9 fotos10 libros de esta semanaLo último de Pamuk, la irrupción de Gabriela Ybarra o el capitalismo canalla , entre lo mejor de la semana en Babelia 29 sept 2015 - 14:27CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlace"El pequeño libro de Marceline Loridan-Ivens reúne algunas impresiones y recuerdos de su deportación a Auschwitz-Birkenau cuando contaba 15 años. Esta autobiografía en forma de carta a su padre, con el que fue detenida en 1944 y al que sobrevivió (de ahí el título del libro), sirve de respuesta emocionada a la nota que él consiguió hacerle llegar estando los dos ya recluidos, con el peligro que ello entrañaba. Por otro lado, desde el punto de vista histórico, se enmarca en el revisionismo sobre el papel que desempeñó Francia durante la II Guerra Mundial". Por FERNANDO CASTANEDOSALAMANDRA"Quizá debamos empezar por hablar del estilo para transmitir la fascinación que provoca la primera novela de Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983). Despojado, honesto, exacto y neutral. ¿Por qué neutral? Porque El comensal narra dos episodios de la vida de la familia de la autora con una claridad, levedad y falta de afectación poco comunes en esta clase de temas. El primer episodio es el asesinato de su abuelo, el empresario, exalcade de Bilbao y expresidente de la Diputación de Bizkaia Javier de Ybarra, a manos de ETA en 1977. Su abuelo pertenecía a una de las 10 o 12 familias que durante el franquismo y “hasta finales de los setenta [ocuparon] los cargos de poder de Vizcaya”. Por CARLOS PARDOCABALLO DE TROYA"El mundo de la adquisición, consumo y disfrute de sustancias estupefacientes o embriagantes ilegales se desenvuelve en una auténtica orgía léxica. Ya sea porque su consumo comenzó en ambientes marginales o carcelarios, porque su comercio está fuera de la ley o porque los grupos que las usan usan claves para comunicarse sin ser entendidos, el caso es que hay una asombrosa proliferación de palabras que aluden a objetos, procedimientos y sensaciones relacionados con las drogas. Unas son palabras de jerga, otras son préstamos de otras lenguas, algunas son metáforas, otras juegos de palabras. Muchas han estado en uso en un periodo concreto, para nunca más volver… o reaparecer al cabo de unos años. A ello hay que sumar nombres científicos, marcas comerciales, denominaciones oficiales…". Por JOSÉ ANTONIO MILLÁNARCOLIBROS"La lectura de su poesía, reunida en Territorios bajo vigilancia, desde El único umbral (1991) hasta Porno ficción (2011), deja patente que tras la publicación de En ningún paraíso (2005), Diego Doncel (Malpartida, Cáceres, 1964) refunda su original y personal escritura al asumir el presente como su escenario material. En su nuevo e imprescindible libro, El fin del mundo en las televisiones (XXVIII Premio Tiflos de Poesía), va más allá en la denuncia del dolor de vidas en conflicto, de esa imagen simulada de lo real que emborrona toda representación verosímil y en su alegato moral contra la mezquina insignificancia: “El mundo es solo un punto de fuga, los pensamientos son lugares de nadie”. Fruto de un realismo capitalista, donde el simulacro de los medios de comunicación, la arquitectura del espectáculo y la infección mercantil ofrecen una realidad virtual, somos incapaces de ver el mundo, y solo vemos su imagen, “una verdad al margen de la verdad”. Por ANTONIO ORTEGAVISOR"El colombiano Pablo Montoya (Barrancabermeja, 1963) es autor de una nutrida bibliografía, de moderada proyección, que abarca cuentos, ensayos, poesía y novela. Gracias al Premio Rómulo Gallegos de este año, otorgado a Tríptico de la infamia, su nombre ha pasado a primer plano. Y hay que celebrar que tan distinguido galardón no haya sido, como en tantas ocasiones, la certificación de un prestigio, sino una suerte de resarcimiento de un escritor tan tenaz como discreto. Su obra se nutre de la confluencia del arte (la música, la fotografía, la pintura) y la historia, además de la desazón de la violencia y la atención al desaparecido mundo indígena". Por FRANCISCO SOLANORANDOM HOUSE"Un pasajero se cae del tren en un túnel y les amarga a sus compañeros de viaje la vuelta a Basilea después del trabajo. Un periodista televisivo, Jonas Brand, va con su cámara en el mismo vagón que Paolo Contini, la víctima, feliz empleado de banca, sin motivos para matarse, estrella de la especulación bursátil. El caso habría quedado en suicidio si, a los dos meses, no hubiera encontrado Brand dos billetes de 100 francos suizos con el mismo número de serie, idénticos. Si uno de los dos fuera falso, ya sería increíble que los dos acabaran por casualidad en la misma mano. Pero, al ser auténticos, la cosa se convierte en absolutamente improbable aunque inverosímilmente posible, sobre todo teniendo en cuenta otra coincidencia: la presencia de Brand en la muerte de un individuo involucrado en la duplicación de los billetes. Las novelas de Martin Suter (Zúrich, 