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Comiendo palomitas mientras la Tierra se destruye

Un repaso en vídeo a cuatro décadas de cine de desastres

¿Por qué a los espectadores nos fascina el cine de desastres? ¿Cuál es la explicación de que disfrutemos viendo en las pantallas terremotos, tsunamis, edificios en llamas, alienígenas destruyendo nuestro planeta o tiburones devorando todo lo que encuentran a su paso? ¿Es una vacuna que nos previene de algo que un día puede hacerse realidad, puro masoquismo o simplemente nos regocijamos asistiendo a un gran espectáculo? Probablemente, un poco de todo.

Siempre ha habido cine de desastres, no hay más que recordar, por ejemplo San Francisco, con Clark Gable, sobre el terremoto e incendio posterior que asoló la ciudad en 1906. Ahora bien, fue en la década de los 70 cuando el género conoció su primera época dorada con títulos como El coloso en llamas, Terremoto, con su sonido sensurround que hacía vibrar las butacas, La aventura del Poseidón o Tiburón. Más tarde, en los 90, con la revolución de los efectos digitales, se dio un gran impulso visual al género. Los desastres se hicieron más reales y Hollywood le cogió el gusto a meternos miedo destruyendo la Tierra. Desde entonces lo ha intentado de todas las formas posibles. Un brutal cambio climático en El día de mañana; meteoritos que chocan contra nosotros en Deep Impact o Armageddon; terribles holocaustos nucleares como el que vimos en La carretera y, por supuesto, una típica invasión de extraterrestres como la de La Guerra de los mundos. Directores como Roland Emmerich o Michael Bay se convirtieron en grandes especialistas en cataclismos gracias a títulos como Independence Day, Godzilla, 2012 o la saga de Transformers.

Y es que al ser humano le gusta fantasear con historias que hablan del fin del mundo. Así ha sido siempre desde el comienzo de los tiempos, pasando por el terror milenarista del año 1000 hasta llegar a nuestros días. En los años cincuenta del siglo XX se hicieron populares las películas que contaban una posible guerra nuclear y los peligros de la radioactividad. Ahora los enemigos son los virus. En Contagio, de Steven Soderbergh, la humanidad quedaba diezmada, y en la reciente El amanecer del planeta de los simios la Tierra era devastada por una masiva infección. Estos días podemos ver Interstellar, en la que una sequía que agota los recursos terrestres obliga a buscar otro planeta habitable fuera de nuestra galaxia.

Lo dicho, asistamos expectantes a grandes desastres e incluso a la destrucción total de la Tierra pero, eso sí, sentados cómodamente en una butaca de cine comiendo palomitas.

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