Cebollas contra la emigración irregular

Senegal recibe los primeros fondos fiduciarios de emergencia europeos para generar empleo

Un joven recoge una cebolla en una granja agropastoral de Senegal.ÁNGELES LUCAS

Para cocinar la célebre yassa senegalesa se necesitan tres ingredientes fundamentales; especias, pollo o pescado y cebolla, mucha cebolla. Un joven recoge de la tierra una de color morado, una lustrosa de entre centenares de ellas en un amplio huerto situado a las afueras Aga Babou, un pueblo a 100 kilómetros de Dakar. Invita a olerla con sus manos trabajadas y ásperas. El cultivo de esta cebolla, junto al de decenas de hortalizas, alfalfa para animales y la ganadería son el trabajo cotidiano de un grupo de 40 senegaleses liderado por Birame Sarr, de 39 años, que cuenta sosegado que lleva tres gestionando esa granja agropastoral . “No tengo otra alternativa mejor que esta, pero de todas formas prefiero quedarme en Senegal, con mi familia. Aquí están mejorando las condiciones de vida, es importante que los jóvenes que quieran ir a trabajar fuera se queden aquí”, dice a la sombra de un techado de la instalación.

Tras él suenan los mugidos del toro y las 15 vacas lecheras que ordeñan a diario con una nueva máquina que permite extraer 10 litros de leche cada 20 minutos. “Si todo esto se gestiona bien es una buena opción para quedarse, ahora gano más dinero que antes, que apenas tenía nada estable“, apunta Sarr, que tras lo aprendido en esta granja asegura que ha comenzado a crear su propia empresa similar. “Acabo de empezar, pero voy a utilizar todo lo que experimentado aquí de agricultura y ganadería. También traigo a mis cinco hijos a esta granja para que vayan viendo cómo se trabaja”, apunta.

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El proyecto que lidera Sarr ha sido seleccionado por la Comisión Europea para ser replicado en otras zonas mediante los llamados Fondos Fiduciarios de Emergencia para la Estabilidad en África, aprobados el pasado noviembre en La Valeta (Malta) con el objetivo de hacer frente “a las causas profundas de la migración irregular en África y el fenómeno de personas desplazadas”. Se acordaron destinar 1.800 millones de euros para proyectos en zonas consideradas prioritarias por ser origen de migrantes hacia el continente. Una acción a la que se le suma la crisis de los refugiados y la criticada gestión europea que se está haciendo de ella. “El objetivo no es erradicar la migración como fenómeno, es regularizarla y acabar con el contrabando. Lo que nos gustaría ver es que la inmigración es por elección o aspiración, no por obligación o desesperación”, apuntó el comisario europeo de desarrollo Neven Mimica, en Dakar, tras visitar recientemente los dos primeros proyectos financiados con estos fondos, destinados a evitar la malnutrición en la región de Matam y que previsiblemente beneficiarán a 100.000 personas.

El impulso a la creación de empleo para la juventud en la agricultura y la ganadería se ha convertido en un eje básico para las políticas de desarrollo y su vinculación con la emigración en África. La Comisión Europea cree que con la vinculación de alimentación, empleo y migración, por un lado se genera un sistema de seguridad alimentaria en el país, por otro se ocupan a las personas y así se controlan los flujos migratorios. La población senegalesa en España se ha quintuplicado en los últimos 15 años. Mientras que en 2001 el país contaba con 11.500 personas del país subsahariano, este 2016 el Instituto Nacional de Estadística recoge la presencia de 62.500. Senegal es así uno de los países prioritarios de ayuda europea y también lo es en las políticas españolas de cooperación. “Es un socio que tiene todas las capacidades para implementar de forma efectiva los proyectos. Es más que un compañero de desarrollo, es un aliado que ofrece soluciones africanas para problemas de África. Es además un ejemplo de transición democrática. Se ve el impacto y la efectividad de los resultados”, añadió Mimica en su visita. Tras el acuerdo de La Valeta, Senegal recibe 73,6 millones de euros para cinco líneas de proyectos.

El de Birame Sarr, gestionado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), incluye una reserva de agua de 10 metros cuadrados, una red de irrigación por goteo y otra por aspersión, además de equipamiento energético. “Hemos avanzado, pero todavía queda por mejorar. Tenemos que controlar mejor la salud de las plantas y la producción de los animales, porque si se estropean o falla algo, la producción reduce”, considera Sarr, que fue un emigrante urbano pero decidió volver al ambiente rural. “En la ciudad no hay nada que hacer, aquí hay más trabajo”, repite.

