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Pepa Flores se jubila de nuevo

El lunes cumple 65 años, la edad de la jubilación. Sin embargo, la que fuera Marisol dio ese paso hace casi 30 años Aún hoy le llegan propuestas para sacarla de ese discreto retiro

Pepa Flores, el 16 de mayo de 2012, en la inauguración de la exposición fotográfica de su hija María Esteve en Málaga.
Pepa Flores, el 16 de mayo de 2012, en la inauguración de la exposición fotográfica de su hija María Esteve en Málaga.Europa Press

Un buen día de 1972, la niña actriz Marisol se cortó la trenza y decidió hacerse adulta. Haro Tecglen escribió entonces en la revista Triunfo: “Se rejuvenece yendo hacia delante, adoptando su edad. A Marisol se le ha quedado vieja la niña; con calcetines y lacito sería horriblemente vieja. Acepta ser adulta, y la adulta es jovencísima”.

 Aquel tijeretazo a su trenza fue el primer paso hacia la liberación. Marisol comenzó a hacer películas “de mujer”, con Juan Antonio Bardem, Mario Camus, Carlos Saura o Rafael Moreno Alba, y adoptó su nombre real, Pepa Flores, sonoro, limpio y bello, olvidando para siempre aquel tontorrón de Marisol. Se significó políticamente en el partido comunista ante el asombro de quienes creyeron que bajo el franquismo solo crecían franquistas. En una palabra, Marisol se “desprogramó”, como dijo Manuel Vázquez Montalbán, para convertirse en quien ella había querido siempre ser, una mujer autónoma.

Mucho se ha hablado desde entonces sobre sus angustias de cuando era niña prodigio del cine, y de los tropezones inevitables que la vida le fue dando después. Y mucho más se escribió desde que otro buen día, harta ya de todo y de todos, dio carpetazo a su figura pública decidida a convertirse en una malagueña anónima, de vida familiar silenciosa, tan corriente que pudiera parecer anodina, pero férrea defensora del privilegio de lo privado. Adiós al estrellato, a la porra el pasado, el oropel… Aunque de vez en cuando siguen apareciendo noticias de productores que le ofrecen nuevas películas, de ofertas millonarias hechas a su capricho, Pepa Flores permanece en su alejamiento. Si hasta ahora alguna vez lo ha roto, ha sido por amistad, como cuando cantó hace cinco años para un disco de Aurora Guirado. Aunque la tentación del dinero ha derribado muros más altos, ella permanece impasible…

En cierta ocasión, hacia la mitad de los años setenta, se le propuso participar en un documental de televisión que trataba de niños prodigio del cine, y para calmar sus posibles suspicacias se la invitó a ver lo que ya había montado del programa. Cuando en la pantalla apareció Joselito afirmando que su infancia había sido feliz y que se había sentido cuidado y querido por las gentes del cine, Pepa Flores se irguió con energía de la butaca y, casi como Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses, alumbrada por la única luz del proyector, gritó: “Sabes que eso que dices no es verdad…”. Muy alterada, prometió intervenir en el documental y dar su propia versión de los hechos… pero cuando llegó el día de la entrevista se desdijo. Quince años más tarde, ahora para un programa solo para ella, se avino a una cena de preparación, incluso indicando día, hora y restaurante de Málaga, gracias a la mediación de un buen amigo suyo que tantas veces la ha pintado en sus lienzos… pero tampoco acudió. Luego, por teléfono, justificaba su ausencia con nerviosos exabruptos. Simplemente no quería aparecer más, no quería hablar de nada relacionado con la niña Marisol, enterrada y para siempre. Pepa Flores había dado la vuelta a su vida y sin perder el paso, meta difícil que claramente había logrado. Sus apariciones públicas se han limitado a ocasiones amistosas, como cuando ha asistido fielmente a las inauguraciones de su amigo pintor Antonio Montiel, malagueño como ella.

Ocasionalmente se deja ver en Málaga, en una exposición de su hija o apoyando a discapacitados

Pero no por eso se la ha dejado en paz. Han aparecido libros sobre su vida, teleseries… hasta se ha especulado sobre si fue realmente ella quien hizo las primeras películas de Marisol y no otra niña, a la que Pepa hubiera suplantado. Sea como fuere, su recuerdo permanece vigente en la iconografía cultural de nuestro país, tanto el de aquella niña cantante que a veces podía ser marisabidilla como el de la espléndida actriz que fue en su edad adulta.

El lunes cumple 65 años, fecha oficial de jubilarse, pero no es seguro que por ello Marisol-Pepa Flores deje de ser un referente colectivo… y motivo de curiosidad. Mientras continúa su vida de gente corriente en Málaga, seguirán viéndose en televisión sus viejas películas y es casi inevitable que se siga indagando en su vida, pasada y presente. Algo similar le ocurrió a la sueca Greta Garbo, tras abandonar la escena pública en pleno éxito, a los 36 años. O a la actriz alemana Luise Rainer, que, tras obtener dos premios Oscar, dejó el cine a los 30. Espíritus libres, indomables; personas que en el mundo del cine no encontraron una manera de sentirse ellas mismas. En una entrevista con una amiga, Pepa dijo: “Cuando vives en el mundo del espectáculo estás inmerso en un universo que no es cierto, no vives la realidad, y cuando ese mundo se desmorona puedes llegar al suicidio”. Su última película, rodada a sus 37 años, fue la dirigida por su amigo Juan Caño, Caso cerrado, título que ahora adquiere un especial significado.

¿Qué tipo de vida hace ahora Pepa Flores? Dicen que se la ve en ocasiones haciendo la compra como cualquiera; o en compañía de su pareja, Máximo; o asistiendo a actos locales como la exposición fotográfica de su hija María Esteve, también actriz; o apoyando causas sociales de ayuda a los discapacitados malagueños. Que las gentes de Málaga apenas se fijan en ella aunque siga siendo “de espléndida belleza reversible, interior y exterior”. A ella no parece importarle, todo lo contrario: “Cuando era actriz no me quería, ahora sí me quiero”. Y nosotros podemos seguir queriéndola a través de esa maestra de escuela andaluza de Los días del pasado que busca en la fría Cantabria a su novio militante en el maquis, o de esa estremecedora nana que canta acunando a un bebé en Bodas de sangre: regalos que nos acompañarán para siempre y a los que ella no debería renunciar, y menos aún ahora que es su cumpleaños.

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