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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las lecciones de la visita de Otegi

Si el secesionismo catalán quiere fijarse en algo en Euskadi y extraer alguna enseñanza, haría mejor en analizar la acción política en los últimos tiempos del PNV

Javier Rivas
Otegi y Forcadell en el Parlament catalán.
Otegi y Forcadell en el Parlament catalán.LLUIS GENE (AFP)

Irrita —y el verbo es muy suave— ver a un Parlamento democrático, encarnado por algunos de sus principales representantes, esforzarse en ser deferente con un líder político cuyo partido tiene todavía pendiente condenar la violencia de la banda de asesinos a la que sus seguidores jalearon durante décadas y afrontar de verdad la petición de perdón y la reparación a sus víctimas. Irrita más cuando a quienes invitan y derrochan atenciones con ese líder no se les conocen gestos no ya similares, ni siquiera aproximados, con quienes padecieron el terror de esa banda, entre ellos un número no desdeñable de catalanes.

Arnaldo Otegi ha desempeñado un papel muy relevante para que la izquierda abertzale se alejase de ETA, una de las cuestiones que coadyuvó —aunque menos de lo que sus defensores enfatizan— al fin definitivo del terrorismo en octubre de 2011. Nada menos, pero nada más. Ni eso lo convierte en un hombre de Estado o de paz —que algunos hayan jugado a compararlo con Mandela no llega ni a chiste—, ni obvia el pasado de la izquierda abertzale y todo lo que tiene aún por hacer. Pero la sociedad debe acostumbrarse a aceptar que, acabada ETA, esa izquierda abertzale y sus dirigentes son un actor político con los derechos —y las obligaciones— de los demás y con presencia en el juego institucional. Igual que, por mucho que duela, hay y habrá que acostumbrarse a ver a etarras que, tras cumplir condena, vuelven a la calle con toda su libertad y ningún arrepentimiento. Otegi puede reunirse con quien quiera y le reciba y tratar de convencer a quien quiera y le atienda, pero a algunos se les ha ido la mano haciéndole la ola.

¿Qué buscaban las formaciones independentistas catalanas invitando y arropando a Otegi como lo hicieron? ¿Un ejemplo en el que mirarse? ¿Ejemplo de qué? Si el secesionismo catalán quiere fijarse en algo en Euskadi y extraer alguna enseñanza, haría mejor en analizar la acción política en los últimos tiempos del PNV y del lehendakari Iñigo Urkullu, empeñados con razón en marcar todas las distancias que pueden con la deriva de Convergència y sus ahora aliados. Hoy, el seny nacionalista lo encarna Urkullu. Más parece que los soberanistas, y en especial la CUP, tan dada a las ocurrencias peregrinas, buscaban con la presencia de Otegi conseguir otro motivo más para regocijarse en el “España nos ataca”, dejando de paso la imagen de una Cámara dividida. Un reflejo de una división social que ha ido creciendo de la mano de las proclamas por el derecho a decidir.

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El secretario general de Sortu aseguró sentir una “sana envidia” y querer aprender de las “lecciones” del proceso catalán. Las lecciones las tiene más cerca de casa, donde el discurso independentista —su esclerosis— tras el fin de ETA, los errores de Bildu en las instituciones que encabeza o ha encabezado —para algunos resulta más sencillo predicar sobre los presos que gestionar la recogida de basuras— y el ascenso de Podemos están amenazando su relevancia y sus expectativas electorales.

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Sobre la firma

Javier Rivas
Forma parte del equipo de Opinión, tras ser Redactor Jefe de la Unidad de Edición y responsable de Cierre. Ha desarrollado toda su carrera profesional en EL PAÍS, donde ha trabajado en las secciones de Nacional y Mesa de Cierre y en las delegaciones de Andalucía y País Vasco.

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