"Europa no es El Dorado"

"La crisis persigue al mundo, Europa no es El Dorado. La demanda está aquí", asevera con convencimiento el ganadero Birame Fall desde su establo de ocho vacas lecheras en Kaolack, a 200 kilómetros de Dakar. Salió de Costa de Marfil como emigrante y permaneció 11 años en Italia hasta que se ha asentado en Senegal. "Empecé con dos vacas y que me daban suficiente leche como para mantener a mi familia y crecer. Ahora mi empresa ha crecido y he empleado a cuatro personas, que pueden ahorrar y contratar a alguien también", prevé. "También hay una gran demanda de carne que proseguirá", alienta Fall, gerente de su iniciativa, que vende una media de 70 litros de leche fresca al día.

Junto a Fall, Adama Sour, presidenta de una plataforma de agricultores de la zona de Kaolack incide en la necesidad de que los jóvenes del país sean conscientes de la cantidad de trabajo que genera el campo. "A todas las madres les gustaría ver a sus hijos con un buen futuro. No es fácil coger un barco y emigrar. Queremos que nuestros niños se queden aquí, que no que emigren ilegalmente", dice con determinación. Cuenta que ella se casó con 12 años y que aprendió a gestionar equipos de secretaria junto a su padre, que lideraba la organización de agricultores.

Los dos líderes, que reciben apoyos europeos para sus iniciativas, coinciden en que las mejoras para el sector pasan por estructurarlo, detectar de dónde vienen los problemas y buscar la competitividad en la innovación. Una de las cuestiones que plantean como claras es la modificación de la raza de la vaca autóctona para la producción de leche. Resisten mejor el clima, pero producen menos. "Las inseminamos con especies europeas que generan más cantidad de leche y con más calidad, un 60% más", asegura Fall.

La agricultura, la silvicultura y la pesca suponen cerca de un 14% del PIB del país. "Senegal tiene un fuerte potencial en la agricultura. Bajo la tierra hay suficiente agua dulce para irrigar la producción agrícola en superficie y obtener agua potable para el consumo de la población. Su explotación puede cambiar por completo el escenario productivo en el país", apunta Rafael H. García, coordinador general de la oficina de la Aecid en Senegal, cuyos proyectos aprobados con los fondos fiduciarios se localizan concretamente en áreas en las que se ha detectado un más alto potencial migratorio. Kolda, Sédhiou, Kédougou, Louga, Kaffrine, Fatick, Diourbel y Tambacounda son las zonas en las que la Aecid implantará un programa de 20 millones de euros llamado Pacersen, (Proyecto de Apoyo a la Reducción de la Migración a través de la Creación de Empleo Rural en Senegal).

Consistirá hacer 60 granjas agropastorales colectivas como las de Sarr, de 15 hectáreas; y 340 familiares, de una hectárea cada una, dividida en zonas para cultivos, regadío por goteo con un pozo alimentado por paneles solares, gallinero, estanque para peces y espacio de residencia. Este modelo familiar es un proyecto ya implantado también por la Aecid en la región de Mbour. El agricultor Mang Ndour, de 66 años, bajo la sombra de un techado de hojas y caña de su finca del Ndianda, asegura que la actividad generada en el campo permite que sus cinco hijos estudien. “Hemos mejorado bastante. Ahora tengo pescado para vender en el mercado, y mejores legumbres, pollos, huevos…”, dice Ndour.

Cuenta que su granja familiar sirve también como laboratorio de prácticas para los jóvenes del pueblo. “Hay mucho trabajo aquí, tenemos al menos una docena que busca un empleo. Vienen a ayudar y aprender, porque es un trabajo nuevo para ellos. Conocen por ejemplo, nuevas técnicas de irrigación”, apunta Ndour, que señala que sabía los métodos tradicionales de trabajo y que ha aprendido estos métodos renovados por medio de una asociación local que implanta el proyecto llamada Anida.

De estas iniciativas que irrumpen en las dinámicas de la zona surgen también desafíos posteriores a los que dar respuesta para mantener por otro lado su inercia. La inclusión de estas granjas mueven los mercados ya instalados en esos lugares “La idea es que las granjas familiares se federen y organicen para comercializar conjuntamente y conseguir mejores precios, con el apoyo un sistema simple para conocer la evolución de los precios en el mercado nacional”, propone Rafael H. García, que considera no obstante que la alta demanda a nivel local genera la comercialización directa. “En el caso de las granjas colectivas, cuya producción es muy superior, ya se está gestionando bajo contrato para la exportación o el consumo en zonas urbanas”, comenta García en un viaje sufragado por la Comisión Europea para un grupo de periodistas.

Las mujeres de la familia de Ndour van al mercado local a vender los tomates, las legumbres y otros excedentes de su granja que servirán para cocinar la célebre yassa senegalesa y más elaboradas recetas. “Aquí estamos todos alimentados en casa, y además la granja genera mucho trabajo y eso evita la emigración, así los jóvenes se quedan en el país”, dice de carrerilla madame Ndour como un discurso asumido.

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