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De cismas y cardenales

En plena campaña electoral, no sólo la sección Política atrae el interés de los lectores. En el plazo de unos pocos días, dos temas relacionados con la religión han provocado sendas cartas de protesta. La primera de ellas se refiere a un tema del que poco o nada habla la prensa habitualmente: el llamado cisma de Oriente. La segunda, a una personalidad destacada de la jerarquía eclesiástica española: el cardenal Antonio Cañizares.

El viernes pasado, entre titulares trágicos como el que informaba del asesinato de la diputada laborista Jo Cox, o el que aludía a la incertidumbre que provoca en Europa el Brexit, se abrió paso en la sección internacional la noticia de la celebración, en Creta, del primer sínodo ortodoxo en 1.200 años. La información -Las divisiones empañan el primer gran sínodo ortodoxo en 1.200 años- la firmaba María Antonia Sánchez-Vallejo, que ha seguido durante los últimos años la actualidad griega. En el texto, Sánchez-Vallejo explicaba que el encuentro histórico –el anterior sínodo de iglesias ortodoxas se celebró en el año 747- estaba abocado a un cierto fracaso al haberse retirado del mismo iglesias tan importantes como la rusa y la búlgara. La última línea de la noticia era la siguiente: Vistas las hondas diferencias entre las curias, el objetivo final del gran sínodo parece imposible de conseguir: lograr la unidad de todas las iglesias que se separaron de Roma en el cisma de 1054.

La frase ha alarmado a Jorge Cachinero que me escribió el siguiente mensaje: Siendo las iglesias de Oriente las cristianas originales, sorprende el que se atribuya a estas una separación de la que fue responsable la nueva rama del cristianismo que, con motivo de la disputa teológica del filioque y la disputa política doble sobre la sede del poder de la iglesia y sobre la creación de un centro de poder único frente a la tradición cristiana original de la autocefalia, provocó el cisma de 1054 y no al revés. Y añadía: Visión católico-céntrica, supongo, que ha permeado profundamente en el acervo cultural colectivo.

María Antonia Sánchez-Vallejo admite algo de esto en el mensaje que me ha enviado: He de dar la razón al lector Jorge Cachinero cuando achaca al artículo sobre el gran sínodo ortodoxo, y en concreto a la alusión al cisma de 1054, una visión católico-centrista, que por otro lado es aquella en la que culturalmente estamos inmersos y cuya influencia intelectual apenas si logramos sacudirnos. Ni siquiera mis añejos estudios de Antropología –esa especialidad académica que por encima de todo lucha contra la visión etnocéntrica del mundo- evitan estos actos reflejos, automáticos, en los que uno proyecta un punto de vista heredado casi como si fuera una verdad revelada (una categoría esta última, por cierto, intelectualmente desaconsejable, y no sólo en periodismo).

Para poner las cosas en su sitio, debería haberme bastado situarme por ejemplo en Grecia - por tradición histórica y cultural uno de los epítomes de la ortodoxia-, desde donde contemplan como exótica y menor la figura del Papa de Roma, y a quien miran con una mezcla de desinterés y desconfianza. Salvo la visita de Francisco a la isla de Lesbos, en abril, para clamar contra la vida indigna de los refugiados, lo cierto es que las andanzas del Pontífice, cualquiera que sea su nombre, no merecen en ese país ni un breve en la prensa, ni una ventana en televisión; parecido eco encuentra el heredero de Pedro en el resto de la cristiandad ortodoxa.

Hay que señalar que no es mucho mayor el interés que suscita en el mundo católico el patriarca Cirilo. Aunque, el Papa, como líder espiritual de los más de mil millones de católicos que hay en el mundo, es una figura mucho más conocida y con mayor influencia en el mundo occidental.

   Precisamente a un miembro de la jerarquía católica, Antonio Cañizares, le dedicaba un artículo de opinión el suplemento Ideas del pasado domingo. Cañizares, el cardenal de piedra, se titulaba y su autor, Rubén Amón, arremetía en él contra el purpurado, actualmente arzobispo de Valencia, por una reciente intervención en la que criticó duramente lo que denomina la 'ideología de género' a la que calificó como, la más insidiosa y destructora de la humanidad en toda su historia. Amón recordaba también en el texto la intervención del cardenal a propósito de la crisis de los refugiados, en la que llegó a decir: Los inmigrantes son un caballo de Troya. ¿Es todo trigo limpio en esta invasión o viene mucha mezcla? ¿Dónde quedará Europa dentro de unos años?.

