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Tentaciones

¿Por qué juegan a ser pobres Kim Kardashian y Kanye West?

La popular pareja aparece en distintas escenas familiares simulando ser clase media en una casa desconocida, apenas amueblada

Tras el breakdown nervioso de Kanye West, su hospitalización y los rumores de divorcio que envuelven a la sacrosanta pareja más importante del arte contemporáneo actual, la vuelta al cauce sentimental y familiar exigía, aparte de una terapia hardcore y nuevas botas de tacón, una depuración estética.

Digamos que la estetización de la imagen filtrada por todo ente del star system es el medio por el cual, el mainstream intenta acceder a la totalidad del mundo, controlarlo y dominar así los canales alternativos de información, aborregando con debates absurdos a las masas. Por otro lado, las maniobras de márquetin identitario se vuelven cada vez más complejas y pseudopolitizadas, porque ir de apolítico en tiempos revueltos pasó de moda antes que el 15M.

Como los Kardashian siempre van un pasito por delante, intentaremos dotar de sentido, más allá del típico #fuckhipocresy, sus últimos fenómenos en red. Han ido saltando haters, críticas enfervorizadas y algún que otro tweet con gracia por aquella flamante aparición de Kim, ataviada tan solo con una sudadera comunista, los mismos días que su maridísimo se reunía con el maligno Trump. Una sudadera de algodón XXXL estampada, como la que se hacen tus colegas de la peña del pueblo para las fiestas sí, pero en esta ocasión firmada por Vetements a 770$. En los 80, las campañas publicitarias vestían a mujeres desnudas con abrigos de piel, ahora, con una sudadera oversize de Fruit of the loom ya estás lista para petarlo.

Ese tufo a polaroid thrashy, como si en vez de las celebridades más importantes de la última década, fueran alguna banda de garaje cutre californiana o española

Un par de semanas después, y ya en plena maniobra de transformación publicitaria, Kim y Kanye aparecen en distintas escenas familiares “jugando” a ser clase media en una casa desconocida, apenas amueblada. Además, las instantáneas tienen ese tufo a polaroid thrashy, como si en vez de las celebridades más importante de la última década, fueran alguna banda de garaje cutre californiana o española. Todo ese grano sucio al servicio de las pantuflas azules de Kim o de cenar sopa como si Kanye protagonizara una escena de Gummo.

Parece absurdo, parece hipocresía, pero de nuevo resulta una genialidad, porque Kanye y Kim han descubierto la siempre última brecha con la que azuzar al pueblo en masa: la pobreza. Más allá del racismo o la cuestión de género, la aporofobía sigue siendo el trauma de nuestra sociedad. Nadie teme a un negro rico, de la misma forma que nadie es hostil a una feminista negra y multimillonaria. Recordemos aquí todo el voto feminista que ha movilizado Beyoncé en las últimas elecciones (LOL). Si bien es cierto que la negritud y el feminismo ya son temas copados por otros artistas, esta faceta de #humildad y #normcorismo está mucho menos explotada.

Kim con la sudadera de la discordia
Kim con la sudadera de la discordia

En términos estéticos, ya Wagner en 1849 escribiría sobre la llegada de un artista del futuro. El artista de su época (y el de la nuestra, si consideramos la deriva de las polaroids Warholianas como antecedente de esta performance marca Kimye) sería un artista egoísta, alguien aislado de la vida del pueblo que practica su arte para la opulencia de los ricos y que al hacerlo sigue los dictados de la moda. Sin embargo, este posible artista del futuro -es decir, la propia Kim- está ahora tras esta maniobra contra el lujo en Instagram. Y cito a Wagner: “solo puede desear lo universal, la verdad y lo incondicional; se entrega no a un amor por este o aquel objeto particular, sino al Amor mismo. Por lo tanto, el egoísta se convierte en un comunista, la unidad de todo, el hombre-Dios, la variedad artística del Arte”.

Esta casa en Malibú puede convertirse en un no-lugar del comunismo, donde las condiciones políticas y sociales son: #clase media #familia #estéticaanalógica

Prosigue Wagner en sus escritos relatando cómo el artista ha de morir y renunciar a su egoísmo personal en su ascenso hacia el universalismo y defiende que en el drama musical la muerte pasa a ser una mera performance. La diferencia entre la muerte real y la muerte perfomativa queda suspendida. La entrada y salida del hospital de Kanye viene a decidir la acción del héroe que se sacrifica en el escenario para el abandono de su personalidad. Porque Kanye abraza y quiere ahora a la humanidad más que Kanye quería al propio Kanye.

De esta forma, si asociamos el término comunismo a la utopía, su habitual pareja de escena, como lugar que no existe en ninguna topografía real y al que llegamos sólo mediante la imaginación o el arte si somos románticos, esta casa en Malibú representa lo que potencialmente puede convertirse en un no-lugar del comunismo. Kanye y Kim siendo una “idea” o un “proyecto” de amor donde las condiciones políticas y sociales son: #clasemedia #familia #estéticaanalógica

Estas escenas de un salón random son en parte la demostración de la dependencia del inconsciente respecto a las condiciones paradójicamente reales de producción y distribución. Si se quiere reconstruir el comunismo ya podemos desenterrar las imágenes de los países socialistas de Europa del Este o dejarlo en manos del imaginario kaynesiano: así sería hoy nuestro pedazo de tierra colectivizado.

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