_
_
_
_
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los ‘top manta’, el eslabón visible de una larga cadena

La muerte de un senegalés en Salou hace emerger una realidad que tiene muchas aristas

Milagros Pérez Oliva

La investigación judicial deberá esclarecer si hubo algún tipo de abuso policial en la muerte de Mor Sylla, un senegalés que llevaba 15 años en España y murió al caer desde un tercer piso en una operación de los Mossos d’Esquadra contra el top mantaen Salou. El suceso ha hecho aflorar una realidad que muchas veces mirábamos sin querer ver. Sólo en Salou hay varios miles de inmigrantes que viven de la venta ilegal, muchos de ellos senegaleses que, tras la muerte de su compatriota, han decidido hacerse visibles en unas protestas que se han extendido a la ciudad de Barcelona.

Desde el punto de vista jurídico, el top manta es un comercio ilegal que hay que perseguir. De eso no hay duda. Es una actividad ilícita que entra en colisión con el comercio que cumple y paga sus impuestos. Es también una ocupación ilegítima del espacio público, que resulta a veces agobiante por la proliferación de vendedores, y perturbadora por la imagen de descontrol que proyecta. Pero en el top manta hay también una realidad social que no se puede ignorar. Esa manta en el suelo repleta de objetos falsificados es sólo el último eslabón de una cadena, y el hombre normalmente joven, bien aseado y de aspecto saludable que se acurruca dispuesto a salir corriendo en cualquier momento, es sin duda un transgresor de la ley, pero también la víctima necesaria de un sistema que explota su extrema vulnerabilidad. No es el joven de la manta el que ha fabricado los falsos bolsos de Prada o las falsas gafas Ray-Ban; no es él quien los ha introducido en el país y tampoco quien ha montado las redes de transporte y almacenamiento que surte a los miles de vendedores que, para poder vender, han de pagar antes el género a un precio que no deciden y cuyo importe pierden si tienen la mala suerte de ser decomisados. Toda esa logística no se decide en los pisos de literas calientes que los vendedores comparten por turnos. Esa logística se decide en despachos con un buen sistema de aire acondicionado.

El suceso de Salou ha mostrado que muchos de ellos, como el propio Mor Sylla, se han visto abocados al top manta después de haber tenido un trabajo estable; que han tenido papeles y que algunos siguen teniendo un permiso de residencia que temen perder si son detenidos. Estos días han mostrado su dignidad herida, a veces con rabia. Admiten que incumplen la ley, pero dicen que no tienen otra opción. Podemos creerlos o no, pero pocos querrían ponerse en su piel para comprobarlo. En cambio, quienes han comprado a 50 euros unos rolex que lucirán como si hubieran pagado 3.000, sí que tenían opción: podían no participar. En tanto que compradores de un producto falsificado, son también transgresores, pero no son tratados como tales.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Podríamos seguir esta disquisición hablando de las otras víctimas, las marcas objeto de falsificación, a quienes se causa un grave perjuicio económico. Pero además de esa obviedad, habría también mucho que decir, por ejemplo, sobre la diferencia entre el valor de uso y el valor de ostentación en una sociedad consumista que mide la valía de las personas por las etiquetas que llevan puestas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_