La guardería de las ballenas grises
Pues esa es la sensación que siento ahora mismo mientras me adentro en la bahía Magdalena, en la costa del Pacífico de la Baja California mexicana para ver y disfrutar de cerca uno de los grandes fenómenos de la naturaleza: la migración anual de ballenas grises desde Alaska hasta estas lagunas someras de las costa mexicana para aparearse y dar a luz a sus crías.
Rito, el guarda de este espacio natural protegido, me dice que hoy ha contado, sumando madres, machos y crías, unas 85 ballenas en este tramo de laguna frente a Puerto López Mateo. ¡85 gigantescas ballenas en una charca de no más de un kilómetro de ancho por varios de largo!. Muy mal se nos tiene que dar para no ver ninguna.
Y en efecto, al poco aparece una gran hembra con su ballenato, nadando pausadamente en paralelo a nuestra lancha, asomando su gran ojo para curiosear a los curiosos. Son tan amigables y se sienten tan seguras en este refugio mexicano que es casi imposible venir y no ver una gran ballena a un metro de distancia. Por eso es tan popular el avistamiento de cetáceos en estas lagunas. Para evitar problemas, también es estricta la regulación: hay unos supervisores que vigilan que no haya más de 27 lanchas a la vez en el agua, y que no se junten más de tres a la vez cuando se avista una ballena.
Las lanchas las manejan los propios pescadores de Puerto López Mateos, agrupados en la cooperativa Aquendi, quienes durante cuatro meses ganan más dinero y de forma menos peligrosa paseando a los visitantes que el resto del año, cuando salen a aguas abiertas en busca de tiburones blancos o makos, jureles y dorados.
La cooperativa Aquendi organiza visitas todos los días de la temporada a avistar ballenas desde Puerto López Mateo. Un paseo de dos horas cuestas unos 12 euros.
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