierno austriaco dio un giro a la sombra del auge ultraderechista y decidió blindar su territorio. Envió a 500 soldados a Spielfeld (en la imagen), en el límite con Eslovenia, y construyó en torno a este control fronterizo varios kilómetros de valla después de haber criticado duramente a Hungría por construir su alambrada. El 'muro' de Spielfeld, que el Ejecutivo austriaco describió como "una puerta con estructuras adyacentes" para distanciarse de la imagen del muro húngaro, desencadenó finalmente un efecto dominó hacia el sur que acabó por cerrar la ruta de los Balcanes a los refugiados. Ahora apenas llegan ya migrantes a Spielfeld, pero la valla sigue ahí. Austria teme una nueva llegada masiva de refugiados y se ha planteado también fortificar la frontera con Italia —una decisión suspendida de momento ante las protestas de Roma— y con Hungría. / SARA VELERT (Madrid) RENE GOMOLJ (AFP) Resulta improbable que el presidente Trump consulte a Irán sobre el asunto. Pero antes de que el empresario lanzara su idea de construir un muro en la frontera con México, los iraníes ya llevaban años trabajando en una gran barrera en su linde oriental para impedir la entrada de drogas desde Afganistán y Pakistán. Aunque su composición cambia a lo largo de casi 2.000 kilómetros según el terreno, consta de una triple defensa cuya estructura más llamativa es una trinchera gigante de cuatro metros de profundidad por cinco de anchura. Por delante, hay una doble valla rellena de alambre de espino; por detrás, un talud. Entre la valla y el foso, una franja de grava que las patrullas inspeccionan en busca de huellas que delaten una infiltración. En otros lugares se han levantado diques porque los traficantes utilizaban los cauces de los ríos. Cada pocos kilómetros, torres de vigilancia como la de la imagen. Aun así, los iraníes siempre se han mostrado realistas sobre el alcance de ese empeño titánico. “Incluso si levantáramos una Muralla China, [los narcos] se las arreglarían; los obstáculos sólo nos permiten retrasar su avance de forma que nos dé tiempo a llegar”, explicó un responsable policial iraní cuando EL PAÍS visitó la barricada hace unos años. Desde hace tres décadas, Irán ha perdido a casi 4.000 agentes en la lucha contra las bandas de traficantes, a menudo pertrechados como pequeños ejércitos, incluso con misiles antiaéreos, lanzagranadas, y ametralladoras. / ÁNGELES ESPINOSA (Dubái) ATTA KENARE (AFP/Getty Images) Un casco de barco abandonado junto a una valla que separa la frontera de Eslovenia y Croacia desde la aldea de Gibina (Eslovenia). JURE MAKOVEC (AFP) En la imagen, obras en construcción a las afueras de la ciudad de Wadisiyah, a 40 kilómetros al sur de la ciudad santa de Najaf (Irak), como trinchera para evitar que los combatientes del Estado Islámico (ISIS) excaven para cruzar la frontera. HAIDAR HAMDANI (AFP) En la imagen, vista de la valla que divide las fronteras de Austria y Eslovenia, desde el municipio de Spielfeld (Austria). ARINDAM DEY (AFP)