Malabares lingüísticos
Asistimos a la ceremonia, no de la confusión, sino del interés particular, haciendo bueno al refranero castellano, “no tienen más parientes que sus dientes”. Uno está crecido creyendo que todo está olvidado, y no deberían confiarse aunque parece que todo les da igual. Pero no olvidamos qué hicieron los últimos cuatro veranos. Actúan con una desvergüenza descarada, zorroclocos. Una “ruizna”. Otro, según soplen los vientos. Donde dije digo, digo Diego, y remachan: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Hacen verdaderos juegos de malabares lingüísticos… artistas cuya máxima suena a “ande yo caliente ríase la gente”. Están los iluminados, “o yo o el caos”. Y “como yo estoy jorobado que se joroben los demás”, y no les importa morir ahogados como el escorpión si pueden picar a la rana: es su carácter. Tardos en comprender. Se están dejando siempre la piel ¿de elefante? Quedan los suficientes y confiados, afectados en su forma de hacer. Les falta la contundencia necesaria. Deberían actuar y dejar el teatro para los escenarios, salvo que el lugar donde reside el poder del pueblo sea el teatro, y no.
Y el resto, que como el perro del hortelano: ni comen ni dejan comer. Marean la perdiz, vuelven locos a todos y con astucia consiguen lo que quieren pese a ser la parte menor.— Mariano De la Puente Mayenco.
