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Medea en Westminster

Una multa de tráfico y una infidelidad han fulminado la carrera política del británico Chris Huhne. Y han descubierto a Vicky Pryce, mucho más que una esposa despechada

Vicky Pryce.
Vicky Pryce.REUTERS

Dicen que la venganza es dulce, pero paladearla es un placer que suele durar poco. El juicio que esta semana quedó visto para sentencia en Londres contra el exministro y exdiputado liberal-demócrata Chris Huhne y su exesposa, Vicky Pryce, tiene un fuerte ingrediente de venganza. Pero a la vista del grado de miseria humana que ha llegado a traslucir durante el proceso resulta difícil pensar que Pryce, a la que Huhne abandonó hace dos años por otra mujer, pueda realmente frotarse las manos al ver cómo su exmarido ha tenido que renunciar a su brillante carrera política por las acusaciones que ella vertió contra él cuando el despecho por el abandono la cegaba.

En las tragedias griegas, la sed de venganza y el subidón químico que esta proporciona siempre están presentes, pero también sus consecuencias. Y ya no hace falta recurrir al teatro para ser testigo de estos dramas. Tanto Pryce como Huhne están acusados de obstrucción a la justicia por mentir en documento público sobre la identidad del conductor que en marzo de 2003 sobrepasó el límite de velocidad en una carretera londinense. Oficialmente aquella noche la conductora del vehículo registrado a nombre de Huhne era su esposa, según el informe enviado a la jefatura de tráfico. La realidad, según Pryce hizo saber en 2011, es que Huhne la obligó a mentir para evitar que a él le quitaran puntos del carné de conducir. Estaba en plena campaña electoral y no quería arriesgarse. Durante dos años Huhne ha negado cualquier coerción, pero el pasado 4 de febrero, el día en que arrancaba el juicio, admitió su responsabilidad, reconoció haber mentido y dimitió como diputado. Un año antes, cuando la fiscalía londinense anunció su intención de procesarle, Huhne renunció a su cargo de ministro.

Chris Huhne.
Chris Huhne.AP

Finalizaba así la carrera política de este británico de 59 años que dio sus primeros pasos profesionales como periodista económico. De familia rica, supo multiplicar su fortuna y hacerse millonario en los ochenta. Entró en la vida política como un torpedo en 1999 y escaló puestos hasta convertirse en el número dos del Partido Liberal Demócrata. En 2010 David Cameron le nombraba ministro de Energía y Cambio Climático, aunque el escándalo en el que sigue inmerso solo le permitió ejercer un año. Su mujer, Vicky Pryce, había sido parte instrumental de su imagen pública, citada en la prensa como una mujer extremadamente ambiciosa e inteligente. Madre de cinco hijos, tres de ellos con Huhne (estuvo casada antes), Pryce, de nacionalidad griega, era una reconocida profesional de las finanzas que llegó a trabajar como principal consejera económica del Ministerio de Industria y Comercio (la primera mujer en ocupar ese cargo).

Sin embargo, cuando en 2010 un tabloide británico cazó a su marido en pleno affaire con Carina Trimingham, su asesora de prensa, el matrimonio ejemplar de Huhne se hizo añicos después de 26 años. Entonces la furia de Pryce se desató. No ayudó que antes Trimingham hubiera tenido como pareja a una mujer, por lo que, además del escarnio de unos cuernos públicos, Pryce tuvo que leer durante meses que su marido la había engañado con la que el diario Daily Mail definió como “una lesbiana reconvertida en bisexual”. Trimingham también sufrió lo suyo y ha llevado a juicio al Daily Mail por usar sus preferencias sexuales cada vez que se habla de ella.

Tras divorciarse en enero de 2011, la despechada esposa urdió un plan junto al tabloide Sunday Times para denunciar las mentiras de su marido respecto a una multa de tráfico y, según se escuchó en el juicio, “conseguir que se hunda cuanto antes”. Pryce sabía que hacer pública esa mentira conllevaba arriesgarse a que también ella fuera procesada, pero la periodista la convenció de que saldría ilesa ante la gravedad de lo que había hecho el diputado (mentirle a la justicia).

Pese a que su defensa ha alegado que ella no aceptó voluntariamente la multa, sino que fue “coaccionada” para firmarla, y aunque Huhne lo admita al declararse culpable, no está claro que el jurado de ocho mujeres y cuatro hombres vaya a exculparla (podría haber cárcel para ambos). La defensa de Pryce ha querido demostrar el egoísmo del político permitiendo el triste espectáculo de invitarla a contar que su marido la obligó a abortar porque a su carrera política “le venía mal” otro hijo. Y ha utilizado a su familia en el juicio, que ha corroborado la versión de Pryce, aireando mensajes de texto dolorosísimos entre padre e hijo.

Siendo de origen griego, es difícil resistirse a la tentación de definirla como una Medea moderna. La acusación la ha presentado como “una de las mujeres más inteligentes y poderosas de Reino Unido”, perfectamente consciente de lo que hacía al asumir aquella multa, mientras que para la defensa ha sido una víctima de la ambición desmedida de su marido. El jurado tiene ahora la palabra.

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