Día mundial sin coches: 10 ciudades que miman al peatón
Hoy, 22 de septiembre, se celebra el Día Mundial Sin Coches, una iniciativa que nació en la década de los 90 para reivindicar un mundo pensando y diseñado para los peatones, no para los vehículos.
No sé si desde entonces hemos avanzado algo o seguimos siendo esclavos del motor.Lo cierto es que hay ciudades que han dado un paso adelante limitando o prohibiendo por completo el uso de coches y motos en sus cascos históricos.
Estas son algunos de los ejemplos más plausibles:
Lijnbaankwartier, Rotterdam (Holanda)
Holanda es, sin ningún tipo de duda, uno de los países más concienciados con el tema de la movilidad. Aquí la bicicleta es mucho más que un medio de transporte; es una filosofía de vida. En la práctica totalidad de las ciudades existen áreas acondicionadas únicamente para peatones y ciclistas, dejando el tráfico relegado a las grandes avenidas circunvalatorias. Una de los primeros espacios libres de coches lo encontramos en Lijnbaankwartier, la principal zona comercial de Rotterdam. Diseñada en 1953 ha servido como ejemplo para la construcción de muchos otros espacios comerciales y recreativos carfree de toda europa.
Isla de Mackinak, Michigan (Estados Unidos)
Es cierto que regular el tráfico rodado, o incluso eliminarlo del todo, es mucho más fácil en una isla pequeña que en una ciudad. Por eso son varios los islotes que han decidido acabar con los coches y optar por medios alternativos. En Mackinak, una de las islas del lago Hurón, en el estado de Michigán (EE.UU) han conseguido que los diez kilómetros cuadrados de superficie estén libres de coches. La gente se desplaza de un lado a otro en bicicleta o en carros tirados por caballos.
Vitoria (España)
La capital alavesa puso en marcha hace un tiempo un interesante proyecto de ensanches que pretende devolver el protagonismo a los peatones en parte del centro de la ciudad. Mediante la colocación de unos superbloques, se desplaza el tráfico rodado a las afueras y se crean zonas con mayor seguridad para peatones y ciclistas.
Parismina (Costa Rica)
Apenas unos senderos sin asfaltar indican cuáles serían los caminos convencionales en Parismina. Resulta que en este pequeño enclave costarricense -a medio camino entre Puerto Limón y Tortuguero- no existe ninguna carretera. Gracias a su virginal estado, el pueblos se ha convertido en uno de los destinos de ecoturismos más demandados de toda la región. Un remanso de paz y naturaleza donde no conocen lo odioso que puede llegar a ser un atasco un lunes a primera hora.
La Rochelle (Francia)
En la Rochelle podríamos encontrar todos aquellos tópicos que hacen de Francia un lugar de vacaciones soñado: la costa, el buen queso, cafés y terracitas donde beber una copa de vino tinto al atardecer... A ese cuadro idílico hay que sumarle la tranquilidad de una ciudad sin apenas densidad de tráfico. Los vehículos a motor no están prohibidos, sin embargo existe una fuerte regulación que impide la llegada masiva de coches, sobre todo en el periodo estival, cuando miles de parisinos bajan hasta esta ciudad del departamento de Charente-Maritime en busca de una segunda residencia.
Santiago de Compostela (España)
En Santiago, los peatones -y los peregrinos- tienen prioridad. El casco histórico de la ciudad jacobea está totalmente restringido a los coches. Si bien hasta las 10,30 de la mañana se permite la entrada de furgonetas y vehículos de carga y descarga que nutren los comercios. A partir de esa hora, las famosas rúas adoquinadas compostelanas son cien por cien peatonales.
Dubrovnik (Croacia)
La distribución angosta e irregular, característica de épocas medievales, es un factor que beneficia a cualquier administración para llevar a cabo una política de movilidad sin coches. Al fin y al cabo, es más complicado cerrar el tráfico la Quinta Avenida de Manhattan que un pequeño pueblo plagado de callejones y recovecos empedrados. En Dubrovnik, la ciudad donde se ruedan muchas escenas de la conocida serie Juego de Tronos, el tráfico está totalmente prohibido en la ciudad vieja. En los aledaños a la muralla exterior hay habilitados varios parkings para dejar el coche antes de adentrarse en la imaginaria Desembarco del Rey. Caminando, claro.
Giethoorn (Holanda)
Conocida por muchos como la Venecia holandesa esta pequella villa de apenas 2.500 habitantes ha sabido desterrar los vehículos a motor, en un claro ejemplo de ciudad sostenible. La totalidad de desplazamientos por el pueblo debe realizarse en bicicleta o en punter, unas embarcaciones que discurren por las decenas de canales que comunican las calles del pueblo y que recuerdan en gran medida a las famosas góndolas venecianas.
Friburgo (Alemania)
En Friburgo es posible reconocer tres grandes áreas donde los peatones pueden circular tranquilamente sin tener que preocuparse de los vehículos a motor. Tanto en el distrito de Vauban como en el de Rieselfeld el transporte dominante es el tranvía. El acertado proceso de peatonalización de la parte vieja, en marcha desde la década de los setenta, ha promovido la instauración de zonas libres de coches en otras localidades alemanas.
Zermatt (Suiza)
En Suiza existe una decena de pueblos a los que únicamente se puede llegar caminando, en tren o en teleféricos. Uno de los más famosos es Zermatt, a los pies del Cervino; un pueblo de estampa idílica conocido tanto por la belleza de las montañas que le rodean como por su estación de esquí. Para acceder al pueblo hay que dejar el coche abajo en el valle, en sendos aparcamiento disuasorios de laslocalidades de Visp o Täschy, y desde allí seguir en un tren cremallera. Los únicos coches que se ven por sus calles son pequeños carritos eléctricos para el servicio de los hoteles.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.