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Uno sabe que ha triunfado como actor —triunfado con mayúsculas— cuando le llaman para grabar un anuncio
Uno sabe que ha triunfado como actor —triunfado con mayúsculas— cuando le llaman para grabar un anuncio. ¡Bueno! Pues el otro día, queridos lectores, aquí el que suscribe rodó uno para una cadena de pizzerías. Qué feliz cuando me volvía a cámara con mi trozo de pizza margarita en la mano y decía la frase: “Si lo bueno se derrite… ¡zámpatelo!” Me sentía realizado. Y no me importó repetirlo treinta y siete veces (que llevé la cuenta). Aprovechaba, además cada nueva toma para irradiar sensaciones distintas: ora alegría; ora melancolía; ora excitación con un punto de gula… etcétera. Y claro, a mí me daba la impresión que lo estaba haciendo súper bien, que lo estaba clavando, como suele decirse. Pero ¿se estarían dando cuenta el realizador, el cliente...? ¿Lo estarían percibiendo de la misma manera que yo? ¿Les llegaría la energía? Porque me han contado el caso de actores que se creían que estaban haciendo el papelón de su vida, mientras a su alrededor la gente se reía por lo bajinis. ¿Sería mi caso? Pero entonces oí como el cliente le decía al realizador: “Da muy bien en cámara… ¡Transmite mucho!” Mientras el otro asentía. Estaba claro, ¡flipaban con mi trabajo cosa bárbara! Unos dedos gigantes masajearon la espalda de mi EGO, arriba y abajo, arriba y abajo… Entonces los volví a oír, pero en esta ocasión era el realizador el que hablaba “Desde luego, como tú dices, trasmite mucho… ¡Es increíble! Un momento… Tiene brillos… ¡que entre alguien a quitarle esos brillos! No podemos permitir que salga así, es la estrella del anuncio” Cerré los ojos sonriendo esperando el retoque, pero los recibió la porción de pizza.
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