1948) parten de acontecimientos traumáticos, de un suceso-fractura. Montecristo es, como todos los buenos dramas criminales, una intriga moral. Hay, como mínimo, tres asesinatos, pero el problema afecta menos a la identidad de los culpables que al dilema entre el deber de decir la verdad y la conveniencia de callar verdades improcedentes. Y aquí se plantea otra cuestión: ¿qué requisitos debe cumplir un asesinato para arrogarse el derecho a la impunidad? Supongamos que uno de los principales bancos suizos se hunde, descapitalizado, después de perder miles de millones en especulaciones con valores rusos. Digamos que la muerte de Contini salvó a su banco, gracias a la intervención del Estado y sus organismos monetarios". Por JUSTO NAVARROLIBROS DEL ASTEROIDE"La voz narradora de No llorar, que tiene como telón de fondo la guerra civil española, desgrana al principio un discurso de una sencillez casi esquemática. Esa sencillez tiene como justificación que la narradora, Lydie Salvayre, habla en realidad por boca de su madre, actualmente una anciana de 90 años que está empezando a perder una memoria que su hija quiere rescatar. Para insertar los recuerdos autobiográficos maternos en el marco del conflicto civil español, Lydie Salvayre dedica largos excursos a exponer la situación que existía durante el advenimiento de la II República y los accidentados años que precedieron al Alzamiento Nacional. Y es ahí donde más se nota el mencionado esquematismo simplificador porque, al menos para el lector español, es un episodio de sobras conocido y, bien se ve, no del todo superado. O sea, todavía objeto de discusión". Por JAVIER FERNÁNDEZ DE CASTROANAGRAMA"Orhan Pamuk, siguiendo la consigna de que la novela es el relato de la vida privada de las naciones, cuenta la historia de Mevlut, un vendedor ambulante de boza —bebida de baja graduación—, que llega a Estambul a comienzos de los sesenta procedente del pueblo. El desarrollo urbanístico de Estambul se dibuja a través de la trama de aprendizaje de un contrapícaro, un muchacho que emigra, alentado por los cantos de sirena capitalistas, y solo logra corroborar el peso de su propia extracción social y la falsa fábula del hombre hecho a sí mismo. Mevlut asiste melancólicamente a la extinción de su mundo. Los vendedores de boza y yogur desaparecen, y especuladores y caciques, mafiosos paternalistas, aprovechan las leyes de amnistía catastral para ir acumulando suelo. La extensión de la ciudad necesita de explotadores y explotados, ricos y pobres, fachas —así los llama el narrador—, turcos y kurdos, religiosos —alevís, chiíes, suníes…— y laicos, de hombres y mujeres, cuyas pequeñas historias melodramáticas nos familiarizan con los usos amorosos de la Turquía de la segunda mitad del siglo XX: las cartas que Mevlut escribe a Rayiha, hija del Cuellitorcido, pensando que en realidad es su hermana Samiha, el engaño de Süleyman, la fuga y la felicidad con la mujer equivocada amenizan eróticamente el gran relato de la transformación urbana poniendo de manifiesto que las grandes cosas no se entienden sin las pequeñas, pero también que no todo cae del lado de la homogeneidad humanista. Más allá de lo universal, importan paisaje e historia: el ser humano es su territorio e incluso, entre las colinas chabolistas de Kültepe y Duttepe donde comen los mismos alimentos y ven los mismos programas de televisión, existen diferencias políticas irreconciliables". Por MARTA SANZRANDOM HOUSE“Radios de bicicletas, lamas retorcidas de persianas venecianas, un sonriente buda sentado recubierto de caucho con un buen tajo en el costado, páginas de periódicos, pilas usadas, botellas de cerveza, trozos de valla, fotografías, viales de crack, paquetes de tabaco hechos una bola, cables eléctricos, patas de mesa amputadas, fundas de plástico de cuerdas de guitarra, botas sin cordones, bosques de envoltorios de comida rápida, cachos de neumático, casetes con las tripas fuera […]”: la lista es más extensa aun y está compuesta por los objetos con los que alguien confecciona obras de arte; hornea la basura y luego vende, o pretende vender, el resultado. 'El cuaderno perdido' (1995), primera novela del escritor estadounidense Evan Dara traducida al español, se parece a la lista anterior, lo que significa que puede inducir en el lector la misma sensación de hartazgo angustioso que la lista provoca. El lector no debería dejarse desanimar por lo que parece una simple acumulación de residuos, sin embargo, ya que hay una historia aquí, que orbita en torno a la descomposición de los vínculos entre los habitantes de una pequeña localidad en Iowa cuando se hace público que la principal empresa local ha estado contaminando el suelo de forma deliberada durante décadas (con las reacciones subsiguientes de impotencia, negación, rechazo y miedo de sus habitantes): el lector sólo tiene que tener el deseo y la capacidad para encontrarla". Por PATRICIO PRONPÁLIDO FUEGO