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El cotilla de Wall Street sale del ascensor

Descubierto el autor de una cuenta de Twitter que contaba indiscreciones de Goldman Sachs Supuestamente, se enteraba del contenido de sus tuits en los ascensores de la empresa Era un exfinanciero de 34 años que ni siquiera vivía en Nueva York: escribía desde Tejas

Imagen de la cuenta de @GSElevator, aún activa en Twitter.
Imagen de la cuenta de @GSElevator, aún activa en Twitter.

Más de uno, y de dos, respiran de alivio en la torre de cristal de Goldman Sachs en el distrito financiero neoyorquino. El autor de unos jugosos tuits que hasta hace 10 días contaba los supuestos cotilleos que circulan por los ascensores del emblemático edificio no es alguien de dentro de la firma ni mucho menos un ejecutivo del guardián de Wall Street. De hecho, resulta que el dueño de la ya famosa cuenta @GSElevator ni siquiera está en Manhattan o en Nueva York: vive y escribe desde la lejana Texas.

Los jugosos mensajitos empezaron a aparecer en Twitter hace tres años y, en ese tiempo, la cuenta acumuló más de 640.000 seguidores, ávidos de leer los comentarios que supuestamente hacían los ejecutivos más característicos del ambiente de Wall Street. El autor se hacía pasar por uno de ellos, que simplemente recordaba las conversaciones y las desvelaba en la red social. Los followers se enteraban, hasta hace dos semanas, de frases del estilo de: "Yo nunca les doy dinero a los vagabundos. No puedo premiar el fracaso en pleno uso de mis facultades" o “quiero ser lo suficientemente rico como para no tener que estar motivado por el dinero”, que lanzaban empleados de Goldman Sachs en las oficinas de Nueva York, Londres y Hong Kong.

La revelación de que todo era producto de la imaginación de un texano dice mucho de la veracidad de la información que circula por las redes sociales. La única vinculación posible que podría haber entre el autor, un joven de 34 años que se llama John Lefevre, y el poderoso banco es que se trata de un antiguo financiero especializado en bonos que trabajó para Citigroup y que a punto estuvo de estar en nómina de la sede de Goldman Sachs en Hong Kong.

La última entrada en el popular microblog, que lleva la foto de Lloyd Blackfein, el consejero delegado de la firma, se escribió el pasado 16 de febrero. Poco después, el autor reveló su identidad en una entrevista con The New York Times y se convirtió en la comidilla entre los mismos devotos que siguieron sus cotilleos durante los últimos tres años. El propio Lefevre se declara sorprendido por lo que se tardó en descubrirlo. “Sabía que este día llegaría”, admitió. "Abrí la cuenta para divertirme y nunca pensé que alcanzaría este éxito".

Lo cierto es que había dudas sobre la autenticidad de sus tuits, que mezclaban las supuestas conversaciones en los ascensores con otro tipo de chismorreos en Wall Street. Al final, como comentaban en medios financieros neoyorquinos, acabó parodiando la industria que le dio de comer durante años con comentarios que no hacían más que confirmar los prejuicios con los que el ciudadano de a pie se imagina a los poderosos financieros de Manhattan.

Ahora que va a publicar un libro con la editorial Simon & Schuster, que lo convenció con una interesante oferta de contrato, Lefevre deja claro que su intención no era la de representar de una u otra manera a sus antiguos colegas o la cultura en las finanzas. También explica que la elección del banco fue casual, aunque sabía que debía ser una entidad con tirón comercial que le diera reconocimiento a su cuenta. En Goldman Sachs se tomaron la revelación con gracia. “La prohibición de hablar en los ascensores se levanta con carácter inmediato”, comentó una portavoz. Es difícil pensar que el banco vaya a emprender medidas legales.

Pero, ¿podría ser Lefevre una amenaza para Twitter? El caso expone de nuevo las debilidades de esta plataforma como fuente fiable de información. El autor de la cuenta había asegurado en varías entrevistas electrónicas que era empleado de Goldman Sachs. El banco llegó a iniciar una investigación interna para intentar destapar su identidad. Ahora se sabe por qué no lo encontró, porque ni siquiera estaba allí cogiendo el ascensor.

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