La ciudad es de todos
Tengo una minusvalía o, para ser políticamente correcta, discapacidad.
Llevo una silla de ruedas eléctrica y, dejando aparte los sitios por donde no puedo pasar, tengo que agradecer a los dueños de perros que dejan las cacas en las aceras, con la dificultad que supone esquivarlas, o en los rebajes de las aceras. Por esquivar uno de estos “regalitos” volqué y tengo todo el lateral derecho lleno de moratones que me recuerdan constantemente que no tengo que creer que las cosas son como no son, y que la movilidad la tengo más restringida de lo que podría gracias a mis congéneres que no piensan en que la ciudad, y el mundo, son de todos y tenemos derecho a movernos cada uno como podamos. O a lo mejor es que, simplemente, no piensan.— Aurora Díaz Madroñal.