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La paradoja y el estilo
Columna
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Historia de una bolsa

En la vida de Isabel y los suyos, El Corte Inglés siempre estará allí, en los buenos y en los malos momentos. En mi gimnasio se debatió sobre lo que podría haber entrado o salido de ella. A lo mejor es un guiño para que el almacén apoye sus conciertos

Boris Izaguirre
Isabel Pantoja junto a su hermano Agustin, a su salida de la cárcel.
Isabel Pantoja junto a su hermano Agustin, a su salida de la cárcel.GOGO LOBATO (AFP)

Me ha sorprendido que en las crónicas sobre la salida de Isabel Pantoja de la cárcel donde cumple condena, no se haya reparado en la bolsa de El Corte Inglés que sostenía su hermano Agustín. ¿Qué hacía esa bolsa entre ellos? ¿Qué podría contener esa transversal, familiar y socorrida bolsa de El Corte Inglés?

Es en momentos así cuando reconoces la importancia de los detalles. Están tan a la vista que no siempre se ven. Probablemente, en la vida del clan Pantoja, igual que en la de millones de españoles, El Corte Inglés cumple una labor unificadora y balsámica. Pase lo que pase en la vida de Isabel y los suyos, El Corte Inglés siempre estará allí, en los buenos y en los malos momentos. Tanto en mi gimnasio, en Madrid, como en la calle Gil de Jaz, en Oviedo, se debatió sobre el misterio de la bolsa y lo que podría haber entrado o salido dentro de ella. “Un micrófono”, vociferó un invitado, “Maquillaje”, dijeron dos que discutían, “porque es del tamaño que emplean en la sección de cosmética”. También se habló de horquillas y pinzas para el pelo de la reina de la copla. “Zapatillas”, sugirió un temerario especulando siempre sobre la bolsa. Todos coincidieron en que no era de la tienda gourmet. “A lo mejor es un guiño a los propios almacenes para que apoyen sus conciertos como anunciantes”, escuché decir. Pantoja, pese a que haya fracasado estrepitosamente en su relación con Julián Muñoz, no da puntada sin hilo. Y también sabe mucho de bolsas.

Es importante saber invertir en Bolsa y en relaciones públicas, así que Pantoja lució muy sonriente y saludadora su última inversión: unas sandalias inspiración sahariana de importante cuña. Así quiso que la viéramos, alta, incluso con esos kilitos que hablaban, de nuevo, muy bien de la vida que ofrece el régimen penitenciario a los internos. Haciendo con esa buena conducta, publicidad positiva para Instituciones Penitenciarias. No se entiende por qué tantos imputados se resisten a entrar en la cárcel. Basta ver a Luis Bárcenas, Ortega Cano y a Pantoja para darse cuenta de que sales rejuvenecido, saneado y con más ganas de vivir.

No me preocupa la suerte política de Cristina Cifuentes (ni la de nadie), pero su vestuario sí. Cifu, como la llaman cariñosamente sus compañeros de partido, atraviesa este vía crucis de no saber si gobierna o no, sin perder tiempo en demostrarnos que su ropa es un canto al retorno del minimalismo. Puede que no gobierne, pero su inclinación estética hacia la austeridad queda reflejada. Combina chaquetas de cortes geométricos, colores sólidos, joyas invisibles y un tenso peinado hacia atrás con un discurso facial limitado. Ese rigor presupuestario de Cifu no iba a concertar nada bien con la chulería colorista y el estampado desinhibido de su compañera Espe. No haber reparado en ese detalle puede que le salga caro a su partido. Como la coquetería de Lucía Figar, consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid y quizás una de las imputadas más elegantes de la actualidad. Con esa elegancia que parece tan natural, ¿por qué iba a gastarse 80.000 euros públicos para mejorarla a través de algo tan vulgar como la Operación Púnica? Es otro pequeño detalle a observar: Figar podría servir de ejemplo de que incluso los pijos más místicos también pueden sucumbir y pecar ante las bolsas y cajas de dinero fácil. Pobre Lucía, pudo ser ministra pero tuvo que dimitir. Podría ayudar al Gobierno con su plan para proteger la intimidad de los detenidos. Nadie mejor que ella sabe cómo salir bien en cualquier tipo de foto.

Están siendo unos días muy marcados por la moda de la línea roja. Encuentros, desencuentros y pactos que aún no se dan. La línea roja, originalmente, era contra el PP pero el PP también tiene sus líneas rojas contra los rojos de Podemos. A muchos anfitriones nos parece una rígida antipatía que Mariano no se quiera ver con Pablo. Si Fraga se encontró con Carrillo, llenando de carisma la Transición, y yo me propongo hacer las paces con Peñafiel en la Feria del Libro, ¿por qué Rajoy e Iglesias no pueden cambiar esas líneas rojas por los triángulos verdes y blancos en forma de red de las bolsas de El Corte Inglés?

Termina una semana y seguimos sin saber nada de esa cazatalentos que ha sido Esperanza Aguirre. Lo dio todo la anterior, ¡fue una pasada!, y ahora, más reflexiva, quizás esté revisando baúles en casa. O álbumes de fotos pre Instagram. Quizás preparando el próximo golpe: un libro de memorias. Otro detalle que envolver en un lienzo de triángulos blancos y verdes como la eterna bolsa de nuestros grandes almacenes.

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