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Los manejos de la abuela Carolina

Fue una de las mujeres más veneradas de los noventa. Ahora, con 56 años, mueve en la sombra los delicados hilos de Los Grimaldi. Y se prepara, con la ayuda de su hijo, para dotar a Mónaco de ese heredero que no acababa de llegar.

Mábel Galaz
La princesa Carolina de Mónaco el pasado 5 de marzo a su llega a la presentación de la temporada otoño/invierno de Chanel en París.
La princesa Carolina de Mónaco el pasado 5 de marzo a su llega a la presentación de la temporada otoño/invierno de Chanel en París.WireImage

Fue educada para ser una reina por una estrella de Hollywood, que abandonó su exitosa carrera en el cine deslumbrada por la realeza, y por un príncipe en decadencia que se aferró a la fama de su esposa para blindar el futuro de su Principado constantemente acosado por Francia. Grace Kelly y Raniero de Mónaco siempre vieron algo especial en su hija Carolina, una combinación perfecta entre el glamour y la apostura que se le supone a una princesa. De la misma manera que miraron para otro lado cuando ella, harta de su papel palaciego, se rebelaba fugándose con novios inapropiados. La vida de Carolina, una de las mujeres más veneradas y deseadas de los noventa, es ahora bien distinta. Recién cumplidos los 56 años, está feliz con su inminente papel de abuela y además ha encontrado otro nuevo que le gusta casi tanto como ese: dirigir en la sombra los hilos de la familia Grimaldi, de la que es sin duda su reina.

Vestida casi siempre por su amigo y confidente Karl Lagerfeld, Carolina se presenta ante el mundo como una mujer elegante, serena y equilibrada. Pero el tiempo ha demostrado que esa imagen es solo una fachada, que detrás se esconde una mujer con un carácter terrible, obsesionada por controlarlo todo y despiadada con todo aquel que no sigue el guion que ella ha escrito.

Hace cinco años que no vive con Ernesto de Hannover pero no se divorcia"

Fue su hermana Estefanía la primera que habló sin rodeos de cómo era. Relató a golpe de talonario sus disputas familiares y su casi nula relación. Todo porque a Carolina no le gusta la vida que ha elegido la menor de la familia, que siempre buscó el amor en alguno de sus guardaespaldas o en los artistas del circo que todos los inviernos llegan a Mónaco para el festival. Estefanía no entiende la dureza con que Carolina juzga su vida privada cuando ella en su juventud alternó actores con tenistas y cazafortunas.

Pero el tiempo ha cambiado a Carolina, a quien ahora le importa mucho el qué dirán. Un ejemplo. En 2004, todo el mundo sabía que Ernesto de Hannover, su último marido, vivía entre barras de bar y atractivas mujeres, aunque ella no se daba por enterada. La noche previa a la boda de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz todo saltó por los aires. Los servicios de urgencia del SAMUR fueron llamados a un local nocturno para atender a un hombre que se había pasado con las copas. Era Hannover, que había decidido celebrar la boda de los príncipes de Asturias por su cuenta. Al día siguiente, Carolina llegaba apresurada a la alfombra roja de la catedral de la Almudena, donde se oficiaba la boda, vestida, cómo no, con un espectacular vestido en tonos azules de Chanel, conjuntado con una pamela debajo de la cual se adivinaba una melena que no había pasado por la peluquería. Ese detalle estético, su andar enérgico y la ausencia de su marido —que se reponía de la borrachera en un lujoso hotel de Madrid— supuso el inicio de la separación de la pareja. Hannover la había dejado en evidencia delante de las casas reales en la cita.

Han pasado casi nueve años y, aunque Carolina y Ernesto no viven juntos desde hace cinco, no se han divorciado. El palacio de Mónaco no habla del asunto como tampoco comenta las fotos del príncipe con otras mujeres en exóticos destinos de lujo. Esos donde su exmarido conquistó a Carolina. En una playa de Tailandia se obtuvieron las primeras fotos de la pareja. Antes hubo otras en fiestas en las que aparecían ambos y la mujer de Ernesto, una de las mejores amigas de la mayor de los Grimaldi.

Hay versiones que aseguran que Carolina no quiere el divorcio para no dejar de ser princesa y esposa del jefe de la casa Güelfa, emparentada con la primera línea de la nobleza europea. Ella sabe que los Grimaldi son para las casas reales europeas unos advenedizos. Hay otra razón de peso: el dinero. La fortuna de Hannover tiene muchos más ceros que la de los Grimaldi.

Instalada otra vez en Mónaco, con su adolescente hija Alejandra, nacida de su matrimonio con Ernesto de Hannover, Carolina ha emprendido una nueva vida. Disfruta moviendo más que nunca los hilos del Principado. Dicen que fue ella quien en 2011 quiso abandonar el papel de primera dama de Mónaco, para ceder el testigo a Charlene, una exnadadora sudafricana a la que ella misma asesoró en cómo dejar el bañador a un lado para enfundarse trajes de alta costura.

Fue Carolina también quien convenció a su hermano de que, cumplidos los 50, debía casarse y dejar a un lado las fiestas. Alberto le hizo caso, pero solo en parte: se casó hace casi dos años, pero sigue haciendo vida de soltero, al igual que Charlene. Eso sí, aparecen juntos cuando un acto oficial les requiere o hay alguna fiesta familiar, como el pasado jueves, cuando el príncipe cumplió 56 años.

Pero Mónaco sigue aguardando un heredero que no llega. Alberto tiene tres hijos, pero, al no haber sido concebidos dentro del matrimonio, no cuentan en la sucesión.

A Carolina este detalle hasta le viene bien. Para eso está Andrea, el mayor de los tres hijos que tuvo con el empresario italiano Stefano Casiraghi, muerto en un accidente con una motora de competición. A Andrea también le gusta la vida al límite. Famosas son sus fiestas veraniegas en Ibiza, sus excesos con el alcohol y su aspecto desaliñado como si viviera en permanente estado de resaca. Pero su madre está lista para modelar esa imagen si Alberto y Charlene no se deciden a ser padres.

Así que de momento Andrea es el heredero de su tío, y el hijo que espera con la supermillonaria Tatiana Santo Domingo, el llamado a seguir perpetuando el futuro de los Grimaldi y del Principado. En unos días, las portadas de todas las revistas se llenarán de fotos de la nueva abuela con la mejor de sus sonrisas, pero muchos se preguntarán: ¿qué trama ahora Carolina?

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Sobre la firma

Mábel Galaz
Fue la primera mujer en pertenecer a la sección de Deportes de EL PAÍS. Luego hizo información de Madrid y Cultura. Impulsó la creación de las páginas de Gente y Estilo. Ha colaborado con varias cadenas de televisión y con la Cadena Ser. Ahora escribe en El País Semanal.

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