Un lector, Vicente Otamendi, me ha escrito porque considera que el artículo de Amón: Pasa a vuelapluma sobre muchos asuntos que en realidad son graves y requerirían muchas matizaciones, máxime tratándose de acusaciones que afectan a una persona, en este caso la del obispo Cañizares, contra quien da la impresión de que se abre una caja de Pandora (...) Quisiera llamar al menos la atención sobre dos puntos.

1) En primer lugar, en el artículo se da a entender que, al oponerse a la ideología de género, el obispo Cañizares desoye la voz del papa Francisco; lo cual no es cierto, y basta para ello con la lectura de la reciente exhortación apostólica "Amoris Laetitia" (nota 56), disponible en Internet (Algunos desafíos) Si el obispo debe obediencia al Papa, resulta evidente que es a este último al habría que dirigir las críticas; ¿no será, pues, que habida cuenta de la enorme popularidad de Francisco, resulta más fácil ignorarlo a él y atacar a su obispo?

2) Se alude nuevamente a las palabras que el obispo pronunció en referencia a la crisis de los refugiados, criticándole duramente su expresión 'caballo de Troya', por la que se le compara a Le Pen. Pero todo ello queriéndose ignorar que poco después se produjeron los atentados de París y que, a partir de entonces, en diversos medios se reconoció que, aunque se debía acoger a los inmigrantes, no podían cerrarse ingenuamente los ojos a los desafíos que esa ola migratoria pudiera llegar a representar. Sirva como ejemplo del cambio de sensibilidades el hecho de que, con motivo de dichos atentados, el mismo diario EL PAÍS publicaba un artículo de opinión firmado por el escritor Julio Llamazares y que llevaba por título precisamente esa misma expresión por la que el obispo había sido duramente criticado: Caballo de Troya.

   Rubén Amón está, en parte, de acuerdo con el lector. Me parece correcta la observación según la cual monseñor Cañizares se atiene a la doctrina de Francisco respecto a la familia y el matrimonio homosexual, y así queda reflejado en el final del artículo, explica en el mensaje que me ha enviado. La gran discrepancia se halla no sólo en las formas que emplea el arzobispo de Valencia, en la llamada a la desobediencia, en la percepción del laicismo como un enemigo y en las conclusiones extremas –‘la ideología del género es más insidiosa y destructora de la humanidad en toda su historia’- sino además, en los términos con que su eminencia recela de la inmigración, observándola como un peligro a la identidad europea. Mi opinión es que Francisco no ha cambiado el fondo, pero sí la forma. Y las formas de Cañizares colisionan con el esfuerzo de un Pontificado que se presenta tolerante y comprensivo.

Estoy de acuerdo con Amón, pero querría precisar aquí que un líder espiritual como el Dalai Lama, que cuenta en su haber con el Premio Nobel de la Paz, hizo a principios de este mes unas declaraciones al diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, de las que se desprendía una cierta alarma por las cifras de inmigrantes que han llegado a Alemania. Europa, por ejemplo Alemania, no puede convertirse en un país árabe. Alemania es Alemania", decía. EL PAÍS no recogió estas declaraciones que, en buena lógica, podrían haber resultado también polémicas.

Comentarios

Es cierto que los flujos migratorios causan temor pero Europa, en vez de pensar en rechazarlos, debe pensar en asumirlos. Los líderes religiosos de Europa deben ser los primeros que deben tener un encuentro y tratar de buscar la forma de intervenir para solucionar esta crisis; son precisamente las iglesias católicas y ortodoxas , asi como los lideres religiosos musulmanes, los que deben meditar esta cuestión y expresar sus conclusiones al resto de la comunidad europea a través de sus representantes. Lo demás todo llegará con el tiempo, pero ahora hay que poner el punto de mira en lo prioritario, que en este caso es el acogimiento de los refugiados.
Cuando el protagonismo personal es el mérito que se busca removiendo cienos del sentir humano, en lugar de tender las manos hacia las personas desesperadas.Compartiendo la capa.Hoy nos encontramos repartidos en la política y en las instituciones gran cantidad de vocingleros que no les importa armar ruido, con tal de montar el cirio a costa de del sufrimiento ajeno.Mientras ellos van montados en primera clase.Escudados detrás de la camiseta y de las siglas del club.Para agarrar las de Villadiego en cuanto empiecen a caer chuzos de punta.Dejando empantanado al personal, o contando milongas.En pleno siglo XXI.

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