A mi amigo invisible
Gracias, gracias y mil gracias por el regalo que me entregaste en Nochebuena: un bote para los lápices hecho con arcilla
Querido amigo invisible:
Gracias, gracias y mil gracias por el regalo que me entregaste en Nochebuena: un bote para los lápices hecho con arcilla. Tiene mucho mérito porque pudiendo ir a lo fácil y, no sé, obsequiarme con unos altavoces beats, un limpiazapatos eléctrico Hoberg, un Iphone 6S o incluso un set de gin-tonic con utensilios para el perfecto anfitrión —que seguro te rondaron por la cabeza— decidiste tú mismo con tus manitas moldearme un bote para los lápices.
Valoro también el hecho de que tenga esa forma irregular y que más que un cilindro, parezca una morcilla de Burgos. Estoy seguro de que fue premeditado y que pudiendo hacerlo con pericia y maestría maniquea, te decidiste por ese camino, mucho más original, de lo amorfo. Como a ti, a mí también la perfección me hastía.
Y pensando en ese bote de los lápices de arcilla atávico (que apenas si se conseguía tener en pie), irregular e inverosímil, me siento halagado porque si pensaste en mí al idearlo y después al llevarlo a cabo, es que tienes una bonísima imagen de mí; como de alguien espiritual, que no se deja seducir por la estética de lo inmediato, por la sexualidad mal entendida, que valora las cosas importantes de la vida (y no lo material), alguien sensible y puro. Efectivamente, así soy pero lo más curioso es que hasta ahora no me había apercibido, ha sido tu bote de los lápices de arcilla quien me lo ha revelado alto y claro. Una vez más: gracias, gracias y mil gracias amigo invisible.
Posdata: creo que al final con las prisas me lo dejé olvidado en la repisa de la cocina.
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