Sobre la belleza y el fútbol
Cualquier dogmatismo lo único que consigue es calcificar la vida y restringir la libertad. Hay un debate que corretea por las oficinas de los estridentes programas deportivos centrado en determinar si una rabona o un taconazo son provocaciones o no.
Aún sigo entendiendo el fútbol como un arte, pese a que últimamente, debido al cálculo y al negocio, se me hace algo aburrido y tenebroso.
En esta época en la que la libertad de expresión está tan malentendida, es sintomático que no entendamos como provocación un manotazo o una patada y sí lo hagamos con un regate. Hay más provocación en el comportamiento que exhiben algunos equipos militarizados que en esos intentos por agradar. Pero no. Entendemos la militarización del fútbol como profesionalidad y el juego bonito como provocación. Por ese camino, acabaremos borrando de nuestra memoria los pases de Laudrup o los regates de Pelé. Hemos de entender que tildarlos de provocaciones es como si a Picasso le hubieran prohibido pintar porque sus cuadros no se ajustaban a los cánones pictóricos.— Gerardo Fernández Bustos.
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